España - Castilla y León
La irregularidad como norma
Samuel González Casado
Variado e irregular concierto,
como viene siendo norma, de la OSCyL con su titular, Thierry Fischer, en el que
se apreció y mucho la dispar calidad entre las versiones del gran repertorio
sinfónico, normalmente ubicado en las segundas partes y por el que suizo siente
afinidad, y el resto.
Así, la primera parte fue
insatisfactoria por un par de motivos fundamentales, que tienen que ver con
director y orquesta el primero y con la soprano el segundo. Es evidente que hoy
muy pocas orquestas multirrepertorio saben adaptarse a Mozart, y por eso
habitualmente se programa poco y se toca regular o mal, no solo en España. La
obertura de La flauta mágica tuvo poca magia y más bien exceso de
superficialidad y trazo grueso. El trabajo en esta obra fue tosco y careció de
cualquier viso de teatralidad, muy necesario aunque en este caso se escuchara
como obra de concierto. El final tuvo marcado rítmico y presencia del timbal
excesivos, hasta tal punto que casi parecía otra obertura.
Por su parte, el encantador
motete Exsultate, jubilate arrastró la poca adaptación de la cuerda a
este estilo y la voluntariosa pero a la postre imposible labor de la soprano
Hera Hyesang Park, que mostró una técnica de emisión de resonancias bajísimas y
arreglos en el centro, lo que provocó un sonido que directamente borraba
cualquier utilidad en el centro-grave, unos contrastes de volumen entre
registros que evitaban que se pudiera trabajar la línea, y unos ataques y
afinación aproximativos cerca del agudo que sonaban peligrosos para la
integridad de este mecanismo. Su Mozart, en parte causado por la necesidad de
sacarlo adelante con estas características, fue inaceptable, y sus decisiones
estilísticas sonaron realmente raras en algunos momentos (cadencia de Tu
virginum corona, lentísima e irreconocible, y desaforadas descargas aquí y
allá). La coloratura, evidentemente desde atrás, fue también aproximativa y no circulaba
bien por la sala. La dicción y gestualidad extrañas no ayudaron, aunque parece
que al público le encantó la supuesta teatralidad.
La soprano mejoró su prestación
en el último movimiento de la Cuarta de Mahler, sobre todo avanzada su
intervención, donde pudo controlar el sonido y ganar en homogeneidad, pese a
las tradicionales partes rápidas e inaudibles. Siguió en esta línea en una
propina muy digna, Morgen, de Strauss, donde, a falta de color,
consiguió un sorprendente recogimiento, mezclado con algunos discretos matices
de planificación que dieron variedad al lied: pausas y pequeños contrastes
de volumen tanto en su parte principal (final de la primera estrofa y segunda
completa) como en el Mudo. Maravilloso el concertino Luis María Suárez. La
pieza de Strauss se interpretó en homenaje al ya exgerente Jesús Herrera, presente
en el concierto, que recibió una gran ovación del público.
En este punto debe decirse que
los cantantes no tienen por qué hacer bien todos los repertorios, un asunto que
normalmente se desconoce. En este caso, el dos por uno “ligero” de Mozart +
Mahler no cuadra demasiado bien, porque la escritura no tiene nada que ver. Puede
que un cantante no solucione determinado programa mágicamente, y en mi opinión
la primera parte debería haber ido por otros derroteros, ya que este es un
asunto que puede dar al traste con la coherencia de una velada musical, aunque
parezca obligatorio que una soprano lo deba resolver porque su tesitura parece
indicarlo.
El resto de la Cuarta fue,
como cabía prever, lo mejor de la noche. Aunque Fischer tiende últimamente a
cargar las tintas en cuanto a contrastes del volumen, esta interpretación tuvo
detalles sutiles, a veces algo lastrados por una realización de la orquesta irregular
en cuanto a la finura que pedía el director, pero también realzados por algunas
prestaciones estupendas (Silvia Esain al oboe, por ejemplo). Al segundo
movimiento le faltó algo de carácter “demoniaco”, pero se compensó con el
fraseo. Estupendo el Poco Adagio, realmente muy adagio pero intachable
en concepción y efectos (brutal forte final, preparado con mimo). Y ultrasatírico
cuarto movimiento, contrastado hasta el límite.
Cabe lamentar lo de siempre en el programa de mano. Por ejemplo, ¿quién es Wilhelm (sic) Mendelberg (sic)? Creo que a estas alturas sobra cualquier reflexión sobre este asunto, más que nada porque ya he mencionado sus nocivas implicaciones en anteriores críticas. A ver si es posible que este horror se solucione algún día.
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