Una jirafa en Copenhague

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Entrevista intrapersonal confrontada: Omar Jerez con Gustavo Sierra

Omar Jerez
miércoles, 8 de noviembre de 2023
Gustavo Sierra © 2023 by Julia Martínez Fernández Gustavo Sierra © 2023 by Julia Martínez Fernández
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En Francia tienen a Michel Houllebecq, en Estados Unidos a Chuck Palahniuk, y Gustavo Sierra es una hibridación literaria de ambos titanes en versión española.

Prólogo de Queca

Queca* muestra por momentos el pulso narrativo de Houllebecq, sin dejar las descripciones estomagantes del maestro Palahniuk.

¿Eres menor de 18 años?

¿Eres un capillita de misa diaria?

¿Las parafilias te parecen algo perturbador?

Este es el libro que no debes comprar.

Dicho esto la novela Queca se muestra como una rareza arqueológica que aborda las aventuras y desventuras de sus protagonistas Miki y Megumi.

Un inesperado regalo traido de Japón de la hermana de Miki se muestra como algo risible, juguetón y sin aparente efectos colaterales.

¿He dicho un regalo risible, juguetón y sin efectos colaterales?

El regalo es más bien un movimiento sísmico en Escala Ritcher 9.1

Miki descubre con estupor y cierto desagrado que su regalo envenenado es una muñeca hiperrealista (Megumi), lo que en un principio se convierte en una broma macabra de la hermana de Miki y su cuñado, adquiere tintes de un proyecto de vida por parte del protagonista.

Según va avanzando la novela, Miki y su nueva adquisición adquiere grados de afectividad en un especie de poesía inenarrable que hará las delicias de los lectores más exigentes.

La soledad, el humor, el amor, el desamparo, la ternura y la búsqueda de identidad son el hilo conductor entre Miki y Megumi.

Una vez leída Queca me gustaría reformular una cuestión colectivamente ¿Existe una ley de Newton donde determine que no se pueda dar una interrelación espiritual, emocional o sensitiva entre un homo sapiens (Miki) y una muñeca hiperrealista (Megumi)?

Ser juez y parte es algo que desde nuestro sistema de creencias eurocentristas hacemos de manera habitual para criminalizar lo que consideramos apto o no apto, en un claro ejercicio de ignorancia que nos lleva a padecer mayoritariamente el conocido efecto Dunning-Kruger.

Gustavo Sierra. © 2023 by Julia Martínez Fernández.Gustavo Sierra. © 2023 by Julia Martínez Fernández.

Gustavo Sierra ha realizado un trabajo inédito literariamente hablando, donde no solo te obliga a leerlo cómo una novela de ficción, sino que tiene la habilidad para hacer un tratado de antropología y psicología con un sentido de la responsabilidad abrumador.

Un frase de la obra Queca es un epitafio, una hoja leída es un ejercicio de sublimidad, la obra completa es una obra maestra de la metanarrativa.

Omar Jerez

Entrevista intrapersonal confrontada: Omar Jerez con Gustavo Sierra

1 – ¿Cuál sería el eje sobre el que se articula el libro?

Principalmente, diría que la soledad y sus distintas percepciones. Una persona está sola; eso es indiscutible. Sin embargo, me temo que la sociedad no percibe las soledades de la misma manera: es distinta la del hombre y la de la mujer, la de las personas pobres y la de las personas ricas, la de la gente atractiva y la de la gente no considerada como tal. 

En algunos de estos aspectos se da por sentado que en unos es una soledad voluntaria y en otros impuesta y, además, porque de algún modo se lo merezcan. Así, lo que en unos parece una determinación voluntaria digna de admiración, en otros, es sinónimo de vergüenza y escarnio. Y luego estaría qué es eso de soledad voluntaria y su romantización. Miki, el protagonista, aun estando de acuerdo con el derecho a estar solo, critica que los que hacen esa romantización, en muchos casos, están solos un rato, cuando quieren, y luego pueden volver a sus relaciones. 

Te puedes imaginar estar solo como un panorama idílico en el que alguien se relaja frente a un prado verde con montañas al fondo; pero quien está solo de verdad no apreciará dicho pasaje. En su caso, la soledad es un escollo que lo lleva a una espiral de desesperación y una condena a repetir los mismos errores siempre. Es como querer cruzar un laberinto y equivocarse siempre en la misma bifurcación. Todo eso lleva al solitario a hacer cosas extravagantes o deplorables, pero también a adjudicarle acometer esas cosas aun no siendo verdad.

En definitiva, es como estar en medio del mar y agarrarte a lo primero que pase, que en el caso de Miki es una muñeca sexual.

2 – Habla también de primeras (y falsas) impresiones y prejuicios. ¿Cómo aparece?

Gustavo Sierra, «Queca». © 2023 by Libros Indie.Gustavo Sierra, «Queca». © 2023 by Libros Indie.

Los dos temas se relacionan, como ya has visto arriba. El desencadenante de la historia es el prejuicio que tiene Cuqui, el cuñado, hacia Miki: dadas sus características físicas, su soledad y su desastroso historial amoroso, decide regalarle una muñeca sexual porque, siempre desde la opinión de Miki, es el único tipo de mujer con el que va a poder estar, y espera que en cuanto lo dejen solo lo hará con Megumi, la muñeca. Y esa es una de las razones por las que Miki se resistirá a hacerlo, de una manera espartana. No quiere confirmar ese prejuicio sobre él, y tampoco atravesar lo que juzga un portal a la perdición sin remedio.

Miki representa un poco todo el conjunto de falsas impresiones y prejuicios que se pueden atribuir a una persona. Está soltero y se siente solo, pero en algún momento sacará a relucir el orgullo y dejará en claro que no se vende barato y se tiene alguna estima; disfruta del erotismo, del porno blando y del onanismo consecuente, pero respeta a las mujeres, se declara feminista y es contrario a la prostitución. Además, cuando Megumi cobra vida, es consciente de que poca gente dará credibilidad a la sinceridad de una relación entre dos físicos tan dispares y con gran diferencia de edad por medio.

Hubo una anécdota con lo que iba a ser la portada y terminó siendo una ilustración final: el dibujo de Álex Carvil, que representa la escena en la que Miki sucumbe ante Megumi, la muñeca. El problema es que era muy difícil hacer notar que no es una mujer, y daba una impresión muy fea. 

A mí me hizo gracia porque en parte de todo esto va el libro, de apariencias, y sabrán perdonarme, pero a veces pienso que si Miki hubiera tenido otro físico no habría parecido un abuso (de todas formas, entendí que una portada tan escabrosa en apariencia podría acarrearnos problemas de distribución y exhibición pública; no somos ni tan famosos ni tan guays, y tampoco buscamos provocar solo por provocar). 

El artista solucionó el problema haciendo a Megumi algo abstracta. En cuanto al libro, quiero decir que es posible que la historia hubiera sido distinta si Miki hubiera tenido un físico más acorde a los cánones estéticos; tal vez dieran por supuesto que está solo porque le da la gana y no se le hubiera ocurrido a Cuqui infligirle esa humillación.

3 – ¿Es posible sentir por un objeto, más que apego, verdadero amor?

Es posible, sí. Incluso obsesión. Vivimos rodeados de objetos que pueden tener alguna carga simbólica. Miki enumera, en un pasaje, el coche donde alguien viajaba con su pareja, la cuna en la que unos padres acunaron a sus hijos, o las fotos rotas de un desamor. Una persona siente un apego muy profundo hacia aquellos objetos que le hacen sentir bien (en mi caso, los libros; a veces les hablo). Y ya si hablamos de algo que representa una persona y a la que le atribuimos, aunque sea con plena consciencia del engaño, facultades y sentimientos humanos, ni te cuento. 

Nunca he tenido la experiencia como tal, pero, basándome en noticias (espantosas) de hombres que mantenían relaciones sentimentales con sus muñecas sexuales, lo sinteticé e intenté imaginármelo. El truco es fácil desde la escritura: olvidar, como hace Miki, que es una muñeca. Hay un poco de Feuerbach en todo esto, el filósofo alemán que predicaba que la humanidad enajenó de sí sus virtudes y las proyectó en sus dioses; de manera que esas muñecas son lo que esas personas quieren que sean, y tal vez lo que hacen sea reflejarse en ellas a sí mismos.

4 – ¿Crees que en la vida real a Miki lo hubieran tratado así los medios de comunicación y las redes sociales?

No. Peor. Constato con asco la última moda de algunos periódicos en las redes sociales: una sección en la que se ridiculiza a gente por algo que dijeron, hicieron, o por cómo son, al haberse manifestado en las redes sociales. «Vegana dice tal», «Turista no se cree que lo que sea», «Mujer abandona a su marido por creer que tiene un romance con un actor»: es obvio que esa mujer tiene un desequilibrio, y los demás saben a lo que se exponen al hacer sus manifestaciones públicas, lo cual tampoco nos da un derecho para insultar o humillar; al redactor le importa una mierda, al director del periódico más de lo mismo, y ninguno se asoma a ver las repugnantes reacciones que ha producido su noticia. 

Imagínate, pues, este: «Hombre asegura tener una relación sentimental con su muñeca del amor», e ilústralo con una persona con el físico de Miki; deduce cuáles serán las reacciones y los comentarios de los que lo lean, probablemente similares a las que me invento cuando Miki decide sacar a la luz su relación con lo que el mundo cree una muñeca y él sabe una mujer.

Aparte de esas secciones en las ediciones digitales de los diarios, tienes los matinés, dirigidos en especial a la población mayor. Ahí es que ves de todo, y entre ello la ridiculización pública de gente que se sale de lo normal, que, como están deseando ser el centro de atención, se prestan a la ridiculización pública, aunque lo más posible es que no sean conscientes y se queden tan felices. Como sociedad responsable o que lo intenta, pienso que todos deberíamos desertar y dar la espalda a todo contenido que de alguna manera pretenda ridiculizar a una persona, por muy grotesca o absurda que parezcan sus declaraciones o ella misma.

5 –«Friki», ¿es un insulto, un halago o un término neutro?

Reconozco ser un poco injusto con este término, cuando yo mismo tengo algo de friki. En sentido positivo, un friki es un apasionado de la ficción fantástica en varias de sus vertientes. En sentido negativo, recuperando el significado más originario de la palabra inglesa (raro, monstruo…), para mí es otra cosa: para mí es cuando llevas al extremo una afición o devoción por algo, tanto que hasta lo vuelves grotesco; desde la afición por el fútbol hasta la pasión religiosa y la intransigencia política o el patriotismo. 

¿O es que en cierto sentido no eran (son) los fascistas, y sobre todo los nazis, frikis haciendo política? Párate a pensar: desfiles con disfraces, alusiones a un pasado glorioso y heroico, la insistencia con ciertas figuras con las que identificarse, devoción por señores con bigote…

Eso sí, nunca me verás utilizar este término como insulto a personas a las que no les gusten los deportes, amen la ciencia, la tecnología y la ficción fantástica, lleven gafas, no tengan una constitución potente, o lo que sea. Primero, soy uno de ellos, y lo plasmo en lo que dice Miki: la televisión y el cine presentó una imagen cruel y distorsionada de estas personas (chicas y chicos). 

La televisión y el cine de importación estadounidense impuso unos modelos ofensivos sobre ellos: gafas de pasta, ropa de abuelo, cortes de pelo caseros, hablar gangoso, timidez extrema, postura encorvada, ortodoncias y ortopedias, cierto grado de grima y, para rematarlo, desprecio y aires de superioridad a los que no son como ellos (y así te puedes reír tranquilo cuando les hacen mil putadas). 

No, nadie se reía con simpatía de Screech y Urkel; lo hacían (hacíamos) con algo más parecido al desprecio. Y eso que hoy en día todos somos frikis, de algún u otro modo. Por suerte, vino The Big Bang Theory a redimirlos y exponer su punto de vista con mucho humor, ironía e incluso autocrítica.

Aunque sí tengo cierto desprecio por esos que se encuentran en un punto del friki, como tal, que devienen en repugnantes misóginos e incluso homófobos, y todo porque piensan que el feminismo es el culpable de que no tengan novias. 

Son unos intransigentes que reaccionan con rabia ciega cuando su mundo (aficiones) se ve invadido por otra cosa que no sea lo viril y heterosexual, y aquí muchos acaban identificándose con el matón que los torturaba en el instituto, y no sé si son conscientes. 

Miki hace esta crítica cuando se ve atrapado en sus contradicciones, y llega a la conclusión de que, en muchos casos, friki come friki: vuelcan sus frustraciones contra el que es más débil, sea en otro friki, en los homosexuales (las lesbianas no; siempre que estén cañón, les gustan), en las mujeres o en las personas trans, y otros. Aunque, por otro lado, pienso que cierto feminismo (dejémoslo así) podría mostrarse un poco más comprensivo con lo que llaman incels e intentar explicar, desde el diálogo, cuál es la situación, y no hacer bromitas de red flag en redes sociales. A fin de cuentas, también hay mujeres que pueden ser muy crueles y actuar por mero egoísmo.

6 –¿Se puede tener una conducta erótica sin perder el respeto hacia una persona?

Es lo que pienso y uno de los motivos principales de Queca. Al día te puedes cruzar con muchas personas que te resulten atractivas físicamente, pero lo normal es no asediar a nadie. (Dependiendo de los contextos, puedes entregar un número de teléfono, un correo electrónico, o intentar entablar una conversación). Este es el primer nivel. 

El segundo nivel es cuando lo que tienes de las personas atractivas es su sugerente imagen para tu deleite (se haga con ese deleite lo que se quiera hacer; no me refiero solo a la masturbación, también se puede ejercer de formas artísticas). Digamos que, por un milagro, atisbas a esa misma persona; ¿qué harás? Lo suyo, siento decirlo, es callarse. Tal vez a esa persona no le interese saber que le gustas ni, mucho menos, de qué manera te deleitas con su imagen. (Vale, un autógrafo o un selfi sí, es aceptable). Quiero decir que está bien practicar ese deleite, pero siempre sin perder de vista que es una imagen, no la persona, y a la persona se la respeta sí o sí.

Miki, por su parte, tiene ese sentir. Es una muñeca, vale (se dice), pero representa a una mujer, a una persona, que despierta su libido, la modelo Reon Kadena. Miki no quiere repetir los actos vergonzantes que su cuñado realizó al descubrírsela, por lo que resistirá hasta el final usarla como se debe usar, en principio. 

Tiene cierta conciencia feminista y humanista, y no acaba de ver bien realizar sexo con ella sin su consentimiento. Lo que pasa es que su solución es peor: siendo aún muñeca, la convierte en su pareja, y además una pareja que le importa y por eso va paso a paso. Contribuye a esto que tenga esa apariencia tan realista; la soledad hace el resto. Miki realiza una proyección aun sabiendo que solo es una muñeca en ese instante.

7 – Esta es tu tercera novela. ¿Hay algo que se repita en ellas?

Hay algo interesante que hago en los libros que llevo escritos, incluso en los no publicados: cuatro guiños o motivos. El primero es la presencia de la música: en Billy («algo es algo») los nombres de los capítulos son líneas de canciones protesta de los años 60 y 70; en Redención (Nuestro último baile) aparecen muchas canciones con su simbolismo y un homenaje a Freddie Mercury; y en Queca hay una canción que sirve de hilo conductor: De cartón piedra, de Joan Manuel Serrat, que narra su historia de amor con un maniquí. También está la presencia de otras dos canciones, cada una en un momento crucial: Feeling Good, de Nina Simone (ídola de Miki), y La bien pagá, interpretada por Miguel de Molina.

El segundo es un guiño a la saga El padrino. En Billy, la mujer del ex inspector Guillermo Niño comienza a plantearse cosas tras ver la escena final de la primera; en Redención, el proxeneta Pietro Castello amenaza con el dicho que Vito Corleone dice en la segunda entrega: io nun moscordo (siciliano: «yo no olvido»); en Queca, Miki tiene la epifanía de Michael dándole el beso de la muerte a Fredo al descubrir su traición, cuando él mismo es traicionado.

El tercero es la aparición de alguna especie de tribunal. En Billy, el juicio hacia el inspector Niño por sus torturas; en Redención, cuando Susi es juzgada por el tribunal de la secta Cónclave; y en Queca también aparece algo parecido. Supongo que me llama la atención que un grupo de personas, presumiblemente competentes, se reúnan para someter a alguien a un examen y dar un dictamen con consecuencias.

Y el cuarto es una fijación por Japón que se manifiesta de una forma u otra. En Billy, pongo en una parte que aquellos militares y políticos fascistas que estaban siempre con el honor en la boca no eran, ni de lejos, samuráis, pues de serlo deberían haberse hecho el seppuku por deshonor. En Redención se encarna en la figura del inspector Jaime Santos: un policía español de ascendencia y rasgos japoneses que vive obsesionado con los samuráis y con su herencia cultural. Y en Queca lo hace en la figura de Megumi, que es la de la modelo y actriz Reon Kadena. 

Ya quedó sentado que Miki es un poco friki, así que, como buen friki, le encanta Japón: el manga, el anime, las gravure idols… Y le gustan las chicas orientales en especial. Aparecen tres personajes japoneses más: la telefonista de Wonderful Fun Love World (la empresa que creó a Megumi), el doctor Minamoto y su intérprete.

8 –¿Por qué esa obsesión con Japón?

No me avergüenza reconocer que se debe a la influencia de los animes que empezaron a llegarnos en los años 90, que tenían más cultura japonesa que los anteriores que se habían retransmitido en España, o al menos de manera más manifiesta. Te descubrían otras formas culturales de vivir, incluso de ser, y te asombras. 

Además de eso, debo confesar que se debe a una imagen, y que muchas veces es hacia el Japón histórico. Pienso que es un todo: la historia, la cultura, su versión del budismo… Son cosas que me son muy familiares, como que me siento a gusto con ellas. Hay cierto simbolismo en las acciones que efectúan, y las hacen con amor, como la caligrafía (algo casi inexistente en el mundo occidental), o no las hacen. Para ellos, dejarse el alma en hacer algo tiene sentido literal; creo que es lo que sostiene el sintoísmo y que es algo más o menos parecido a la poiesis de los antiguos griegos: dejas un poco de ti en las cosas que haces y amas.

Creo que muchos japoneses se sonreirían al leer esto y dirán «típico». Y están en su derecho, e imagino que les repateará que les estén recordando siempre a los samuráis, las geishas, los monjes y a sus particulares fantasmas, como a mí me repatearía que allá donde fuera me hablaran de toros (que detesto) y de flamenco (que me gusta). Pero no es más que una admiración, ya sé que el país ha cambiado mucho desde el emperador Meiji y Doraemon.

10 - ¿Por qué sostienes que es un cuento de hadas adulto y masculino?

Lo segundo es porque no es una temática infantil y le ocurre a un hombre, no que sea exclusivamente para un público masculino. Y lo primero surgió cuando iba más o menos por la mitad, y así lo expresa Miki. Si te paras a pensarlo cuando lo has leído, tiene la estructura de un cuento de hadas. 

Miki es como un ceniciento moderno, esclavizado a un trabajo que odia, humillado por unas hermanastras (en este caso, su hermana y su cuñado) y despreciado por una madrastra (su madre natural); tiene anhelos por un amor idealizado, una princesa azul: Megumi, tanto como muñeca como mujer; y además, para colmo, tiene una especie de hada madrina: la drag queen Tina Tormento (identidad de su mejor amigo, Paco). Y el caso es que me parece que tiene mucha lógica que las hadas madrinas para los hombres serían drag queens.

Hay cierto paralelismo entre la historia de Miki y el mundo gay porque me servía de modelo para sus procesos mentales. Él mismo llega a definir lo suyo como una salida de armario: que les dejen experimentar y manifestar su amor, le dice a Tina Tormento, a lo que ella le responde que está diciendo frivolidades. 

En cuanto a las drag queens, está el asunto de las proyecciones. Una drag es algo más que un personaje; es la proyección de un interior desatado y caracterizado; una drag es una artista cuya obra de arte es ella misma, cómo quiere que la vea y la sienta el público. En cierto modo, es lo que hace Miki cuando Megumi es una muñeca: proyecta sobre ella sus anhelos. Y como decía aquella afamada presentadora de televisión, «hasta aquí puedo leer».

*Entrevista Intrapersonal Confrontada (O cómo responder y después preguntar)

Oficialmente el género periodístico que creé en el año 2013 ya es científico y académico por parte del periodista Rubén Villalba Jiménez que presentó su TFG en la Universidad Rey Juan Carlos bajo el amparo de su tutora Marina Santín Durán con una nota media de 9,75 con el título: La autoentrevista como género periodístico: El caso de la Entrevista Intrapersonal Confrontada.

La entrevista es un género periodístico fundamental. De hecho, se podría considerar su piedra angular, porque permite al periodista confirmar, acceder y conocer los hechos de manera directa, sin intermediarios, hablando con la fuente y estableciendo un diálogo con los protagonistas.

Lamentablemente, y salvo honrosísimas excepciones, la entrevista, ese momento excepcional que combina conversación, reto y seducción, se ha convertido en un acto seco, forzado, en el que demasiado a menudo el entrevistado no quiere responder y al entrevistador le da lo mismo que no quiera. El momento sublime que permite al periodista ejercer su derecho a preguntar se transforma en un trámite, una penitencia o directamente un combate tosco y sin ningún vencedor.

En otras ocasiones, los entrevistados han tenido una clase por parte de sus asesores para evitar, rodear o directamente eliminar preguntas incómodas, que suelen ser precisamente las que el periodismo debe y puede hacer. El resultado, nuevamente, queda en un limbo de medias verdades y frases insulsas. Por no hablar de las entrevistas promocionales asociadas a algún producto cultural, tipo cine, literatura y música, donde la superficialidad es tan apabullante que se podrían mantener las preguntas hechas años antes y tendríamos la certeza de encontrar las mismas respuestas.

Ante este panorama, desolador y habitual en demasía, el artista y creador Omar Jerez propone una nueva fórmula, una nueva aproximación al género que exige una complicidad de ambas partes (tomando como inspiración las entrevistas noveladas que hizo durante años Milan Kundera) para generar un contenido atractivo, valiente, que enriquezca al lector y que suponga una aventura donde ni el camino ni el destino queda prefijado.

El nuevo concepto se llama Entrevista Intrapersonal Confrontada, (EIC), y tiene como cimiento inamovible la siguiente premisa: el entrevistado genera un discurso a priori, provocado y sugerido (o no) por el entrevistador, y posteriormente el periodista edita y da forma periodística a ese contenido. Se crea una arcilla pura que será moldeada por las manos expertas del entrevistador, a posteriori.

A continuación se exponen los 10 puntos que definirán cualquier EIC que se haga a partir de ahora, y que creemos supone una innegable revolución en este género. Es tan sencillo como invertir el orden para recuperar la pureza que nunca debió perder.

Decálogo para una Entrevista Intrapersonal Confrontada (EIC)

  1. Cualquier persona, tenga o no relevancia pública, podrá solicitar a un periodista la realización de una EIC. Igualmente, cualquier periodista podrá solicitar la realización de una EIC a cualquier persona o personaje.
  2. Cualquier EIC tiene como base fundamental la relación que se establece entre el periodista y el entrevistado, así como la reinterpretación del concepto de entrevista para el siglo XXI.
  3. Una vez aceptada la realización de la EIC, se propondrá, por cualquiera de las partes, un tema sobre el que girará la narración, así como su extensión. Igualmente podrá ser de libre elección si así se decide de mutuo acuerdo.
  4. El entrevistado construirá libremente una narración sobre la temática escogida, que podrá ser creada en cualquier formato: texto, audio, vídeo, ilustración, así como cualquier combinación entre estos. El periodista no intervendrá nunca en esta parte del proceso.
  5. El periodista recibirá esa narración y a partir de ahí construirá una EIC en la que se compromete a mantener el sentido del texto original, y podrá modificar, eliminar, ampliar o extender la entrevista para tratar de llegar a la naturaleza real del entrevistado. Podrá solicitar más información al entrevistado, así como convertirla a otro formato.
  6. Bajo ningún concepto el periodista podrá utilizar la información en bruto para difamar o menoscabar la figura o reputación del entrevistado.
  7. El periodista deberá entregar una copia de la EIC antes de su difusión al entrevistado para que la confronte y certifique que se ha mantenido el sentido original, no entrando éste en consideraciones de estilo y forma.
  8. El periodista puede declarar la EIC nula si percibe que está falseada o que el entrevistado se aleja del objetivo principal, que es un ejercicio de honestidad consigo mismo.
  9. El espectador, para poder completar la experiencia, debería tener acceso al discurso en bruto enviado por el entrevistado y la EIC  definitiva, para comparar y enriquecer la lectura/visionado/escucha del proceso.
  10. Al contrario que en la entrevista clásica, en cualquier EIC la búsqueda de la verdad queda supeditada a la experiencia compartida, confrontada y colaborativa entre las dos partes.
Notas

Gustavo Sierra Fernández, «Queca», Madrid: Libros indie, 2023, 342 páginas. ISBN: 9788419671554, Paperback 19,00

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