Francia
'El burgués hidalgo' de Lully-Molière en la Opera-Comique
Francisco Leonarte

En Francia, Le bourgeois gentilhomme (El
burgués hidalgo) es una de las obras de teatro más conocidas del
repertorio. Como la Cultura es un valor importante en la sociedad francesa, las
familias intentan que sus hijos conozcan las obras y los autores clásicos, y en
particular Molière, cuyo sentido del humor sigue siendo eficacísimo, siempre y
cuando esté bien presentado. Ojalá pudieran Tirso de Molina o Lope de Vega ser
tan mimados en los países de habla hispana como Molière en los francófonos.
Eso sí, el aprecio con que el mundo francés
cuida su literatura no va de par con el olvido -véase el desprecio- con que
frecuentemente trata su patrimonio musical. Prueba de ello es que el 80% (si no
es más) de los franceses sabrán que Le bourgeois gentilhomme fue escrita
por Molière, pero no creo que siquiera el 8% sepa que Lully es el compositor,
ni siquiera que no se trata de una mera obra de teatro sino más bien de una comédie-ballet -género cuya invención bien puede atribuirse al tándem
Molière-Lully- en que la música tiene casi la misma importancia que las
palabras. Desde los años 1980, grabaciones y representaciones intentan reparar la
injusticia.
La Opera-Comique, en su estupenda labor de
potenciar el repertorio francés con todas sus formas híbridas, presenta una
nueva producción del Burgués hidalgo encargando la parte teatral a
Jerôme Deschamps, un director de teatro bastante popular en Francia por haber
creado junto a Masha Makeieff un grupo de humor que tuvo mucho éxito en los
años 80-90, los Des chiens. La parte musical corre a cargo del joven Téotime
Langlois de Swarte.
Ni que decir tiene, con estos antecedentes y
sabiendo lo bien que la Opera-Comique sabe fidelizar a su público, que el
teatro estaba lleno hasta los topes con una mezcla de niños, jóvenes y adultos.
Y eso siempre da gozo.
Théotime, su orquesta, sus cantantes
Al frente de una pequeña orquesta (no creo que en la época de Lully-Molière fuera mayor) que suena estupendamente (no en balde está compuesta por miembros de los Musiciens du Louvre y de su Academia), el joven Théotime Langlois de Swarte (un nombre "que no se inventa", como dicen los franceses) dirige con brío, a veces desde su violín, a veces simplemente con las manos.
Desde los primeros acordes, emana una muy bonita energía que no excluye la riqueza de color (se distingue bien, con las cuerdas, a la tiorba, al clavecín, a las maderas y a la percusión). Por momentos las manos de Langlois de Swarte piden dulzura a los cantantes, pero como se trata de un momento en que éstos están colocados al fondo del escenario, sobrelevados (de hecho un tercio del público no puede verlos), y que el director de escena les pide a su vez que hagan movimientos idiotas con sartenes y falsas crepes entre otros artilugios, las indicaciones de Langlois de Swarte se van directamente a la basura...
Retengamos pues su bella energía que hace maravillas en la famosa ceremonia turca, modelo para tantas otras turquerías que habrían de venir después.
Entre los cantantes, el lujo de tener a voces como las de Natalie Pérez o Jerôme Vanier. Si fueran mejor tratadas por la puesta en escena, en vez de interrumpirlas, pedirles movimientos idiotas, añadir gags sin sentido durante sus prestaciones o situarlos al fondo del escenario, todos hubiésemos salido ganando. Pero bueno.
Y el resto
La parte puramente teatral es muy importante
en esta forma híbrida. Y el texto de Molière es tán divertido que basta con que
sea bien dicho para que funcione. El día de la primera representación no fue
realmente el caso, y hubo muchas líneas que fueron recitadas más que dichas,
con el consiguiente aburrimiento de buena parte de la sala, especialmente la
parte más joven. En la representación del sábado la cosa había mejorado, y las
escenas puramente habladas resultaron más divertidas porque tenían más sentido.
En la
época de la creación, con la rigidez entre estamentos (rigidez potenciada
precisamente por Luis XIV, antes del cual era mucho más sencillo que, tras
servir en el ejército u obtener un cargo importante, poco a poco la familia
fuera considerada noble) quedaba muy clara la "locura" del
protagonista, patente ya en la contradicción del título (si es burgués, no
puede ser hidalgo).
Pero, desaparecida hoy en día la rígida
separación entre estamentos (al menos oficialmente ...), no es fácil actualizar
esta historia de nuevo rico que quiere integrarse en la jet-set. Así que la
mayoría de los directores de escena prefieren no complicarse la vida y no
actualizan nada, aunque el público contemporáneo no alcance a comprender todas
las implicaciones del texto, y mucho menos las implicaciones dentro de la
política rigorista de Luis XIV al respecto.
Acorralado pues entre la facilidad de hacer
que todo pase en el siglo XVII pero con la voluntad de que resulte un
poquito moderno, Jerôme Deschamps encarga a Cécile Kretschmar unas
pelucas de colores (azul, rosa, verde) para los distintos personajes, a Vanessa
Sannino unos trajes que parecen de función escolar, y unos decorados simplones
y mal concebidos a Félix Deschamps (probablemente familia del director de
escena, y así todo queda en casa).
Todo se lo hubiésemos perdonando si no hubiese tratado tan torpemente la parte musical, como ya hemos dicho, pero bueno. Eso sí, al salir a saludar, el director teatral que se ha atribuido también el rol protagonista, es recibido con alharacas … ¡Qué se le va a hacer !
Pero si la parte teatral de la comédie-ballet
es importante, la parte danzada se reduce a tres o cuatro momentos aislados,
contrariamente a lo que la denominación podría llevar a pensar ... En esos
breves momentos, Natalie van Parys (imagino que algo tendrá que ver con el
compositor del mismo nombre, creador de tantas canciones y músicas de película)
crea unas coreografías inspiradas en la danza barroca que funcionan muy bien.
En fin, no todos los días se ve el teatro lleno de público de todas las edades, no todos los días escuchamos y vemos la famosa ceremonia turca (realmente divertida y briosa), así que, por traducir una intraducible expresión francesa, "no demos la espalda a nuestro placer" y disfrutemos del siempre vivo sentido del humor de Molière y de la frescura contagiosa de la música de Lully.
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