Una jirafa en Copenhague
Entrevista Intrapersonal Confrontada: Omar Jerez con Dios miente
Omar Jerez
Es posible que Luis García-Chico sea el mayor poper e investigador a nivel mundial sobre lo que concierne a la mentira.
Es estudiado por académicos, referenciado en trabajos universitarios y citado por innumerables intelectuales, su obra, se ha convertido en el vademecum de consulta por investigadores.
Estamos hablando de su último libro publicado por la editorial Libros Indie Dios miente.
Dios miente es un titánico ensayo que versa sobre la mentira y que ya es eje pragmático por varios agentes de bolsa que conozco, de hecho, debo señalar que gracias a su autor Dios miente ha hecho ganar a un grupo financiero español nada más que cinco millones de dolares.
Para la gente más profana en economía el libro de cabecera hasta hace poco de los bróker era El arte de la guerra, pero Dios miente ha venido ha cohabitar con él, ya que es aplicable a cualquier campo ya sea científico, económico o antropológico
Es una obra maestra que ha dinamitado a los que lo han leído y sobre todo asimilado.
Entrevista Intrapersonal Confrontada-Dios miente
¿Por qué te gusta tanto la mentira?
Porque nos avergüenza. Es como un adolescente que se avergüenza de sus padres. Luego crece, y son su ejemplo a seguir y su admiración (por lo general). Quiero encontrar la causa de la vergüenza hacia algo que parece hablar tanto sobre nosotros y no aceptamos.
Es curioso que siendo del mundo del Derecho, donde las cosas son lo que pone en una ley, te metas en la mentira donde todo es relativo. ¿Por qué?
No hay tanta sorpresa. Una ley se diseña, y la mentira también. Hay leyes, como la del “Sí es sí” que parecen mentira, y mentiras que parecen derecho consuetudinario como la tradición de los Reyes Magos. ¿Es acaso cierto que las cosas son lo que pone en la ley? ¿Una ley puede engañar o son sus diseñadores los que introducen el interés falaz? El artículo 14 de la Constitución Española proclama el derecho a la igualdad… ¿Todos somos iguales ante la ley?
También pone en el 15 el derecho a la vida, ¿el aborto no es verdad? Si queda bien, si queda estético, parece verdad (la verdad procesal es un mundo muy interesante). Pero si quiero relacionarme con el mundo citando cada dos por tres el mencionado artículo, me voy a dar cuenta de que el significado no solo es ese, y que el Derecho no puede vivir a espaldas de investigar la mentira.
No es curioso que formando parte del Derecho me dedique a investigar la mentira, no hay nada más que pasarse por un par de juicios o por un par de sesiones parlamentarias; lo curioso es que se pueda dar por hecho que se persigue la verdad por saber derecho o aprobar una ley basada en cien valores morales muy bonitos.
¿Me mientes ahora?
Sí, pero no te engaño. Tal y como hacemos todos, creamos planteamientos para lograr dibujar una alternativa a la realidad donde vivamos mejor que ahora, donde la verdad sea más verdadera. Y por eso te miento y mentimos, porque construimos desde nuestra información subjetiva, tácita, dispersa y difusa, formas de explicación que en origen van a ser problemáticas para muchos y que nos tacharán de ser mentira, pero que pese a ello nosotros creeremos en nuestra verdad. ¿Por qué lo llamo mentira? Porque si muchos no están de acuerdo, lo van a llamar ya ellos así. Soy pragmático. Pero no estoy engañando a nadie, no existe la intención en mí de decir algo que no defienda. Y si alguien dice que engaño, pues que lo demuestre. Soy un mentiroso, lo reconozco, pero no te estoy engañando.
Entonces, también esta conversación que estamos manteniendo… ¿es mentira?
Exacto. Los signos lingüísticos que estamos empleando, la ropa que llevamos puesta, la silla donde estoy sentado, la prosodia que acompaña a cada interlocución, la idea que yo tengo de ti y tú de mi… son creaciones alternativas a la realidad para sobrevivir mejor. No las descubrimos como esas excavaciones que de repente encuentran huesos de dinosaurio. Lo hemos creado, sea desde la mente brillante de un genio o desde la dinámica social, larga en el tiempo, de millones de interactuaciones de individuos. Seguramente, y como constata la historia de las religiones, inventaron el término antiguo análogo a “mentira” para descalificar aquello oscuro que no se entendía frente a la luz clara de lo verdadero, aquello que no lograban imaginarse los miembros de una tribu era mentira, y eso, como es peligroso (pues no se ve la realidad tal y como otros dicen que es, o no resulta entendible) se transforma en un tabú. Mientras nosotros, ahora, si tratamos de pensar en el cáncer sin pensar en el cáncer nos parece prácticamente imposible, en el pasado era al revés, lo imposible era imaginarse qué es el cáncer, y si se dudaba no se dudaba en descalificar su planteamiento por razones de muy diverso tipo. Aún hoy eso se refleja en la libertad de pensamiento: pensar de determinada forma se ve como un ataque, y se emplea esa palabrita llamada “mentira” para matar en vida.
Yo lo que digo es: pues si a prácticamente todo lo hemos llamado mentira a lo largo de la historia, cojamos al toro por los cuernos y que así sea, tal vez aprendamos de una vez a qué llamamos verdad. Creo que es una forma interesante de abordar esa cuestión, y que sin duda en numerosos aspectos le debo a mi maestro Miguel Catalán.
¿Estudias y defiendes la mentira porque te has rendido en defender la verdad?
Estudio la mentira porque para defender la verdad primero hay que saber de qué estamos hablando. Un adicto a la heroína o a la cocaína acaba comprendiendo que es más importante drogarse que comer o amar a su familia. ¿Está en lo cierto con esa idea y conducta? Incluso en países desfavorecidos los niños fuman para aguantar el hambre. ¿Están en lo cierto con esa idea y conducta? Ahora te diré que esos niños fuman mientras rezan. ¿Están en lo cierto? ¿Es más verdadero? El cerebro del adicto se autoengaña (digamos que la ínsula se queda atrofiada por tanta droga), reina la confusión y su verdad es la alucinación del consumo; su altar es el sofá y el sagrario es el grinder.
Lo mismo pasa con la moral, que ha pervertido una definición objetiva de la mentira desde hace siglos. Eso sí es rendirse en defender la verdad: ignorar el entendimiento de la mentira cuyo significado nos procede hoy de la moral, elegir un sistema de creencias y hasta luego; y si hoy se habla de posverdad es porque se ha moralizado todo pese a que la mentira nos diga día tras día que todos somos unos mentirosos, unas chapuzas, unos hipócritas y que tenemos que cambiar nuestras formas de comunicación para crear entornos contextuales verdaderos. Pero seguimos emperrados en sostener la verdad, no como otros…
No me he rendido a defender la verdad; es agotador defenderla en forma directa, pues es imposible. La confianza es importante en las relaciones sociales, pero no nos traicionarían si no confiásemos; acabamos sesgando nuestra atribución de lo verdadero y lo falso para protegernos, priorizando estar nosotros bien, por eso está tan de moda el sesgo de confirmación, fusiones de identidad y las cámaras de eco. ¿Estaríamos en lo cierto con esa idea y conducta?
Vivimos en la posverdad porque ahora que la verdad no tiene dueño, ya que las principales instituciones (Estado, Iglesia) afrontan una crisis de poder y no la pueden monopolizar, las empresas y la conexión a internet, donde estamos todos, negocian qué es y la descentralizan. Y no es bueno ni malo, es la oportunidad de comprender cómo creamos conocimiento. No es útil defender la verdad directamente y ya. Tenemos que saber primero por qué mentimos y qué es mentir, pues existe la mentira; parece que nadie miente y las mentiras son como esporas que colonizan al Otro.
¿Por qué dices que la verdad es una alucinación?
Por seguir el ejemplo, creo que estamos de acuerdo en que existe una realidad física al margen de esa alucinación del drogadicto (esto es, por mucho que alucine el adicto que es Napoleón yendo a caballo, la realidad es que se llama Manolo y se está cayendo de culo contra el suelo). Y también al revés, sin necesidad de ser un adicto en pleno colocón podemos apreciar que hay una realidad social, distinta a la física, donde las personas somos ideas y evolucionamos desde “chutes de lo que llamamos verdad”. ¿Por qué digo que la verdad es una alucinación?
Etimológicamente es muy preciso: alucinación es como decir “luz errante”; es como si la verdad estuviese sumergida en la oscuridad de un océano mental, y a veces saliesen pequeñas chispas en forma de ideas y lenguaje que alumbran una minúscula parte de esa verdad que bucea y de la que solo intuyo yo sus cantos. Cuando una idea, en apariencia verdadera, encalla en nuestra mente sugestiona a creer que existe un “algo más” en las cosas, y saber transmitir ese “algo” a los demás es difícil.
Si acierto correctamente una pregunta sofisticada en un programa de tv no solo he acertado esa pregunta, puedo verme a mí mismo más de lo que era antes. Si conozco a una chica, me gusta y nos casamos creo un escenario alternativo a lo que fue real antes (no estábamos juntos, ni nos conocíamos), creando así una alternativa a la realidad donde hay “algo más” (expectativas, sueños). Si observo una rosa también la miro y encuentro la sonrisa de un enamorado. Si observo celulosa manchada con líneas de tinta y extraños signos, también lo leo y me habla de un tal Quijote. Todo lo que nos rodea es y no es a la vez, porque donde yo puedo ver a un perro como un amigo, no es un trauma que para otro sí pueda serlo.
Considero que los seres humanos estamos capacitados para ver algo que no se encuentra en la realidad tan a la ligera, y eso lo permite nuestra imaginación. Seashore, hace años, demostró a priori que podemos ver algo que no existe si se estimula lo suficiente desde la sugerencia. Pues bien, se nos ha sugerido la verdad, y entusiasmados parecemos alucinarla, la buscamos por todas partes, hasta cambiamos de opinión buscándola. Y otra vez, no es ni bueno ni malo, tenemos una capacidad constructivista de relacionarnos. Hay muchas verdades, tantas como resulten útiles según el contexto o auditorio social.
¿Dices la verdad en tus libros?
Para mí sí, pero sé que no. Y quien lea un libro mío y lo crea verdadero hará suyo lo que escribo, y ya no será mío. Es inútil pensar que, en las relaciones sociales, podemos transferir la verdad como el que hace un bizum. Y digo inútil porque no es práctico: las personas queremos poseer ideas, lo que nos resulta útil de sostener un argumento es que lo sostenemos nosotros, los primeros interesados en nuestra supervivencia. Yo solo escribo mentiras, planteo alternativas a la realidad, y si se cualifican consensualmente y lo llaman verdad, solo significa que es útil para esa circunstancia concreta. Un economista podría decirte que la verdad depende de su liquidez. Eso que llamamos verdad diariamente tiene más peso en las ciencias naturales, mientras que en las relaciones sociales convivimos con paradojas.
Dices que todo es mentira en las relaciones sociales. Si te propinase ahora una paliza, ¿no dirías que no está bien porque existe una verdad consistente en que debemos respetarnos y yo estaría transgrediéndola?
Por supuesto, si me viene bien claro que lo voy a decir. Y si me viene mal, apelaré a cualquier otro valor superior, como la legítima defensa. Constantemente nos inventamos formas de justificar conductas, y son sus grados de utilidad práctica las que nos permiten defenderlas con el matiz verdadero. Entonces cuando aparece una contradicción y somos hipócritas, no estamos eligiendo entre dos sistemas verdaderos, sino que nos damos cuenta de que la verdad es cuestión de tiempo y utilidad.
La palabra “verdad” como algo inamovible o eterno no se aplica bien en las relaciones sociales; parece una superstición, la verdad universal o esencialista se convierte en una especie de talismán. Si la dignidad o la libertad del ser humano pueden ser llamadas hoy verdaderas, no es porque sean nuestra esencia verdadera, sino porque explican unas circunstancias necesarias y éticas contextuales que ponen significado útil a términos abstractos que hemos inventado. En definitiva, no te atrevas a pegarme porque sí, pues el sistema social de recompensas y castigos está hoy más orientado a mi favor.
¿Una máquina o una IA pueden mentir?
Sí y no. Si se le pone ese nombre a un proceso algorítmico concreto, por supuesto. Si se compara con el ser humano, no. Solo podemos crear lo que sabemos; si aún no sabemos, desde el plano filosófico y científico, qué es la mentira, no podemos crear algo que recoja una operativa que aún no hemos logrado entender y desarrollar con respecto a nosotros mismos.
Por otro lado, puede haber un término medio donde, por medio de una IA, un ser humano engañe a otro. Además, le he preguntado a ChatGPT y me dice que no puede engañar. Le he vuelto a preguntar si me ha engañado y ha insistido que no, y que verifique por si acaso su contenido, porque en todo caso existiría un error. Da cierta envidia ChatGPT, estaría bien que la gente tenga tan claro que por decir algo distinto a lo que ellos entienden que es, no significa que engañes, y en eso la IA parece tener el beneficio de la duda. Mentir es cosa de mentes, lo que no quita a que nos maraville imaginar que una máquina mienta como cuando nos maravilla ver a nuestro hijo de cuatro años hacer de San José en la obra de teatro del colegio.
¿Antes de estudiar las mentiras y verlas por todos lados, qué veías?
Mentiras también. Estuve a punto de refugiarme en una posición ideológica para defenderme con la “verdad”, y menos mal que no lo hice. Ahora sigo viendo mentiras, pero creo saber mejor que en aquel entonces qué esconde cada una. Si humanizas a la mentira, ves a seres humanos y no a monstruos que cancelar. Desde que investigo la mentira, entiendo que la mayoría de las veces convivimos con fragmentos de verdad, solo queda escucharnos y ser asertivos.
La máquina de la verdad, el suero de la verdad, una resonancia magnética funcional o una tomografía en alta resolución del cerebro… ¿Dios miente sería capaz de mentir a estos procesos?
Miente el ser humano. Como te digo, tenemos la capacidad de crear escenarios alternativos a lo real, podemos realizar lo que era irreal. Y a su vez engañamos, podemos decir o hacer lo contrario de lo que sentimos o pensamos. Somos imperfectos. Dios ni miente ni engaña, ¿cómo va a hacerlo si, de hacerlo, diría verdad creando la esencia de las cosas? Pero que no mienta, no significa que no pueda hacerlo… Y ahí está lo interesante de la relación que crea la mentira entre Dios y el ser humano y que exploro en el libro. El ser humano sería capaz de engañar a esos procesos que mencionas: el detector de mentiras tiene constantes errores de atribución, el suero de la verdad no tiene una fiabilidad demostrada, y las neurotecnologías no logran probar una neurología de la mentira. De momento, estamos solos frente a la mentira, debemos comprenderla, y yo sugiero que podemos comprenderla no desde el miedo inspirado, sino desde la bondad. Al fin y al cabo, no se prohíbe la mano porque puede coger un arma.
¿Qué te ha parecido esta entrevista?
Una gran forma de no engañar ni al entrevistado ni a los lectores.
*Entrevista Intrapersonal Confrontada (O cómo responder y después preguntar)
Oficialmente el género periodístico que creé en el año 2013 ya es científico y académico por parte del periodista Rubén Villalba Jiménez que presentó su TFG en la Universidad Rey Juan Carlos bajo el amparo de su tutora Marina Santín Durán con una nota media de 9,75 con el título: La autoentrevista como género periodístico: El caso de la Entrevista Intrapersonal Confrontada.
La entrevista es un género periodístico fundamental. De hecho, se podría considerar su piedra angular, porque permite al periodista confirmar, acceder y conocer los hechos de manera directa, sin intermediarios, hablando con la fuente y estableciendo un diálogo con los protagonistas.
Lamentablemente, y salvo honrosísimas excepciones, la entrevista, ese momento excepcional que combina conversación, reto y seducción, se ha convertido en un acto seco, forzado, en el que demasiado a menudo el entrevistado no quiere responder y al entrevistador le da lo mismo que no quiera. El momento sublime que permite al periodista ejercer su derecho a preguntar se transforma en un trámite, una penitencia o directamente un combate tosco y sin ningún vencedor.
En otras ocasiones, los entrevistados han tenido una clase por parte de sus asesores para evitar, rodear o directamente eliminar preguntas incómodas, que suelen ser precisamente las que el periodismo debe y puede hacer. El resultado, nuevamente, queda en un limbo de medias verdades y frases insulsas. Por no hablar de las entrevistas promocionales asociadas a algún producto cultural, tipo cine, literatura y música, donde la superficialidad es tan apabullante que se podrían mantener las preguntas hechas años antes y tendríamos la certeza de encontrar las mismas respuestas.
Ante este panorama, desolador y habitual en demasía, el artista y creador Omar Jerez propone una nueva fórmula, una nueva aproximación al género que exige una complicidad de ambas partes (tomando como inspiración las entrevistas noveladas que hizo durante años Milan Kundera) para generar un contenido atractivo, valiente, que enriquezca al lector y que suponga una aventura donde ni el camino ni el destino queda prefijado.
El nuevo concepto se llama Entrevista Intrapersonal Confrontada, (EIC), y tiene como cimiento inamovible la siguiente premisa: el entrevistado genera un discurso a priori, provocado y sugerido (o no) por el entrevistador, y posteriormente el periodista edita y da forma periodística a ese contenido. Se crea una arcilla pura que será moldeada por las manos expertas del entrevistador, a posteriori.
A continuación se exponen los 10 puntos que definirán cualquier EIC que se haga a partir de ahora, y que creemos supone una innegable revolución en este género. Es tan sencillo como invertir el orden para recuperar la pureza que nunca debió perder.
Decálogo para una Entrevista Intrapersonal Confrontada (EIC)
- Cualquier persona, tenga o no relevancia pública, podrá solicitar a un periodista la realización de una EIC. Igualmente, cualquier periodista podrá solicitar la realización de una EIC a cualquier persona o personaje.
- Cualquier EIC tiene como base fundamental la relación que se establece entre el periodista y el entrevistado, así como la reinterpretación del concepto de entrevista para el siglo XXI.
- Una vez aceptada la realización de la EIC, se propondrá, por cualquiera de las partes, un tema sobre el que girará la narración, así como su extensión. Igualmente podrá ser de libre elección si así se decide de mutuo acuerdo.
- El entrevistado construirá libremente una narración sobre la temática escogida, que podrá ser creada en cualquier formato: texto, audio, vídeo, ilustración, así como cualquier combinación entre estos. El periodista no intervendrá nunca en esta parte del proceso.
- El periodista recibirá esa narración y a partir de ahí construirá una EIC en la que se compromete a mantener el sentido del texto original, y podrá modificar, eliminar, ampliar o extender la entrevista para tratar de llegar a la naturaleza real del entrevistado. Podrá solicitar más información al entrevistado, así como convertirla a otro formato.
- Bajo ningún concepto el periodista podrá utilizar la información en bruto para difamar o menoscabar la figura o reputación del entrevistado.
- El periodista deberá entregar una copia de la EIC antes de su difusión al entrevistado para que la confronte y certifique que se ha mantenido el sentido original, no entrando éste en consideraciones de estilo y forma.
- El periodista puede declarar la EIC nula si percibe que está falseada o que el entrevistado se aleja del objetivo principal, que es un ejercicio de honestidad consigo mismo.
- El espectador, para poder completar la experiencia, debería tener acceso al discurso en bruto enviado por el entrevistado y la EIC definitiva, para comparar y enriquecer la lectura/visionado/escucha del proceso.
- Al contrario que en la entrevista clásica, en cualquier EIC la búsqueda de la verdad queda supeditada a la experiencia compartida, confrontada y colaborativa entre las dos partes.
Comentarios