Francia
Decepcionante Fille de Madame Angot
Francisco Leonarte
Hace tres años el público parisino pudo asistir a la versión en concierto de esta misma obra en el Teatro de los Campos-Elíseos con una estupenda distribución que encabezaban Anne-Catherine , la misma Véronique y .
Y todo el mundo salió felicísimo: gracias a unos intérpretes idóneos, con tanto talento como saber-hacer, la encantadora música de brillaba, diestramente tejida en torno a un libreto inteligente que, bajo su apariencia de jugueteo banal, con muchas puyitas al sistema político, con su transposición a la época del Directorio dejaba bien clara la alusión a la situación del momento del estreno: por una parte el general Boulanger era una seria opción anti-republicana para buena parte de los franceses, por otra parte la clase obrera había sido pisoteada tras la Comuna, y encima los escándalos sexuales y crematísticos salpicaban ya a la joven Tercera República Francesa. Tensiones extremas entre izquierdas y derechas, escándalos de corrupción: No sé si a ustedes también les suena a rabiosa actualidad...
Sin embargo, tras la reciente producción de la Opéra-Comique, buena parte del público ha salido entre enfadado y decepcionado.
Orquesta y coro de buen nivel
Si a algo o a alguien se puede achacar la decepción del público ante la recién estrenada producción de La hija de madame Angot en la Opera-Comique, desde luego no es ni a la orquesta ni a su director. No siempre
resulta convincente, pero muchas veces da en el clavo, y en este caso resulta impecable.La orquesta suena límpida, resaltando el buen oficio de Lecoq como compositor. Los tempi fluyen, las melodías cantan, el volumen es más que correcto sin nunca invadir el espacio canoro. Niquet posee un auténtico sentido de la música popular del siglo XIX.
El coro suena bien timbrado y actoralmente se presta a las peticiones del director de escena aunque no siempre resulte inteligible.
El difícil arte de cantar opera-comique y opereta
Julien , encargado de asumir la parte de Ange Pitou, es un apreciable cantante de ópera, pero al parecer no de ópera-comique. Le falta gracia, inteligibilidad, fraseo, desparpajo. Estamos ante el mismo problema que denuncian en la zarzuela española especialistas de la interpretación anterior a los años 50 como .
Por el contrario, Pierre Derhet como Pomponnet resulta impecable por volumen, por inteligibilidad, por vis cómica. Es en efecto uno de los pocos que consiguen que su personaje viva y su parte (tanto texto como música) brille, a pesar de los gags bobalicones que la puesta en escena de Brunel le impone.
No es el caso de Hélène , que se queda corta en los graves, le falta picante, su voz no agarra bien el espacio sonoro, no siempre se entiende lo que canta -cierto es que la puesta en escena no ayuda, con sus idiotas coreografías y sus subidas y bajadas por unos decorados inconfortabilísmos...
La joven Floriane Derthe asume Amarante y Hersilie. Pero ofreciéndole estos papeles, en realidad la Opera-Comique le ha hecho un flaco favor. En vez de brillar, Derthe queda muy justita. Tiene en efecto a su cargo uno de los momentos más conocidos de la obra, el raconto de la vida de madame Angot, personaje mítico del París de finales del siglo XVIII, típica de la “gouaille parisienne”, el equivalente de la castiza madrileña, si se quiere, o de otros estereotipos de mujer del pueblo, fuerte, libre (a veces hasta maleducada) que con distintas características se han forjado en todas las capitales del mundo. Se echó pues en falta una voz más grande, de más tronío, con más tablas.
Saludemos al impecable Larivaudière de Matthieu . Buen volumen, estilo , inteligibilidad, elegancia para componer un personaje entre cómico y perverso sin perder los papeles. Bravo
Citemos también a Antoine como Louchard en su pequeño papel, cantado e interpretado con soltura.
En cuanto a la admirada y admirable Véronique Gens, evoluciona a lo largo de la obra. Fuerza es reconocer que sus primeras intervenciones quedan desdibujadas. Por primera vez en varios años no es posible entender lo que dice (la puesta en escena, que le obliga a proyectar hacia abajo y a moverse constantemente, tampoco ayuda). Va ganando en seguridad y en inteligibilidad a lo largo de la obra, para (volver a ) estar magnífica al final. Pero uno se pregunta por qué milagro -o contra-milagro- una magnífica intérprete resulta al principio tan poco convincente...
Hay una explicación.
Puesta en escena irritante y contraproducente
Irritante. Cuando se plantea el debate sobre el respeto al libreto original, no se trata de cambio o no de época, sino de ser fiel al espíritu y a la letra y música, eso comporta no añadir gags tontos que sólo molestan sin añadir nada al sentido.
Dos ejemplos. El aria de entrada de Pomponnet. La bonita música prevista por Lecoq, con la metáfora picante que asimila «ramo de azahar» a «virginidad de la novia», se ve entorpecida por un gag (que no hace reír a nadie y que sin embargo se repite dos o tres veces) entre Pomponnet que quiere abrir una puerta y Clarisse que no le deja. La metáfora prevista por el libretista, muy clara en la época pero que hoy no todo el mundo capta, pasa desapercibida. Y la música también.
El aria de entrada de Ange Pitou. Modelo de gracia a la francesa. Behr parece no querer bajarse de su impostación operística: sea. Pero es que además de un lado y otro, el director de escena le pone a las dos mujeres entre las que duda -o las dos que le atraen- y que en principio nada tienen que hacer en escena.
El espacio de la reflexión teatral del personaje (reflexión que es asimilable a comunicación del personaje con el público) se convierte en una suerte de semi-diálogo con dos personajes que no existen sino en la imaginación del cantante, pero sí existen porque a renglón seguido Clarisse se dirige directamente a Pitou: un lío. Y una incoherencia (otra más) en esta puesta en escena tontorrona, pretenciosa e irritante.
¿Pretenciosa? Juzguen ustedes. Ya desde la preciosa obertura, nos asesta a un tipo escribiendo un eslogan. Aquello no tiene nada que ver con la obra, e incluso molesta el disfrute de la preciosa música de Lecoq, pero eso poco le importa al director de escena. Además todos los eslogans que irán apareciendo a lo largo de la obra son un summum de ñoñería, dignos de figurar en taza de desayuno hecha en China y en venta en locales turísticos, del tipo «Tomad vuestros sueños por realidades», o «Mañana queda anulado», de esas frases que se pretenden poéticas y que por manidas y poco comprometidas se convierten en auténticas cursiladas.
Y es que Brunel se siente obligado a realizar una transposición: ¿ ? ¡Pero si ya los autores originales la habían transpuesto al Directorio (la época entre el 'Terror de Robespierre' y la 'Toma del poder por Napoleón')! ¿Por qué transponer la transposición? ¿El espectador de 2023 es más idiota que el de 1872? ¿Y por qué transponer a los años 1960, es decir hace la friolera de sesenta años (máxime cuando, para no mojarse, Brunel viste al cantante defensor de la realeza Ange Pitou (personaje histórico) como en 1795)?
O se transpone a la actualidad -que hay materia- o no se transpone. El transponerlo a los años 1960 no añade nada y sí quita la referencia -presente en la música- al final del siglo XVIII.
También la escenografía es pretenciosa y dificultante. El segundo acto, según Brunel, transcurre en un cine en vez del salón original, cosa que obliga constantemente a subir y bajar gradas. En vez de figurar una calle, el decorado del primer acto es un complejo armatoste de cuatro pisos en que los cantantes han de subir y bajar constantemente. Tanto un decorado como el otro han debido de costar una pasta gansa, pero eso no parece importarle a nadie.
Y como es imposible bailar sobre las gradas de un cine, el precioso vals «Tourne tourne» se convierte en un cuadro donde las parejas se magrean, haciendo caso omiso del libreto y de la música...
Eso sin contar con las morcillas, exentas de toda gracia, como la referencia a la propina a los acomodadores (que hace ya muchos años que no es admitida en Opera-comique) o la referencia a un perro que no existe. Y sin contar con el insoportable uso del megáfono: en una sala pequeña y de acústica rica como es Opera-Comique, el sonido del megáfono es muy muy desagradable…
Público y producción
Con esto, el público que conocía la obra sale muy decepcionado de haber visto una suerte de sucedáneo, y el que no conocía la obra sale pensando que es una obra que no vale mucho, con un libreto tonto y una música simplemente agradable. Y esto último es lo que difícilmente se le puede perdonar a Brunel.
Señalemos de pasada que Richard Brunel es también director de la Ópera de Lyon. Y que (oh casualidad) la Ópera de Lyon cofinancia la producción ... Algo huele a podrido en el reino de las casas de ópera...
Éxito muy moderado pues el de ayer (máxime si tenemos en cuenta que siendo día de debut aquello debía de estar lleno de amigos y familiares) para unos cantantes sin cuajo y una puesta en escena idiota que no les ayuda y que impide que brille como es debido esta joyita del género Opera-Comique: o del género Opereta, si se quiere, porque ésta es hija de aquélla y los límites entre una y otra no siempre están claros ...
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