España - Cataluña
Sierra en ‘Manon’ y otra sorpresa
Jorge Binaghi

Como había quedado pendiente la actuación de la soprano
asistí a la última representación del título, que empezó con un cambio
imprevisto. Al parecer Marc Minkowski había estado dirigiendo las funciones
pese a una herida en el húmero que lo obligó, luego de la penúltima función, a
retirarse y ceder el testigo a su asistente, el joven Dumas, que fue muy bien
recibido desde el vamos por público y orquesta y al final fue incluso más
aplaudido que el propio Minkowski también por los miembros del elenco.
En este se había restablecido al completo lo que en su
origen fue el primer reparto y así pude escuchar y ver finalmente la aclamada
prestación de Sierra.
Vaya por delante que no soy un incondicional de la
soprano, que algunas veces me ha gustado mucho (en especial su Gilda en Rigoletto), y otras no tanto.
Se confirma que es una excelente cantante, más bien una
líricoligera de gran extensión y con suficiente centro y grave -un punto
opacos, eso sí- para vérselas con el personaje y la orquesta de Massenet que,
aquí, además, no sólo siguió los lineamientos propuestos por Minkowski
(obviamente), sino que me pareció aún más fuerte en momentos como el acto del
Hotel de Transilvania, el concertante del segundo acto y alguna que otra
ocasión.
La voz, como la de este tipo de sopranos, no tiene un
timbre particularmente bello ni personal (tal como le ocurría a Dessay, cuya
interpretación -con otra puesta en escena, claro- era más matizada, y como en
cambio no le ocurría a Fleming con su color fascinante, incluso aquí más
adecuado que el de Netrebko, para quedarme con las últimas intérpretes de
importancia aunque todas lo cantaran pocas veces, sobre todo porque el título
no se programa con la asiduidad de antaño). Pero corre bien y es capaz de
inflexiones, y por eso, aunque su triunfo mayor fue lógicamente la célebre y
difícil ‘gavotte’ del tercer acto, casi prefiero su notable versión del no
menos famoso ‘Adieu, notre petite table’, precedido de un excelente recitativo.
Tiene buen francés y su interpretación, si no me acabó de convencer fue sobre
todo por la marcación de la puesta en escena (esta vez más insoportable que las
anteriores). Pero la soprano pareció entrar de buena gana en el juego y se
esmeró en mohines varios de niña caprichosa y en una coquetería demasiado
llamativa y casi vulgar (incluso en el primer acto) con un juego actoral muy
desenvuelto y hasta divertido, que en ocasiones hizo recordar a algunas
actrices de su país de origen, así como también a otra famosa predecesora en el
rol, Beverly Sills.
Y justamente en los momentos recitados o hablados, junto
a instantes notables como el diálogo con el Conde Des Grieux en el acto de
Cours La Reine, en el gran dúo de la seducción siguiente dijo un ‘Manon!’ final
y un ‘En fin!’ que poco de estilo francés tenían. En donde más brillaron
conjuntamente canto y actuación fue en los tres últimos actos y en especial en
el último, al final del cual se le tributó una prolongadísima ovación al salir
a saludar en último lugar. Y fue merecido.
Los demás estuvieron prácticamente igual que en la
función de hacía ocho o siete días, en particular los comprimarios. Por
fortuna, esta vez Naouri pareció con la voz más descansada, timbrada y estable
y fue como siempre distinguido artista. Duhamel (algo común a las últimas
funciones) se paseó muy a sus anchas, se divirtió lo suyo (incluso más que lo
que Lescaut permite) y cantó siempre fuerte. Fabiano repitió sus más que
problemáticas medias voces y emitió sus agudos de la misma forma ‘peculiar’ que
se le conoce. El año próximo cantará Calaf, que en el fondo es más fácil y
corto que Des Grieux, aunque el mismo hecho confirma que para muchos cantantes
actuales no hay ningún límite de repertorio, y no me parece una buena idea.
En cualquier caso, si bien entre el respetable hay personas
que por edad y desenvoltura parecen haber frecuentado desde hace mucho el Liceu, se escuchaban teorías tan interesantes como que esta no era una ópera sino más
bien una opereta. Si francesa, vienesa, o más bien opéra-comique no logré
saberlo porque no oí ningún argumento atendible o no, y cuando se me dio por
preguntarlo -uno pretende actualizarse o conocer puntos de vista insólitos- se
me miró mal, se habló de la gente que se mete a hablar sin ser invitada, y hubo
cambio de conversación y de lugar (en lo último salí claramente ganando).
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