Francia
En torno a los 7 pecados de Brecht-Weill
Francisco Leonarte
De entre las
producciones de Kurt Weill, Los siete pecados capitales (del
pequeño-burgués) tiene una posición particular. Creada en Francia (en el
mismo Théâtre des Champs-Élysées que ahora la vuelve a proponer) donde Weill se
había refugiado huyendo del nazismo, por su libreto y por su estilo está
todavía cercana a su etapa alemana. Pero el género mismo adoptado (ballet
cantado, la subtitulan sus autores) así como su duración (poco más de media
hora) no siempre hacen fácil su presentación como espectáculo.
De suerte que Marc Leroy-Calatayud ha optado por crear
toda una primera parte que complete la velada. Sin embargo, fuera del aspecto
puramente contingente («Hay que hacer algo que justifique el precio de la
entrada, no podemos pedir al público que venga sólo para media hora de
concierto) no acaba sin embargo de quedar clara la coherencia de dicha primera
parte. Por una parte se diría que intenta prolongar la obra hacia nuestro
presente (textos de la poetisa turca Ash Erdoğan
cuyo claro feminismo resuena luego en la historia de Anna y Anna), pero sin por
ello aportar músicas actuales. Y por otra se diría que intenta dar una suerte
de panorama de lo que se hacía hacia 1933, con músicas de Ives, Copland y
Howard&Emerson y otras canciones de la etapa parisina de Weill. Pero en tal
caso, ¿por qué completar las canciones parisinas de Weill con obras de cuatro
compositores estadounidenses?
Sea como fuere, las
obras de esta primera parte son lo suficientemente atractivas y variopintas. Y
su interpretación fue de altura. O sea que coherencia tal vez no encontramos,
pero sí tuvimos disfrute.
En efecto, la Orquesta
de Cámara de Ginebra tiene un bonito sonido, sus profesores no tienen
dificultad alguna con las partituras. Les dirige Marc
Leroy-Calatayud, quien concibió también el espectáculo,
y se encuentra a gusto en los diferentes estilos, particularmente el de
Weill.
En la primera parte, Yoann Le Lan, Alban Legos, Victor Sicard y Jérôme Varnier interpretan a la manera de los Comedian Harmonists y
otros conjuntos de vocalistas de los años 20 y 30, el famoso Hello my baby
de Howard y Emerson (y es lástima que el programa no incluyera el Central
Park in the dark de Ives que hace referencia a esta popularísima canción,
la misma que el libretista Michael Maltese y el realizador Chuck Jones
utlizarían para su divertido dibujo animado de la rana que canta), primera
ocasión para escuchar sus cuatro voces sanas y utilizadas con elegancia e
inteligencia.
Recitando, ocupándose de
las canciones de Weill en la primera parte y del rol bailado (a pesar de que la
coreografía no sea el plato fuerte de la velada, que al fin y al cabo se
anuncia como versión de concierto), Judith Chemla demuestra habilidad en todo,
con soltura y buen juego de brazos en la danza, con relativa sobriedad en el
recitar, y con gusto y conocimiento del estilo en las canciones, yendo de menos
a más después de pequeñas dificultades en el Youkali que tal vez hubiera
merecido un ensayo más para que el piano no atacase con tanto volumen.
¿Y qué decir de Marina Viotti? Dando volumen en Zion's walls de Copland (con una orquesta un punto demasiado enfática que le cubría un poco), dando alegría de vivir en Simple Gifts, exhibiendo siempre una voz en plena forma y de timbre hermoso, con naturalidad en el canto, especialmente en Los Siete Pecados Capitales, pasando del parlando al canto con impostación operística sin sin embargo perder en homogeneidad, con inteligencia teatral y narrativa, construyendo un verdadero personaje, y creando (a pesar de la supuesta distanciación brecthiana) momentos de auténtica emoción, como el pasaje en que evoca al amante de Anna 2 (y sin duda también el de Anna 1), Fernando... Un auténtico lujo.
El público, entusiasta, respondió con aplausos y bravos triunfales. Y servidor de ustedes, también.
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