Argentina
Un pacto fáustico diferente
Gustavo Gabriel Otero

Estrenada en el Teatro La Fenice, Venecia, en 1951, La carrera del libertino (The Rake's Progress) de Igor Stravinsy, narra un pacto fáustico levemente diferente. Un personaje diabólico, Nick Shadow, tienta al joven Tom Rakewell, corrompiéndolo, llevándolo a su perdición, a la insania y alejándolo de su verdadero amor, Anne Truelove. Aquí no hay cielo o infierno sino locura, un amor verdadero y el diablo, nuevamente burlado, no logra arrastrar al averno a su presa. Es una obra discursiva que se presentó en el Teatro Colón en tres temporadas diferentes: en 1959 (en italiano) y luego en su original inglés en 1977 y 2001.
Su retorno tuvo una nueva puesta en escena adecuada, del mismo artista que en 2001, Alfredo Arias, y alta calidad musical general.
La puesta de Alfredo Arias se desarrolló en un único marco escénico que evoca los ‘teatros o anfiteatros anatómicos’ de las facultades de medicina de hace unos siglos. Aquí Tom Rakewell es el objeto de estudio. La mesa de disección se transforma en asiento, grada, lugar de exposición de objetos, cama y, finalmente, tumba. Un gran reloj en el fondo se mueve avanzando en modo normal en ocasiones y en otras gira a velocidad como marcando la carrera de este libertino.
La idea de la puesta a priori era razonable pero con el correr de la noche el escenario único resultó tedioso e incapaz de ubicar en tiempo y espacio los ocho lugares diferentes en los que se desenvuelve la acción. Y no se logró concretar adecuadamente la idea del protagonista objeto de estudio.
No obstante Alfredo Arias fue muy prolijo en la marcación actoral que fue llevada a cabo por solistas, coro y figurantes de la mejor manera. Solo cabe preguntarse si era necesario colocar sobre la escena a tanta cantidad de figurantes. Párrafo aparte para el ‘cameo’ del propio Arias que en el final de la primera parte (en realidad el cuadro segundo del segundo acto) lleva a Baba la Turca de la mano en su paseo mostrando su barba. Aquí estará Arias vestido igual que en los saludos finales: sombrero blanco, anteojos negros y pantalón gris con saco azul.
Magnífica la escenografía pensada por Julia Freid en acuerdo con Alfredo Arias y de resaltar el gran trabajo de los artesanos del Teatro Colón que llevaron a la escena este teatro anatómico con sus gradas en madera lustrada, ventanas, puertas, la gran claraboya y la mesa de mármol; todo de una factura impecable.
Ecléctico y refinado el vestuario de Julio Suárez, que conjuga elementos de época con trajes actuales para el coro y de diverso anclaje para los figurantes, con una amplia gama de colores que contrasta con la madera de la escenografía.
Correcta la iluminación de Matías Sendón, con varios cambios de climas pero que no ayudaron a superar el tedio de una puesta monocorde.
Charles Dutoit condujo con mano segura a la Orquesta Estable logrando extraer lo mejor de cada uno de sus miembros. Supo cuidar el balance entre el foso y la escena y obtener las texturas tímbricas adecuadas en cada momento de la partitura. Se pudieron diferenciar los diferentes planos sonoros con precisión destacando desde la sutileza de algunos momentos al dramatismo de otros.
Para el brillante resultado musical se obtuvo el concurso de cantantes que fueron casi perfectos para sus roles y con la experta mano del maestro Dutoit se los notaba seguros y compenetrados.
En el protagónico el tenor Ben Bliss mostró su bello color vocal, la amplitud de su registro y su eficacia interpretativa. Christopher Purves conjugó como Nick Shadow eficacia escénica y perfección vocal. Andrea Carroll fue Anne Trulove, su belleza de timbre y su perfecta emisión resultaron ideales para el rol.
Una noche de verdadero triunfo para los tres protagonistas principales.
Patricia Bardon sólo fue una correcta Baba the Turk, de la cual se esperaba mucho más a juzgar por su historial y su carrera.
Los locales aportaron profesionalismo y calidad al elenco. Así Hernán Iturralde fue impecable en la personificación de Trulove. Alejandra Malvino brindó toda su experiencia al componer a Mother Goose. Darío Schmunck (Sellem) aportó su calidad vocal y su seguridad mientras que Alejandro Spies en el breve rol de un guardián de manicomio demostró, nuevamente, sus buenas condiciones vocales.
El coro estable, preparado por Miguel Ángel Martínez, tuvo una noche impecable.
En suma: una bienvenida vuelta de este libertino con gran calidad musical.
Comentarios