Francia

Una ópera de aventuras barroca

Francisco Leonarte
martes, 6 de junio de 2023
Marie-Nicole Lemieux © marienicolelemieux.com Marie-Nicole Lemieux © marienicolelemieux.com
París, miércoles, 24 de mayo de 2023. Théâtre des Champs-Elysées. Orlando furioso, dramma per musica in tre atti (RV 728). Música de Antonio Vivaldi. Libreto de Grazio Braccioli a partir del Orlando furioso del Ariosto. Versión de concierto. Con Carlo Vistoli (Orlando), Marie-Nicole Lemieux (Alcina), Filippo Mineccia (Ruggero), Margherita Maria Sala (Bradamante), Adèle Charvet (Medoro), Ana Maria Labin (Angelica), Luigi De Donato (Astolfo). Ensemble vocal Lili Boulanger. Ensemble Mateus. Dirección musical, Jean-Christophe Spinosi.
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Vienen, se van, una hechiza a un guerrero, pero otra lo deshechiza con un anillo mágico, pero el otro quiere vengarse, pero el guerrero protagonista que es amigo del otro guerrero entra en un laberinto mágico, pero sale, pero luego se da cuenta de que no le quieren y se vuelve loco y se desnuda, y la maga va y resulta que pierde sus poderes y también está como loca, y alli todo el mundo está hecho un lío.

Si a eso añadimos parajes desoladores, lugares encantadores, palacios, rocas, laberintos, es casi como una superproducción de Jolivú, pero en vez de la sopa musical que suele acompañar a este tipo de películas, estamos ante una de las partituras más sabrosas y variadas de Antonio Vivaldi, el sacerdote rojo, el veneciano que según Stravinsky había conseguido escribir cuatrocientas veces el mismo concierto (ay, este Stravinsky y sus boutades ...).

Se trata en efecto del Orlando furioso de Vivaldi, a partir del best-seller del Renacimiento firmado por Ariosto.

Y el otro jueves pudimos escucharla en versión de concierto en el TCE (léase para los que carecen del esnobismo parisino, «Teatro de los Campos Elíseos»).

Dirigía Jean-Christophe Spinosi su orquesta, el Ensemble Matheus. Spinosi no se preocupa mucho de que el conjunto suene bonito. No se puede hablar de uno de esos sonidos límpidos o aterciopelados, pero tampoco suena a lata vieja, entendámonos. Un sonido correcto, un empaste correcto de las cuerdas. Pero buena capacidad de reacción, buena adaptación a los matices pedidos por su director, buenos solistas.

Y su director, Spinosi, les pide cosas muy bonitas. Cuando, por ejemplo, en el tempo lento de la obertura la orquesta suena pianissimo, y parece que el tiempo quede suspendido, uno se dice que «esto va a ser cosa fina». Y así fue. Spinosi logró imprimir variedad a su conjunto, pendiente siempre de instrumentistas y cantantes, pendiente sobre todo de los distintos sentimientos recogidos según las arias, y pendiente de las distintas evocaciones que la partitura contiene (pájaros, torrentes, tempestades...). De forma que, con tal variedad, evita en todo momento la monotonía.

Sólido equipo de cantantes

Entre los cantantes, tuvimos de bueno a muy bueno, y hasta excelente. Adèle Charvet está empezando una bonita carrera. Su volumen no es excesivo, pero su voz es flexible y su técnica sólida. Margherita Sala tiene un bonito color, aunque no siempre el volumen suficiente para sobreponerse a la orquesta durante las coloraturas en la sala (grande para la ópera barroca) del Teatro de los Campos-Elíseos, caso similar al de Ana María Labin, que sin embargo sí se lució en su aria lenta, con una voz etérea y preciosos pianissimi. Brillaron Luigi di Donato, en el que tal vez sea el papel menos agradecido, con una buena capacidad de coloratura (sobre todo para un bajo), y Filippo Mineccia, que tenía EL caramelito del concierto, el famoso «Sol da te mio dolce amore», en el que exhibió una notable mezzavoce y un buen fiato.

Los dos protas

Pero si hay dos figuras que sobresalieron, por número de arias y por los cantantes que las encarnaban, estas son la maga Alcina y el valeroso Orlando.

Al parecer el propio Vivaldi prefirió a una contralto antes que un castrato para en su día encargarse del papel de Orlando. Y en efecto, grandes estrellas femeninas como Horne, Podles o la propia Lemieux, lo han cantado con gran fortuna (la última, bajo la dirección del propio Spinosi hace unos veinte años). Para el concierto que nos ocupa se prefirió a un contratenor, el muy solicitado Carlo Vistoli. Y su encarnación impresiona: coloraturas perfectas, timbre homogéneo, volumen, agudos y graves bien redondos, capacidad de expresión y variaciones arriesgadas en cada da capo. Ahí queda la cosa.

En cuanto a Marie-Nicole Lemieux, su emisión sigue siendo soberana y sus notas extremas emitidas con mucha seguridad. Sus ornamentaciones no siempre fueron nítidas, pero es que había decidido cambiar la perfección canora por la entrega. Embarcada en una construcción de personaje pasional, Lemieux metió toda la carne en el asador y se metió al público en el bolsillo con una Alcina que fue, según los momentos y las arias, coqueta, imperiosa, cariñosa, sensual, suspicaz, ingeniosa, desesperada, brutal, terrible y hasta simpática. Toda una paleta de emociones en que Lemieux vibró e hizo vibrar al auditorio.

El público, que había acudido hasta casi llenar la sala, se lo pasó en grande. Servidor de ustedes, también.

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