Francia

Espléndido Tristán e Isolda en París

Francisco Leonarte
martes, 7 de febrero de 2023
Bill Viola, Tristan’s Ascension (2005) © Bill Viola Studio, 2019 Bill Viola, Tristan’s Ascension (2005) © Bill Viola Studio, 2019
París, jueves, 26 de enero de 2023. Opera National de Paris. Salle Bastille. Tristan und Isolde, ópera en tres actos. Libreto y música de Richard Wagner. Director de escena, Peter Sellars. Creación video, Bill Viola. Trajes, Martin Pakledinaz. Luces, James F. Ingalls. Operador video, Alex MacInnis. Con Michael Weinius (Tristan), Mary Elizabeth Williams (Isolde), Eric Owens (König Marke), Okka von der Damerau (Brangäne), Ryan Speedo Green (Kurwenal), Neal Cooper (Melot), Maciej Kwaśnikowski (Ein Hirt, Ein Seeman), Tomasz Kumiega (Ein steurmann). Coros y Orquesta de la Ópera Nacional de París. Director de coro, Alessandro Di Stefano. Dirección musical de Gustavo Dudamel
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El amor puede revestir muchas formas, cierto. El que Dudamel nos contó en el preludio del Tristán e Isolda el domingo pasado (29 de enero), fue un amor de esos que comienzan como una pregunta, como la extrañeza de encontrar a la persona amada; un amor que se va desarrollando en nosotros lentamente, dulcemente, surcándonos como los ríos, hinchándose insensiblemente, creciendo su caudal hasta convertirse en esa corriente a la que no podemos sustraernos, que nos inunda, que todo lo arrasa a su paso ... Sí, la suavidad de las cuerdas de la Ópera de París en ese ‘Preludio’ es de las que difícilmente se olvidan...

Dudamel mantuvo esa suavidad durante toda la representación del domingo 29, combinándola con mucha, mucha intensidad, sin dejar que decayera la tensión. Y controlando en todo el momento el volumen, que sólo ‘se desbocaba en momentos muy puntuales.

De hecho, lo que el jueves 26 había sido, con los mismos intérpretes, una representación ‘interesante con algunos muy buenos momentos, se convirtió, gracias a la mezcla, por parte de Dudamel, de mesura en el volumen y de tensión interior, en una representación magnífica (cosa que amablemente me confirmó un vecino de butaca que asistía por cuarta vez en esta serie de representaciones).

Me decía la amiga que me acompañó el domingo, "Cuando hace unos cinco años asistí a esta producción dirigida por Jordan, me aburrí como una ostra, todo el mundo gritaba pero allí no pasaba nada". Y es que Philippe Jordan, con su exagerado volumen en la orquesta, forzaba constantemente a los cantantes a gritar. Dudamel, al controlar el volumen el pasado domingo 29 de enero del 2023, dejó expresarse a los cantantes.

'Tristan und Isolde' de Richard Wagner. Director de escena, Peter Sellars. Director musical, Gustavo Dudamel. París, Théâtre National de l'Opéra de Paris (sala Bastille), enero de 2023. © 2023 by Elisa Haberer / OnP.'Tristan und Isolde' de Richard Wagner. Director de escena, Peter Sellars. Director musical, Gustavo Dudamel. París, Théâtre National de l'Opéra de Paris (sala Bastille), enero de 2023. © 2023 by Elisa Haberer / OnP.

Y, como los solistas se sentían al fin cómodos, allí empezamos a ver y a escuchar ‘de verdad a una mujer despechada, tal vez una joven cuyas esperanzas han sido demasiadas veces engañadas, una niña desesperada por el viaje, y por la vida, y por sentir que se le escapan los sueños, que es pura mercancía, una mujer que intenta la magia, que intenta las invocaciones, una mujer que intenta manipular, y la astucia, y la ira y el orgullo, una mujer que está dispuesta a suicidarse pero no sin antes haber hecho que muera también el responsable de su muerte que es en definitiva el único hombre que ha despertado sus instintos.

Vimos y escuchamos también a un hombre que sabe que está enamorado pero no quiere reconocerlo, un hombre que teme entrar en el abismo del amor porque sabe que su brillante carrera puede irse al traste en cuanto reconozca que está enamorado.

Y vimos y escuchamos a dos enamorados que ya no tienen nada que perder, delirantes en su amor como el heroinómano en su droga, como los amantes del Imperio de los sentidos de Nagisha Oshima, dispuestos a morir por el amor y el placer...

Sí, queridos lectores y lectoras, el drama de Wagner que resulta perfectamente tonto, véase plúmbeo, cuando todo se grita, se convierte en una joya de psicología y de conocimiento del alma humana cuando dirección musical, dirección escénica y actores saben restituirlo. Y entonces, al comprender el drama y sus evoluciones, la música cobra todo su sentido, se convierte en magia pura...

Pero siento que les pierdo al contárselo todo así.

Les cuento mi vida

Permítan ustedes que el crítico lo cuente en primera persona y tal y como sucedió. Cierto, tal vez parezca más un fragmento de autobiografía barata que una crítica seria, pero déjenme que corra ese riesgo para poder honrar a la verdad.

Cuando compré las entradas para este Tristán e Isolda lo hice sin mucha convicción. Había asistido ya a dos representaciones dirigidas por Dudamel: Una Turandot de la que me salí en el entreacto porque la orquesta sonaba demasiado fuerte y la estúpida dirección escénica de Bob Wilson mataba todo sentido teatral, y unas Bodas de Fígaro en las que en los recitativos todos cantaban apresuradamente de suerte que allí no había ni gracia ni personajes ni ná de ná. Eso sí, como Wagner fascina ‘al más templao’ y queel vicio es el vicio’, compré entradas para dos representaciones seguidas de este Tristán, no fuera a ser que milagrosamente me gustase y me mordiese los dedos por no haber comprado más.

Cuando hace dos semanas leí que, en la primera representación la soprano había sido silbada, pensé que todos mis malos presagios se iban a cumplir...

Asistí pues el jueves como perro que no quiere salir de paseo, a regañadientes. El jueves 26, la inteligencia y sensibilidad con que Dudamel atacaba el preludio me sorprendieron muy gratamente. Pero en cuanto se levantó el telón se disipó buena parte de la magia: la orquesta sonaba en efecto un punto demasiado fuerte para los cantantes, a pesar de que estos tenían bastante volumen. Cierto, había muchas cosas interesantes, y momentos espléndidos, pero en total la cosa no acababa de resultar.

Volví pues el domingo siguiente con más ánimos. Aunque sólo fuera por escuchar de nuevo los momentos hermosos.

Y el domingo 29 ... La cosa empezó con ese preludio, iniciado como una pregunta casi dolorosa y llevado por Dudamel como un largo crescendo que así resultaba absolutamente evocador. Y en cuanto se alzó el telón, vimos a Isolda maldiciendo con furia: ya estábamos dentro y no salimos hasta ..., hasta el día siguiente si me apuran, porque fue difícil bajar de la nube wagneriana. 

Mérito, como decíamos, de Dudamel controlando el volumen de la orquesta para adecuarlo a los cantantes.

Mérito también de la puesta en escena de Peter Sellars

Peter Sellars es ya uno de los nombres señeros de la puesta en escena al mismo nivel que -por ejemplo- Patrice Chéreau o Peter Brook. Sus actualizaciones del Don Giovanni o de Las bodas de Fígaro han permitido que decenas de miles de melómanos veamos estas óperas mozartianas como obras de rabiosa actualidad. Y su obra como cineasta también es valiosa y personal.

Cuando en 2005 presentó la puesta en escena que nos ocupa, poco se habló de su labor, que podía pasar desapercibida ante el gigantismo de las imágenes de Bill Viola que se ven como telón de fondo, dejando un tanto arrinconados a los cantantes, como si la obra de Wagner tuviera tan sólo como fin crear una música de fondo para las imágenes del videoartista.

'Tristan und Isolde' de Richard Wagner. Director de escena, Peter Sellars. Director musical, Gustavo Dudamel. París, Théâtre National de l'Opéra de Paris (sala Bastille), enero de 2023. © 2023 by Elisa Haberer / OnP.'Tristan und Isolde' de Richard Wagner. Director de escena, Peter Sellars. Director musical, Gustavo Dudamel. París, Théâtre National de l'Opéra de Paris (sala Bastille), enero de 2023. © 2023 by Elisa Haberer / OnP.

Por suerte la producción parece que ha sido revisitada, de forma que en 2023 se percibe mucho mejor el estupendo trabajo de Sellers, concentrándose en lo esencial: los trajes de Martin Pakledinaz son muy sobrios; aparte de la pantalla de vídeo, la escenografía se reduce a una suerte de cama-plataforma; las luces de James F. Ingalls se concentran también en lo esencial, creando espacios escénicos que los personajes raramente abandonan; no hay prácticamente attrezzo, no hay espadas ni pistolas y un simple gesto con la mano da a entender que Melot o Kurwenal hieren a sus adversarios... Y, sobre todo, la dirección de actores es clara y precisa, parte del texto mismo y da sentido a las frases musicales.

El trabajo con Mary Elizabeth Williams como Isolda es notable. Y muy bueno también el trabajo con Owens como Marke o Weinius como Tristán. Pero tal vez lo sea aún más el llevado a cabo con Ryan Speedo Green, Kurwenal vibrante de fidelidad, emocionante en su amistad casi perruna...

Mérito también de Sellars, puesto que ya estaba presente en 2005 cuando se presentó la producción, la espacialización de ciertos momentos: Brangäne no canta su advertencia en bambalinas sino en la sala, desde uno de los palcos, lo mismo que el marino del primer acto o el corno inglés en el tercero. Y sobre todo, cuando al final del primer acto el barco llega a tierra, las luces de sala se encienden, el coro entra en la sala, al igual que el rey Marke, y todo el espacio se convierte en escenario que acoge a los llegados, creando en el público un efecto de emoción musical y escénica difícilmente igualable.

Voces importantes

En el elenco figuraban tres cantantes que todavía no habían hecho su debut en la Opera Nacional de Paris, los citados Mary Elizabeth Williams como Isolda y Ryan Speedo Green como Kurwenal, y Okka von der Damerau, una de las pocas intérpretes que logró salvarse de la quema en el reciente Anillo de Bayreuth.

'Tristan und Isolde' de Richard Wagner. Director de escena, Peter Sellars. Director musical, Gustavo Dudamel. París, Théâtre National de l'Opéra de Paris (sala Bastille), enero de 2023. © 2023 by Elisa Haberer / OnP.'Tristan und Isolde' de Richard Wagner. Director de escena, Peter Sellars. Director musical, Gustavo Dudamel. París, Théâtre National de l'Opéra de Paris (sala Bastille), enero de 2023. © 2023 by Elisa Haberer / OnP.

Al parecer, si Mary Elizabeth Williams fue protestada en la primera (e incluso el jueves hubo todavía algún espectador que manifestó su descontento), fue porque su voz no era 'suficientemente wagneriana'. Cierto, sus graves no son contundentes pero los da, y sí son contundentes sus agudos, con un bonito medio también, y su fraseo es hermoso, y su timbre de voz también, con una impostación que en algo recuerda a las grabaciones de Leontine Price o a Grace Bumbry, con un buen volumen, y sobre todo con una excelente comprensión del personaje. El momento en que le cuenta a Brangäne cómo la mirada de Tantris-Tristán se posó en sus ojos en vez de en la espada, cantado en piano -momento en que todos entendemos que nace el amor entre ambos- nos arrancó las lágrimas a más de uno. 

Personalmente, sea su impostación de tradición italiana o germánica o americana, lo mismo me da. Wagner no dispuso en su testamento que sus óperas sólo las cantasen intérpretes de la escuela nórdica y por ejemplo la Isolda grabada por Margaret Price con Kleiber me parece descomunal. Si la voz tiene siempre sus armónicos, si alcanza las notas señaladas por la partitura, si tiene sentido con relación a su personaje teatral, abrámonos a otras interpretaciones aunque no se ajusten a la tradición o a lo que hemos mamado en las grabaciones. No hagamos de cada ópera ni de cada compositor un coto cerrado.

Notabilísmo fue también el Tristán de Michael Weinius. Voz wagneriana al uso, no especialmente grave como se espera a veces del Tristán, pero tampoco blanda como la de un Vogt por ejemplo, valiente en sus agudos, capaz de piani (no todos los tenores wagnerianos lo son) y sobre todo entregado, generoso, y con buen sentido del personaje.

Okka von der Damerau me soprendió por su color de voz, no especialmente oscuro, como de soprano dramática en papeles de mezzo. Tal vez la más wagneriana del elenco (y por lo tanto la preferida por el público aferrado a la tradición wagneriana), fue también tal vez la que menos sutilezas vocales desplegó. Pero su sentido del personaje, más joven acompañante que "vieja celosa" como sugiere Isolda en un momento dado, fue bueno. Y su volumen, su fiato, su legato, importantes.

Eric Owens nos dio un buen Marke. Su voz no es imponente por volumen ni por graves, y tiene un vibrato muy pronunciado -que por otra parte puede corresponder al personaje de « viejo rey ». Pero el timbre es hermoso, y supo dar mucha emoción, merced también a una buena dirección de actores, como señalábamos unas líneas más arriba.

Pero tratándose de emoción, la palma se la llevó sin duda Ryan Speedo Green (habrá que retener el nombre). Buen volumen, muy bonito timbre oscuro -leo después que ha abordado más papeles de bajo que de barítono, aunque sus agudos fueron excelentes- Ryan Speedo Green hizo un tercer acto vibrante, de esos en que el público se identifica con el personaje al tiempo que admira y disfruta la prestación musical y actoral. Carrera que empieza (nació en el 1986). Vale la pena seguirlo.

Excelentes en sus pequeños papeles Neal Cooper como Melot, Tomasz Kumiega como timonel en el tercer acto y Maciej Kwaśnikowski como marino en el primer acto y como pastor en el tercero. Los tres, con apenas unas pocas frases, supieron componer cuatro personajes creíbles y sin desentonar de sus colegas en los papeles principales.

En resumidas cuentas

Después de varios días desde que asistí a la representación del domingo he ido bajando de mi nube wagneriana. Pero no ha disminuido mi entusiasmo ni mi admiración.

Un equipo de cantantes relativamente joven pero muy sólido, algunos, como Mary Elizabeth Williams o Ryan Speedo Green, con poco curriculum a sus espaldas (en ese sentido la apuesta de la frecuentemente timorata Opera Nacional de París ha sido valiente). Un director escénico inteligente. Un director musical en estado de gracia (especialmente el domingo pasado).

Y la obra que a muchos les puede parecer ‘pesadísima’ se convierte en la obra maestra que conquista a quienes con ella se topan: la amiga que me acompañó el domingo venía sólo porque es fan de Bill Viola, y salió diciendo que por fin entendía a Wagner, que por fin le gusta y hasta le entusiasma.

Y al comentarle yo la diferencia entre la representación del jueves y la del domingo, resumió la situación con una simple frase : "Tal vez sea que para interpretar a Wagner haga falta más mesura que desmesura..."

¡A meditar...!

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