España - Cantabria
Un producto bien preparado
Maruxa Baliñas
La mítica coreógrafa Mariemma (Guillermina Teodosia Martínez Cabrejas, 1917-2008) distinguía cuatro modalidades de danza española -escuela bolera, danza estilizada, flamenco y folclore- y las cuatro desfilaron ordenadamente por este espectáculo titulado Querencia, en el sentido de "inclinación o tendencia de las personas a volver al sitio en que se han criado o tienen costumbre de acudir". Y supongo que ese es el hilo conductor de esta nueva producción de Antonio Najarro (Madrid, 1975), la sexta -creo- desde que creó compañía propia en 2002 (actualmente la Compañía Antonio Najarro tiene su sede en Pozuelo de Alarcón, en las cercanías de Madrid).
Aunque en el norte de España este término de 'querencia' es poco utilizado (preferimos hablar francamente de cariño), la intención de Najarro a la hora de concebir este espectáculo está claro y así lo explica él en su página web: "el deseo de revisitar sus orígenes, de recuperar y ensalzar la inspiración del lenguaje de los grandes ballets coreográficos que en su día hicieron grandes a figuras como Antonio Ruiz Soler, Mariemma, entre otros" [Najarro no cita a Vicente Escudero, del que me pareció ver también bastantes elementos]. Un concepto no muy distinto del presentado apenas dos días antes en este mismo Festival Internacional de Santander por el cantaor Israel Fernández y el guitarrista Diego del Morao con su espectáculo Ópera flamenca.
Este tipo de vueltas al pasado son siempre una cuestión difícil, por la tensión necesaria entre respetar la tradición y al mismo tiempo ser creador y adaptarse a los tiempos y el público actual. No tengo claro que Najarro lo haya conseguido en esta ocasión. Querencia es un espectáculo enormemente atractivo, que me encantó mientras lo veía y me hizo pensar en la necesidad de crear más producciones así, capaces de contentar al público 'patrio' y al tiempo exportar una imagen de la danza española tan brillante y bien hecha. Y esa idea de que era un producto 'para los de fuera' me volvió con demasiada frecuencia a la cabeza. 'Demasiada' es el adjetivo clave porque cuando veía Querencia desde un punto de vista 'histórico' me gustaba, cuando lo veía desde un punto de vista 'técnico' me gustaba, cuando lo veía desde la 'producción' me convencía aún más ... pero en muy pocos momentos llegué a sentir algo propio, personal.
No cabe duda de que Najarro es un gran coreógrafo y director de compañía -entre otras cosas lo fue del Ballet Nacional de España entre 2011 y 2019- pero me he quedado con ganas de ver otras producciones suyas, especialmente la penúltima, Alento (2020), que realizó inmediatamente después de dejar el Ballet Nacional de España, para ver si resulta más expresiva o esta relativa frialdad emocional es propia de Najarro.
Una vez planteada la principal tacha que le pongo a Querencia, sólo me queda añadir elogios. Precioso el vestuario diseñado por Yaiza Pinillos, que huye además de los sempiternos rojos y negros (con algo de amarillo) que suelen asociarse al flamenco y baile andaluz. Uno de los títulos que había pensado para esta reseña fue el de 'Las Venus de bronce' en homenaje a esta poco conocida bailarina española y al color predominante en Querencia o por lo menos el que más me impresionó, los tonos negro y bronce que sumados a la iluminación a menudo 'oscura' de Pau Fullana y los originales mantones de Pertíñez y María Calderón nos dieron algunos de los momentos más bellos plásticamente. Realmente lograda la parte musical, lógicamente pregrabada, un encargo al compositor -y pianista- Moisés Sánchez (Madrid, 1979) e interpretada por la Orquesta de Extremadura: una partitura muy efectiva, limpia y brillante, y sobre todo decorosa, en el sentido de que se adecuaba perfectamente a su objetivo que en el caso del ballet (o en la música cinematográfica) es precisamente no destacar por encima de sus protagonistas.
Calidad muy alta en los bailarines técnica y expresivamente. Me quedé con los nombres de Tania Martín que en el Cuadro II dió toda una lección de mover una gran falda y lució su taconeo; de Carlos Romero y su solo en el Cuadro VI (que me recordó, sobre todo cuando hace girar su capa como un derviche, a Jean Börlin); pero sin duda mi favorito fue Daniel Ramos en el Cuadro IV, con un legato poco habitual en la danza española y -junto con su pareja Celia Ñacle- una visión muy fresca del estilo bolero, y sobre todo en el Cuadro X, un solo donde representa el rol de 'loco soñador'. Pero toda la compañía en general merece el aplauso, tanto cuando tocaba taconear o tocar castañuelas como acercarse al estilo norteamericano al modo de Escudero y sobre todo Antonio (Cuadro V, especialmente).
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