Alemania
Klavier-Festival RuhrDame un poco más de tiempo: quiero amar las cosas como nadie
Juan Carlos Tellechea

Los recitales de Grigory Sokolov son un festín inolvidable para los oídos. Cuando la gran sala auditorio del ayuntamiento de Mühlheim an der Ruhr se llena hasta la bandera, las luces se atenúan y el asombro invade el recinto, el célebre pianista vestido de frac entra al escenario con paso firme, hace una reverencia y de inmediato entona Ground in Gamut, de Henry Purcell. Así comienza la velada de este viernes en el Klavier-Festival Ruhr: con un tema y variaciones en un alegre sol mayor que recuerda a una chacona.
dejó dos volúmenes de música para instrumentos de teclado; música que el compositor inglés había diseñado para sus alumnos y que en realidad fue escrita para clave.
Sokolov ha seleccionado 17 de estas piezas, que interpreta con elegancia y soltura dancísticas. No hay ni interrupciones ni aplausos entremedias, sino un silencio absoluto y miles de ojos que apuntan con su mirada al concertista.
Hondamente
En el moderno piano de cola Steinway D, perfectamente afinado para la velada, las suites y danzas, que Purcell enriqueció con elementos folclóricos de Escocia, Irlanda e Inglaterra, suenan como si se hubieran quedado desfasadas en el tiempo. Sin embargo, con un maestro como Sokolov, con esa formación que posee y que se creía ya perdida para siempre, nadie se cansa de escucharlas. Los espectadores se reclinan en las cómodas butacas de la sala y la música penetra hondamente en sus espíritus.
Dicho sea esto muy al margen, estos excelentes asientos, tapizados en cuero, son los mejores de todas las salas de concierto, los teatros y las óperas de las regiones del Ruhr y de la Renania; fueron fabricados por una empresa proveedora de una marca mundialmente famosa de automóviles de gama superior. Es siempre un gran placer sentarse aquí para presenciar absortos los conciertos del Klavier-Festival Ruhr.
El carismático arte de Grigory
Ocio
Otro mundo cobra vida aquí. Una existencia durante los reinados de Jacobo II y de Guillermo III de Inglaterra en la que todavía se paseaba en lugar de caminar, en la que había ocio en lugar de tiempo libre (solo para los aristócratas, por supuesto). Sokolov disfruta la ornamentación del Barroco, como un niño con un juguete nuevo. Al mismo tiempo, siempre es el maestro superior de obras el que conoce los pilares de apoyo de una composición.
Gracias a las cualidades tridimensionales del sonido de su piano, da forma a las piezas en pequeñas esculturas que se pueden recorrer como las magistrales obras de un Miguel Ángel. Impecable desde todos los ángulos, su mármol no es frío, sino cálido y vivo. Así es como Sokolov se esfuerza por llevar el dominio técnico de su instrumento a la cima de lo posible. No abusa del Steinway que tiene ante si con el virtuoso fin de un mero espectáculo musical brillante, sino que pone su propia destreza al servicio de la obra a la que, en última instancia, desea dar vida para los oyentes.
Tras el intervalo, Sokolov opta por un toque completamente distinto para la Sonata para piano en si bemol mayor nº 13 (KV 333) y el Adagio en si menor (KV 540) de Wolfgang Amadé Mozart. Un solo giro armónico basta para enturbiar paisajes enteros del alma. El momento debe perdurar, lo sublime puede desarrollarse sin ser perturbado. Apenas se oye alguna respiración entre el público.
Fluido
La belleza celestialmente sencilla del Andante cantabile central paraliza todos los pensamientos con su relajada flexibilidad que, sin embargo, sumerge al oyente en un mundo de desolación, antes de aliviar la presión en un Allegretto grazioso desenfrenado sobre acordes golpeados en apoyo de un gesto extraordinariamente fluido.
El Adagio K. 540 es una música austera y trágica que Mozart compuso en un período difícil (1788) de su vida. Pero hay que verla en el apaciguamiento de los sentimientos trágicos que suscita en primer lugar, para desembocar en una serenidad inesperada en los últimos compases. De hecho, la ejecución inspira admiración por su intensidad, a través de los cambios de ritmo y sus angustiosas modulaciones.
Cimientos
El arte de Sokolov descansa sobre los firmes cimientos de su personalidad única y su visión individual. Considera que muchas de las convenciones asociadas a la carrera de un músico hoy en día -sobre todo en lo que respecta a las relaciones con los medios y la publicidad- son una distracción de las verdaderas tareas de estudiar y hacer música. En realidad es un explorador en busca de la perfección, animado por el anhelo de una profundidad de expresión cada vez mayor y un conocimiento absoluto del amplio espectro de compositores que tiene en su repertorio.
Entre estruendosas ovaciones y exclamaciones de aprobación, Sokolov esparció media docena de bises al final, empezando por Jean-Philippe
Es esta una elección sin duda movida no por la comodidad, sino por evidenciar algunas correspondencias ocultas. Ese cruce de generosas interpretaciones que en ocasiones llegan hasta el final del pensamiento musical, servidas por una impresionante técnica.
Una poesía como esta solo puede ser abordada como lo hiciera Rainer Maria Rilke en su Libro de las horas:
dame un poco más de tiempo: quiero amar las cosas como nadie.
Si los seres humanos fuéramos tan respetuosos entre nosotros como Grigory Sokolov lo es con los tonos, viviríamos en un mundo mejor.
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