Argentina
La Flauta Mágica en el Colón: una producción bienvenida
Gustavo Gabriel Otero

El Teatro Colón
presentó La flauta mágica de Mozart
en la producción original de la Komische Oper Berlin (Alemania) debida a un
concepto de 1927, compañía integrada por Suzanne Andrade y Paul Barrit que
trabaja en la intersección de performances y animación, y de Barrie Kosky. La
puesta creada en 2012 ya no es una novedad en el mundo y su probada eficacia la
llevó a diversos escenarios internacionales. No puede ser menos que bienvenida
la idea de traer al público local las novedades de otras latitudes que ya han
demostrado su calidad.
La propuesta es
sencilla pero a la vez plena de originalidad, frescura, imaginación,
coherencia, creatividad y magia. Al levantarse el telón se ve una plataforma elevada
negra, que deja lugar a la actuación, y detrás una gran pared blanca a la
manera de pantalla cinematográfica. La pared tiene ocho puertas giratorias -tres
en el nivel bajo y el resto en alto- por las cuales aparecen y desaparecen los
personajes con exacta precisión. Los cantantes actúan por delante de la pared o
desde esas puertas con salientes. En dicha pared se proyectan constantemente
figuras y animaciones de alta calidad, creadas por Paul Barritt, que
interactúan con los personajes humanos de manera impecable y perfecta Los
personajes se funden con animaciones, transformando la puesta en una suerte de
película en vivo.
La estética está
basada principalmente en el cine expresionista alemán pero con algún guiño al
cine mudo norteamericano, con algo que recuerda las animaciones de Lotte
Reiniger y hasta un tributo a la historieta y al cine de animación pasado y actual.
El vestuario
firmado por Ester Bialas y la idea de la puesta parece buscar correspondencias
entre las características de los personajes de la ópera y el cine. Así a Monostatos
se lo caracteriza como Nosferatu del clásico filme de Murnau, Sarastro es
tributario del doctor Caligari, Tamino podría ser Chaplin aunque sin bombín ni
bastón y de impecable smoking, Papageno tiene reminiscencias de Buster Keaton,
las tres damas de la Reina de la Noche son caracterizadas como las Las
trillizas de Belleville el filme del año 2003 escrito y dirigido por Sylvain
Chomet, Pamina toma referencias de Louis Brooks, la Reina de la Noche es una
enorme araña, mientras que los sacerdotes del templo de Sarastro parecen salir
del siglo XIX con trajes oscuros, barbas largas y enormes galeras casi como los
personajes malvados de los filmes de Chaplin.
Naturalmente la
marcación de los cantantes, los gestos y mímica, también está tomada del estilo
de actuación de las películas mudas. Y para ser coherente con la estética los
diálogos hablados se suplen con carteles del cine mudo, acompañados, también
como en el primer cine, por un piano fuera de escena, en el que se tocan
pasajes de las fantasías en do menor y en re menor, del propio Mozart, a cargo
de Iván Rutkauskas. Esto escandalizó a muchos pero hay que considerar que los
diálogos completos no se efectúan en casi ningún teatro del mundo y se
presentan generalmente acortados y totalmente mutilados. Entre la mutilación y
la supresión de los mismos por leyendas donde se glosa lo importante para que
se comprenda la acción no hay demasiada diferencia.
Todo lo visual
funciona como un perfecto mecanismo de relojería fruto del trabajo del director
escénico repositor, Esteban Muñoz, de los cuerpos técnicos del Colón y de todos
los maestros internos.
La excelencia y
la novedad de la versión visual no opacaron una muy buena versión musical y es
importante señalar que lo visual estaba en función de lo musical y no al revés.
Así el maestro
Marcelo Ayub condujo con pericia a la Orquesta Estable del Teatro Colón
logrando un muy buen desempeño por parte de los integrantes de la misma. Su
versión fue cuidada, prolija con tiempos ágiles y con perfecto espíritu
mozartiano.
El elenco de
cantantes, casi exclusivamente nacionales, fue de rara homogeneidad brillando
individual y colectivamente, con el agregado de tener que sostener una
propuesta exigente que obliga a interactuar y coordinar movimientos con
proyecciones que no pueden ver, o cantar desde unos diez metros de altura
sostenidos por arneses.
El tenor
argentino Juan Francisco Gatell, radicado hace años en Europa y con una más que
interesante carrera internacional, fue un Tamino de perfectos acentos. Seguro,
musical, con buena llegada a los agudos y con inmaculada línea de canto.
Promisorio y de
excelencia el debut de la joven soprano surcoreana Hera Hyesang Park que
compuso una Pamina de voz plena, gran expresividad, grato color, timbre
cristalino y emisión cuidada y pareja.
Lucas Debevec Mayer
cumplió con solvencia como Sarastro y fue muy correcto como el Orador cantado
fuera de escena y con amplificación. Rol del Orador que no aparece en los
programas de mano.
Indudablemente a
Alejandro Spies el rol de Papageno le sienta de maravillas, mientras que Ana
Sampedro mostró su valía vocal como Papagena.
Laura Pisani
encarnó a la Reina de la noche con inobjetable profesionalidad. Tiene bello
color, gran caudal, un centro poderoso y los agudos que hay que tener para la
parte.
Iván Maier
cumplió apropiadamente con su Monostatos. Homogéneos, bien ensamblados y
seguros en sus partes las tres damas (Laura Polverini, Eugenia Coronel Bugnon y
Daniela Prado), los hombres en la armadura (Nazareth Aufe y Mario De Salvo), así
como los tres genios (los niños Celeste Usciatti, Vera Scattini y Adam
D'Onofrio), y de gran solvencia el Coro Estable que prepara Miguel Martínez.
En suma: si bien lo visual pareció primar por sus novedades, por su calidad los aspectos musicales no fueron de ningún modo a la zaga en esta Flauta Mágica.
Comentarios