Estados Unidos
Paga lo que desees
Roberto San Juan
En su habitual sede de Miami Beach, una bella sala de conciertos con una atractiva iluminación en un moderno edificio diseñado por el arquitecto Frank Gehry, la New World Symphony de Miami inauguró su temporada número 36 con dos conciertos cuyas entradas no tuvieron precio definido, sino abierto, donde cada cual pagaba por el ticket lo que considerase, quisiera o pudiera.
En el primero de los conciertos, celebrado el pasado 16 de
septiembre, la orquesta presentó un variado programa con música de Hailstork,
Ibert, Britten y Debussy y con el color azul -mar y cielo- como hilo conductor.
En el podio, el recién nombrado director artístico de la formación Stéphane
Denève. Para el concierto de hoy, el anunciado Michael Tilson Thomas -titular de la formación durante 35 años- tuvo que
cancelar su presencia por motivos de salud y fue sustituido por un entregado Andrew
Grams. El programa se mantuvo inalterado.
La recaudación de ambos
conciertos será destinada a apoyar a los miembros de la orquesta, formada por jóvenes
recién graduados de conservatorios y facultades de música de todo el país.
Con una duración de unos ocho minutos, Shango Memory es una
interesante obra compuesta en 1995 por el afroamericano Olly Wilson (1937-2018)
para conmemorar el 150 aniversario de la New York Philharmonic. En palabras de
Wilson, la pieza fue compuesta tras una estancia de un año en Ghana y
reinterpreta algunos de los conceptos musicales del África Occidental que,
trasladados al contexto americano, sirvieron de base para la música
afroamericana posterior. La plantilla orquestal es amplia y abunda en el
efectismo sonoro, con una rítmica compleja que obligó a emplearse a fondo a un
director brillante, de gesto útil y siempre muy pendiente de la partitura.
Tras los oportunos reajustes de espacios, sonaron impecables en el piano los primeros compases de la introducción con la que se inicia el ‘Allegro’ del Concierto nº 5 de Beethoven. No sé si fue cosa del piano -un magnífico Steinway-, del pianista -la calidad y calidez del sonido de Andsnes son indiscutibles-, o de ambos, pero esos compases introductorios me resultaron especialmente bellos, con un sonido rico y brillante, de timbre aterciopelado en las tres breves cadencias iniciales en el teclado. Con una gestualidad desbordante, el director guio a la orquesta con maestría y consiguió un sonido muy cuidado en la cuerda, con dinámicas bien graduadas.
En algunos pasajes, sin
embargo, donde la melodía está en la madera y el piano acompaña, o bien al inicio
de la reexposición, donde el piano es acompañado por la cuerda en pizzicato, creo que el director
subestimó la potencia sonora del piano con la tapa abierta, y el sonido
orquestal quedó parcialmente oculto. El segundo movimiento, ‘Adagio un poco
mosso’, se inició con una magnífica entrada de la cuerda y se caracterizó por
un fraseo intenso y expresivo, que compensó alguna entrada de las trompas menos
precisa. Andsnes se convirtió en un aliado del director en el ‘Rondo: Allegro’
final, y el respeto y compenetración entre ambos definió el marco en el que una
orquesta entregada brilló con luz propia.
Los aplausos del público a la
orquesta y al pianista fueron generosos y merecidos. Andsnes respondió con la
interpretación de una obra de Brahms, compositor que sonaría en la segunda
parte, tras el descanso. Concretamente, el Capriccio
en Sol menor, tercera de las 7
Fantasías para piano Op. 116.
Brahms compuso su Cuarteto con piano nº1 en 1861 y casi 80
años más tarde, en 1937, el compositor Arnold Schoenberg lo transcribió para
orquesta. Schoenberg escribió que su intención era permanecer estrictamente
fiel al estilo de Brahms y no ir más allá de donde el célebre compositor de
Hamburgo habría ido si hubiera sido coetáneo del propio Schoenberg. Es difícil,
sin embargo, aventurar cómo habría sido el estilo compositivo orquestal de
Brahms de haber vivido 80 años más tarde, aunque sí parece claro que algunos
pasajes de la partitura orquestal de Schoenberg se alejan del estilo brahmsiano,
especialmente en el ‘Rondo’.
Del ‘Allegro’ inicial destacaría
la riquísima tímbrica orquestal y la amplia dinámica desplegada por la orquesta,
que dio muestras de nuevo de un sonido muy cuidado. El movimiento concluye con
un extenso diminuendo orquestal muy
bien ejecutado, como también lo fue el pasaje similar al final del ‘Andante con
moto’, que sonó noble y ampuloso. Entre ambos movimientos, el viento, tanto
madera como metal, se lució en el ‘Intermezzo: Allegro ma non troppo’. El último movimiento, ‘Rondo alla zingarese:
Presto’ muestra la riqueza armónica y rítmica del cuarteto original amplificada
a gran escala en el medio orquestal. El director, de nuevo, no dejó pasar por
alto ningún detalle, dirigiéndose activamente a un determinado instrumento o
sección orquestal, por ejemplo, en las indicaciones de vibrato para los violines.
En las rondas de aplausos Grams
levantó a los principales de cada sección instrumental para que recibieran el
particular reconocimiento del público por el buen trabajo realizado.
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