Obituario

In memoriam Daniza Mastilovic

Jorge Binaghi
lunes, 17 de julio de 2023
Daniza Mastilovic © 2023 by Youtube Daniza Mastilovic © 2023 by Youtube
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Esta mañana me desperté con la noticia de su fallecimiento [Daniza Mastilović, Negotin, Yugoslavia, 1933; Dreieich, Hessen, Alemania, 15 de julio de 2023]. Había perdido de vista su carrera hace tiempo, pero creo que su nombre (conocido y respetado en varios países) merece al menos un breve recuerdo. La escuché y vi en dos países. Primero, en el mío natal, Argentina, donde cantó en tres temporadas tres de sus roles más frecuentes.

En el Teatro Colón debutó en 1970 con el tremendo rol de la Tintorera de La mujer sin sombra de Strauss, que había tenido un resonante éxito dos años antes y con la misma protagonista, la incomparable Ingrid Bjöner. Entonces el endiablado personaje de la mujer de Barak había sido uno de los grandes triunfos de la inolvidable (aunque hoy olvidada, me temo) Gladys Kuchta. Siempre con la impresionante dirección de Ferdinand Leitner y la estupenda puesta en escena de Ernst Poettgen, y con la misma temible Nodriza (Grace Hoffman) Mastilovic salió airosa de la comparación: si como actriz y en el fraseo era más convencional e incisiva que Kuchta vocalmente estaba a su par por la extensión, su centro y grave poderosos.

Lo mismo puede decirse de su Elektra straussiana de 1975, cuya antecesora había sido también Kuchta, dirigida por Leopold Hager, junto a Roberta Knie en Crisótemis y Hoffman como Clitemnestra. Poco antes la había visto en el Covent Garden de Londres (mi primera ópera allí) dedicada a la memoria de otra gran Elektra apenas fallecida, Amy Shuard, que también dejara su marca en el Colón, aunque no en este rol. La dirigía Colin Davis y con ella cantaban Berit Lindholm, Kerstin Meyer y Ragnar Ulfung entre otros nombres prestigiosos. Indudablemente fue su papel más exitoso y repetido que cantó también en el Met en el mismo año nada menos que junto a Astrid Varnay como Clitemnestra y repitió tres años más tarde dirigida por Erich Leinsdorf y con la Chrysotemis de Eva Marton.

Su otro repertorio frecuente estaba formado, obviamente como sucedía entonces, con roles de dramática o spinto del repertorio italiano, sobre todo la protagonista de Turandot y la terrible Abigaille de Nabucco, papeles que cantó también en Verona. Seguramente no brillaba de la misma manera, y en el Colón fue ese su único ‘tropiezo’ en 1972 junto a Cornell McNeil, Bonaldo Giaiotti y dirigidos por Fernando Previtali. Ni por técnica ni por estilo ni por articulación parecía pertenecer al mundo de Verdi y pese a su volumen y potencia (y sobre todo a que no remató la abrumadora cabaletta con el agudo esperado) no convenció. No sé qué ocurriría hoy, aunque creo que aquel juicio fue certero, viendo quiénes se atreven con la parte (recordemos las críticas de entonces a Birgit Nilsson en algunas de las veces en que cantaba sus amadas Tosca, Aída o Lady Macbeth).

Fue muy apreciada en el mundo lírico germánico (Austria y Alemania) aunque creo que en ningún momento se la llegó a considerar una ‘grande’. Tal vez se era demasiado estricto. 

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