Francia
Aix-en-ProvenceUna voz incandescente
Jesús Aguado
Para su debut en el
Festival d’Aix-en-Provence, la soprano lituana Asmik Grigorian eligió un
programa dedicado a Chaikovski y Rachmaninov, acompañada al piano por Lukas Geniušas,
con quien recientemente ha grabado un CD dedicado al segundo de los
compositores, por lo que es evidente que han trabajado el repertorio desde hace
tiempo, e incluso en una entrevista en su página personal ella dice que se
plantea, como proyecto a largo plazo, grabar toda la obra del autor ruso.
Como siempre, al hablar de un cantante que habitualmente se desenvuelve en los escenarios operísticos y que se pasa al mundo del lied (o de la canción rusa, en este caso), se puede plantear la cuestión de si lo hace adecuadamente, ya que los medios y la forma de enfrentarse a las piezas suelen ser radicalmente distintas, y no siempre grandes cantantes de ópera resultan ser grandes cantantes de lied. Pero en este caso la verdad es que la cuestión no es demasiado relevante, ya que tanto las piezas de Chaikovski como las de Rachmaninov son mucho más operáticas que los lieder alemanes en que todos pensamos cuando hablamos del género.
La voz de Grigorian es
apabullante. El timbre, en un primer momento, parece casi de mezzo por lo ancho
y carnoso del centro, pero sube al agudo con una facilidad pasmosa. Un agudo
restallante (de hecho, en algún momento su potencia resultó casi excesiva para
un pequeño auditorio como el del Conservatorio Darius Milhaud) en el forte, y delicadísimo en el piano. Muy concentrada todo el tiempo,
apenas gesticuló, no lo necesita, su voz expresa suficientemente lo que quiere.
Diría que Chaikovski resultó más liviano y Rachmaninov más concentrado, más
denso. Más operístico, también.
Lukas Geniušas me pareció un acompañante eficaz, pero su piano no parecía tomar vuelo ni siquiera en las cuatro piezas que interpretó a solo a modo de intermedio, ya que el recital se llevó a cabo sin descanso. En resumen, una gran velada para disfrutar de una voz en estado puro, aunque estoy seguro de que en un escenario operístico Asmik Grigorian tiene que resultar una auténtica fuerza de la naturaleza.
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