Artes visuales y exposiciones
La visita secreta de Picasso al Greco en Toledo
Juan Carlos Tellechea
Toledo no ha cambiado mucho desde que el Greco pintara su célebre vista panorámica y plano de la ciudad en 1608 que admiramos en el Museo que lleva su nombre. La lectura de sus muchos aspectos parece anticipar el impresionismo e incluso a Paul Cézanne. Mas sufriendo la estrechez, los repechos, las cuestas, recodos y bajadas de sus calles a uno le da la sensación de que tuvo que haber sido en Toledo donde se inventó el minimalismo que inspirara al arquitecto Mies van der Rohe cuatro siglos más tarde.
Por esas vías de tránsito, en las que cada rincón es sumamente aprovechado, casi no puede circular un coche moderno; parecen haber sido más bien concebidas para el Rocinante de Don Quijote y el Rucio de Sancho Panza, que no para el Babieca del Cid Campeador. En fin, bromas aparte, la ciudad y antigua capital imperial española, cuyo casco histórico fue declarado en 1986 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sigue conservando sus rasgos más típicos, contrariando la persistencia obstinada del paso del tiempo.
Convivencia
Toledo fue una ciudad tolerante en la que antes de 1492 pudieron convivir más o menos bien cristianos, judíos y musulmanes. El Greco sentía una especial predilección por la judería. Al menos cuatro veces cambió de domicilio allí, pero siempre en ese mismo barrio. Su última casa desapareció por completo y se encontraba donde hoy se erige un monolito en el parque y paseo del Tránsito, junto a la antigua Sinagoga y hoy Museo Sefardí. Este sitio está cerca del actual Museo del Greco, que al principio, cuando el inmueble fue adquirido por un noble español a comienzos del siglo XX, éste creía erróneamente que había sido aquella la postrera vivienda del pintor. Las casas que ocupó el Greco fueron siempre alquiladas y de varias habitaciones, porque no solo vivía, sino que tenía su taller en ellas.
El pago de sus obras por la Iglesia Católica fue siempre motivo de tensión para El Greco, quien entonces decidió cambiar de rumbo y buscar otros clientes privados para sus magistrales trabajos. La Iglesia Católica de Toledo, que aspira a conseguir nuevamente al menos 45 millones de euros de ingresos este año por diversos rubros, tras dos años de pandemia, sigue explotando el prestigio del maestro cretense para obtener una parte de sus rentas, como es el caso de la exhibición del Entierro del conde de Orgaz en la Iglesia de Santo Tomé (a pocos metros cuesta arriba del Museo del Greco). Al final, su virtuosismo pictórico fue utilizado de nuevo por hombres de Iglesia como arma propagandística de la Contrarreforma, ante el incontenible avance del Protestantismo en Europa.
De incógnito
En el verano de 1934 el Museo fue visitado secretamente por Pablo Picasso y su primera esposa, Olga Khokhlova, junto con su hijo mayor, Paulo, cuando éste tenía 13 años. Sería esa la última vez que el célebre pintor pisaría suelo español. Este 2023, el año de Picasso, que conmemora el 50º aniversario de su muerte, el Museo del Greco lo evoca con una exposición fotográfica inédita titulada Picasso visita al Greco. Otro tanto hace también el Museo del Prado de Madrid en la sala dedicada al Greco, intercalando sus obras con algunas de Picasso.
En el Museo del Greco se exponen tres fotografías y un célebre dibujo. Las tres imágenes documentan la visita realizada por el matrimonio Picasso a esta institución. Están tomadas en el jardín alto del Museo de corte historicista, con su característico porche, decorado con parterres y un pequeño techado lateral. Son tres fotos de carácter privado tomadas por otro miembro de la familia, probablemente Paulo. Se trata por tanto de imágenes íntimas de un álbum familiar que nunca fueron publicadas en la prensa del momento. En dos de ellas aparece Picasso solo y en la otra aparecen ambos en actitud distendida. Las fotografías están tomadas desde distintos ángulos.
Inspirarme
Con respecto al célebre dibujo, éste fue reproducido en tamaño de mural en la muestra. Un jovencísimo Picasso trazó esbozos a lápiz 'Conté' sobre un papel en Horta de Sant Joan en 1898 en el que lacónicamente invocaba: ''Greco, Velázquez, inspirarme''. Años después de esa profesión de fe, en 1909 Picasso pasaría una estancia de varios meses en aquel mismo municipio español de la provincia catalana de Tarragona, que sería significativa en el desarrollo de su etapa cubista.
La libertad del Greco frente a la tradición le sirvió de inspiración para crear el cubismo. En su madurez, el pintor malagueño volvería constantemente al Greco, ya sea imitando sus tipologías, especialmente los retratos, o reinterpretando su obra, como cuando en 1969 escribió e ilustró un libro titulado, a modo de homenaje, El entierro del Conde de Orgaz.
En la antesala, donde finaliza la visita al museo, se exponen otra fotografía. La ubicación es especialmente significativa, porque se encuentra en el espacio que precede al conocido porche, delante del cual aparece inmortalizado el matrimonio, fácilmente reconocible por el espectador.
Puede ser que haya sido una de las últimas fotos de la pareja. Picasso y Khokhlova se habían conocido en 1917. Un año después se casaron y en 1921 nació Paulo. Un año después de la visita al Museo del Greco, Picasso abandonaría a la ex bailarina de ballet rusa, tras 20 años de matrimonio para entregarse a los brazos de la joven Marie-Thérèse Walter, a la sazón de 17 años y embarazada por él. La pareja se separó, pero nunca se divorciaría. Ambos siguieron casados hasta la muerte por cancer de Olga Khokhlova en 1955.
Por primera vez
El año pasado, y en cooperación con el Kunstmuseum de Basilea (Suiza), la pinacoteca toledana había presentado por primera vez en su historia dos obras de Picasso, para quien el Greco fue fuente de inspiración a lo largo de toda su vida: Mujer con sombrero sentada en un sillón, así como Venus y el Amor (Venus et l'Amour) (1967), que habían sido expuestas en 2015 en el Prado.
Este óleo sobre lienzo representa el tema mitológico clásico, Venus, la diosa del amor, y Cupido, su compañero infantil. El estilo se caracteriza por pinceladas rápidas, grandes e impulsivas. Esta es la etapa final de Picasso, los últimos años del artista que, desde 1961, vive recluido en Mougins (sur de Francia) con el que será su último amor, su esposa Jacqueline Roque (1927-1986).
En esta etapa Picasso realiza versiones de obras maestras, en un arriesgado diálogo con los grandes artistas del pasado. Para esta obra, el genio malagueño pudo inspirarse en la Venus del espejo de Tiziano, pero también en el trazo veloz y cada vez más suelto, como inacabado, de las últimas obras de El Greco, de las que el Apostolado o el San Bernardino de Siena que nos deslumbran en el Museo del Greco de Toledo son ejemplos significativos. característicos de la producción final de El Greco.
Préstamos
En contrapartida, el Museo del Greco había prestado San Juan, San Bartolomé y San Simón, tres célebre óleos de la serie del Apostolado del pintor cretense, que hemos admirado ahora de vuelta en Toledo, tras ser presentadas en 2022 en la muestra Picasso-El Greco en el museo de Basilea.
Femme au chapeau assise dans un fauteil (Mujer con sombrero sentada en un sillón) (1941-1942) es un óleo sobre lienzo que Picasso realizó siendo ya un artista consagrado. En él remite al clásico retrato de tres cuartos del arte español, pero transforma y deforma los elementos formales del cuerpo y del rostro dividido prácticamente en dos partes bien diferenciadas. La musa fue la fotógrafa y artista francesa Dora Maar (1907-1997), con quien Picasso mantuvo una tormentosa historia de amor - odio durante casi 10 años (1935-1945) coincidentes con un turbulento periodo a nivel político y social.
Desde su fase de estudiante en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, sus visitas al Museo del Prado se harían habituales, estableciendo un profundo vínculo con los antiguos maestros, especialmente el Greco y Velázquez, a quienes revisitaría durante toda su vida. El Greco fue para Picasso una referencia fundamental y permanente, la más sostenida y relevante en momentos muy importantes de su evolución estilística, como fue el caso del período azul y el del propio origen del cubismo. Estamos ante dos grandes maestros separados por tres siglos, aunque vinculados por su peculiar pintura.
Transformaciones
A Picasso le atraía la capacidad del Greco para transformar las figuras, estilizándolas, dándoles un carácter aéreo, pero complicándolas al mismo tiempo. Ése es el espíritu que encontramos en la base del estilo picassiano. Le fascinaba el retrato que también encuentra su referencia en las figuras del Greco, en la fuerza que tienen sus imágenes frontales, en sus soberbias cabezas. Además lo deslumbraba otro aspecto singular del Greco: el aparente inacabamiento y la soltura del Greco en la ejecución, como la que lleva Picasso a Venus y el Amor, obra realizada con muy pocas pinceladas y en una confección muy sumaria. Al igual que el Greco en su tiempo, el pintor malagueño buscaba la sugerencia y la expresividad a través de la pintura sin conclusión; esto es, no se trata de una ejecución interrumpida, sino todo lo contrario, cuando admiramos sus lienzos ella continúa haciéndose en nuestras mentes.
Los azules, verdes y rojos del Greco impresionaron también a Picasso, pero más aún las figuras y la concepción espacial del cretense. Para el malagueño fue además un gran descubrimiento La apertura del quinto sello en el Apocalipsis de San Juan, otrora propiedad del pintor Ignacio Zuloaga, hoy del Museo Metropolitano de Arte, de Nueva York (Manhattan). Hubo un antes y un después de la contemplación de esta Visión del Apocalipsis de El Greco. Este cuadro, con esos complicados espacios, será junto a Paul Cézanne, el arte primitivista africano y el arte ibérico una influencia indispensable para llegar a Las señoritas de Avignon (1907), la culminación de los propósitos rupturistas de Picasso y el primer cuadro cubista. En su madurez, Picasso volverá a El Greco constantemente, ya sea imitando sus tipologías, verbigracia el retrato de tres cuartos, o reinterpretando su obra.
Espacios
Se pueden observar unos espacios quebrados, unos dentro de otros, que utiliza El Greco en su última fase y que también se ve en Las señoritas de Avignon y en todas las etapas posteriores, así como en otros óleos del pintor cretense, en los que se pueden apreciar esas subdivisiones de espacios, como en El bautismo de Cristo o El retablo de doña María de Aragón, ambos del Prado.
A finales del siglo XIX (bajo el reinado de Isabel II) se comenzaba a redescubrir al casi olvidado o ignorado Doménikos Theotokópoulos, asunto que también seducía Picasso en su tiempo. El Greco no formaba parte del grupo de artistas académicos, sino que estaba demasiado apartado de la norma, era demasiado bizarro, demasiado complicado, por lo que su personalidad resultaba doblemente interesante para quien se convertiría en el autor del Guernica (1937), símbolo de la España democrática de nuestros días, que condena la aberración del franquismo (cuyo maligno germen sobrevive vergonzosamente hasta hoy) y el bombardeo nazi-fascista (Legión Cóndor, Aviación Legionaria italiana) de aquella ciudad vasca.
Único
Ese carácter del Greco, un maestro con un estilo único, personal y alejado de los cánones clásicos, lo percibieron a lo largo de la historia del arte autores como Édouard Manet, Cézanne, Robert y Sonia Delaunay, Marc Chagall, además de Picasso.
La dedicación al retrato es típica de la escuela española y todos los grandes pintores españoles han sido grandes retratistas, desde El Greco y Velázquez hasta Goya o Picasso, porque son capaces de captar lo individual, aquello que parece que escapa, y de dar una presencia real a través de la pintura. La intensa e impresionante relación entre el Greco y Picasso se mantuvo hasta el final. Baste admirar el tardío Mosquetero con espada y amorcillo (1969), inspirado en El caballero de la mano en el pecho(c. 1580).
Comentarios