Francia
Hermosura en torno a la muerte: Berg y Brahms en París
Francisco Leonarte

Dos obras relativamente usuales pero no siempre taquilleras consiguieron ayer llenar prácticamente el auditorio de Radio France en París, en la Casa de la Radio. Dos obras muy hermosas con planteamientos muy distintos en torno a la muerte.
A la memoria de un ángel
Es tal vez, entre las obras de concierto de la
llamada Segunda Escuela de Viena (Schoenberg, Webern, Berg), el Concierto
para violín, a la memoria de un ángel, la más popular. Entendámonos, la
gente no sale tarareando melodías (tampoco suelen hacerlo después de escuchar
el Clave Bien Temperado, por ejemplo) pero sí suele salir conmovida.
Sobre todo cuando, como fue el caso, los intérpretes echan toda la carne en el
asador.
¿Milagros del story-telling? No sólo. La
partitura posee una enorme emoción, y mucha ternura, está sabiamente
construida, y prueba que las vanguardias no tienen porque estar reñidas con el
pathos ni con la capacidad de expresión.
Aunque ya a estas alturas del siglo XXI me
parece increíble que esté servidor de ustedes justificando la
popularidad de una obra escrita en 1935 cuya tara sería su lenguaje
dodecafónico...
Lo cierto es que Măcelaru
supo dirigir a la Orquesta Nacional de Francia con el mimo camerístico que la
partitura de Berg requiere. Y mimar también, envolver sin agobiar, a la
solista.
Al violín, Frang estuvo intensa, con un noséqué,
una suerte de fragilidad interna, que en efecto resultaba conmovedora,
logrando esa rara identificación del espectador con el instrumento (por cierto,
qué sonido tan bonito el del Vuillaume que toca Vilde Frang).
Gracias a su capacidad de expresión, nos
parece en efecto ver a la joven Manon Gropius (la muchacha cuyo fallecimiento
es origen de este concierto) jugar y sentir, vivir dando y recibiendo ternura.
Y, en un segundo movimiento que nos estremece, nos parece verla debatirse
contra la muerte. Hasta ese gong que suena como el punto final de la vida. Sólo
queda ya que el espíritu parta, en una nota (hermosísima e imposible) de violín
que Frang mantuvo con tanta seguridad como delicadeza. Un instante de
suspensión que nos dejó a todos mudos.
Y a pesar de la insistencia del público, Frang
-y creo que tuvo razón- no concedió un bis que viniese a turbar el recuerdo de
aquella nota irreal.
Y Brahms
Así que, después de casi llorar con Berg,
necesitábamos el consuelo del Requiem de Brahms.
Para eso contábamos con uno de los coros más
admirables del panorama parisino, el Coro de Radio Francia que hace poco nos
epató en la Creación de Haydn. Qué sonido tan hermoso de todas las
cuerdas -en particular los tenores-; qué empaste; qué facilidad para cambiar la
expresión; cuánta potencia en los forte -sin jamás sonar embarrullado- y cuánta
armonía en los piani. Un lujo.
En cuanto a los solistas, ya tuvimos ocasión
de cantar la alabanzas de la soprano Nikola Hillebrand con motivo de la misma Creación
de Haydn a la que aludíamos. Y nos ratificamos. Pureza de timbre, facilidad de
emisión, evidencia del fraseo... Esperamos poder oírla más a menudo.
En cuanto a Konstantin Wolff, se trata de una de esas voces
a mitad camino entre barítono y tenor, no especialmente hermosa de timbre, pero
utilizada con mucha inteligencia, siempre con los debidos armónicos, y con un
fraseo atento tanto a la musicalidad como al texto.
Al podio, Măcelaru buscó más el empaste y la expresividad
orquestal que la atención al detalle. Y logró una buena armonía entre solistas,
coro y orquesta.
El público, inspiró largamente mientras Macelaru bajaba lentamente su batuta, y desués prorrumpió en vítores y aplausos. Así que Măcelaru, el Coro de Radio Francia y la ONF nos obsequiaron, a modo de bis, con un coral de la Pasión según San Juan, de J.S. Bach ('Ach Herr, laß dein lieb Engelein'), en perfecta sintonía musical y sentimental con la obra precedente.
Gracias por el bis. Y gracias por todo el concierto.
Comentarios