España - Andalucía
Gonzalo di Cordoba: la herencia de Domínguez-Nieto
José Amador Morales
La idea era, ha sido y es indiscutiblemente genial e inédita en bastante medida en Córdoba. Y es que llevar a los atriles una ópera de gran formato del gaditano
(1831-1886), compuesta para el de Oporto apenas unos meses después de su llegada al mismo como director musical, y presentarla al público actual ciento sesenta y seis años después de su estreno suponía todo un acierto y despertaba verdadero interés.No obstante, la propuesta original tiene un nombre y apellidos que ha sido conveniente y orwellianamente silenciado cuando se ha materializado la idea.
Y es que Carlos
, en los años que ha estado al frente de la Orquesta de Córdoba, ha venido recuperando obras líricas relacionadas con la ciudad de la Mezquita que habían sido olvidadas y que el director madrileño encontró buceando en los archivos de la SGAE.Prácticamente a razón de una por año desde 2018, los cordobeses han podido volver a disfrutar de las zarzuelas Viva Córdoba de Quinito Valverde, El patio de los naranjos de Pablo Luna, La leyenda mora de Gerónimo Giménez o La chiquita piconera de Ramón Villalonga. Y en esta línea, el rescate de una ópera como Gonzalo di Cordoba, el célebre Gran Capitán, era una apuesta personal de Domínguez-Nieto que, evidentemente, no podía imaginar que sería destituido de forma vergonzante – para los promotores – hace unos meses y en plena temporada.
Compuesta cuando Antonio Reparaz contaba veintiséis años y recibida con gran éxito, Gonzalo di Cordoba narra la historia de amor entre Gonzalo Fernández de Córdoba, el “Gran Capitán”, y Zulema, la hija del rey de Granada Muley-Assem, con un trasfondo de vicisitudes bélicas y religiosas.
Musicalmente, la ópera presenta una curiosa fusión de estilos belcantistas bajo el amparo del primer Verdi. Tanto el preludio como sobre todo los coros recuerdan muchísimo a los que el compositor de Busseto incorporó en obras como Nabucco, Ernani, I lombardi alla prima crosciata, I due foscari, Attila… y que sin duda Antonio Reparaz conocía tras sus escarceos como director musical por Italia, Francia y España cuando compuso Gonzalo di Cordoba entre 1856 y 1857.
Sin embargo las escenas solistas van basculando entre los dúos indudablemente donizettianos como el que protagonizan Gonzalo y Zulema en el primer acto o el trazado claramente rossiniano de la gran escena de Isabella en el segundo.* Todo ello bajo una orquestación e inspiración melódica bastante irregular que llegó a resultar algo pesante en una versión que superó las dos horas de música y sin producción escénica como la que comentamos.
Además, solo se contó con el aliciente de una voz en off que situaba el argumento, que por otra parte no había sido facilitado en el programa de mano, y los correspondientes subtítulos en tiempo real. Sin embargo no hubo atisbo de movimientos teatrales entre los solistas, parapetados tras sus atriles, o de atrezzo elemental como sí se había llevado a cabo en las zarzuelas antes señaladas. En la actualidad, las versiones operísticas en concierto han superado la presencia de atriles y partituras y suelen ser acompañadas de una mínima dramaturgia, que facilitan el seguimiento y entretenimiento por parte del público; y no digamos si se trata de un título absolutamente desconocido.
A ello habría que añadir una interpretación correcta pero muy – muy – de mínimos. El Coro de Ópera de Córdoba se vio sobrepasado por la cantidad y enjundia de su cometido, apareciendo ya desde el principio calante y con serios problemas de empaste a pesar de la innegable entrega y entusiasmo de sus componentes.
Tampoco fue un gran día para una Orquesta de Córdoba de sonido mate y en general demasiado apocada. A su frente David
Los cantantes solistas mostraron una gran solvencia a nivel general, entre los que destacaron la Zulema de una
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