Estados Unidos
MISO, final de temporada
Roberto San Juan

La Orquesta Sinfónica de Miami
concluyó su temporada 2023-2024 con un brillante concierto en el Knight Concert
Hall bajo la batuta de su director titular, Eduardo Marturet, quien era también
el autor del arreglo de la Langsamer Satz
de Webern que abrió el concierto. Compuesta en 1905 como movimiento lento de un
futuro cuarteto de cuerda que no llegó a ser completado, la obra, de unos 10
minutos de duración, se sitúa en la frontera entre la tradición brahmsiana y el
nuevo lenguaje que Webern estaba ya explorando y desarrollaría años más tarde. Este
arreglo de Marturet requiere de una amplia plantilla instrumental y fue
estrenado por esta misma orquesta en 2009.
Los amplísimos gestos del
director desde el podio dibujaron con claridad unos arcos melódicos con frases
muy bien articuladas y que en este arreglo trascienden el pequeño formato del
cuarteto original para alcanzar una nueva riqueza de colores y potencia sonora.
Marturet se mantuvo muy pendiente de todos los instrumentistas y la versión
resultó muy rica en detalles y sonoridades.
Siguió el conocido Concierto para violín de Mendelssohn,
con Kenneth Joshua “KJ” McDonald como solista. Alumno destacado de Itzhak
Perlman y Catherine Cho en la Juilliard School, actualmente estudia con Donald
Weilerstein en el New England Conservatory. McDonald afrontó la obra desde la
trascendencia y la profundidad expresiva. Posee un dominio técnico indiscutible
que le permite ejecutar los difíciles pasajes de rápidas figuraciones con una
agilidad y limpieza de sonido asombrosas. Sus sonoras respiraciones, aún más
evidentes durante la cadencia del primer movimiento, articulan un fraseo que no
hizo sino profundizar en ese sentimiento de trascendencia. Los agudos situados
en el clímax de los finales de frase, con la tensión que ello genera, sonaron
perfectamente afinados y con armónicos cristalinos. Toda su interpretación dejó
entrever la solidez del riguroso trabajo y estudio necesarios para dominar una
obra como ésta, así como la madurez artística requerida para afrontarla con
éxito.
El segundo movimiento -‘Andante’- resultó intenso y expresivo, con delicados pasajes orquestales muy bien
empastados. De nuevo las respiraciones -físicas y musicales- articularon un
fraseo muy bien definido y cuando el tema sonó en el viento metal, con
puntuaciones de la cuerda en pizzicato,
lo hizo con brillantez y bien afinado. En el tercer movimiento, de carácter más
desenfadado, el solista mostró una vez más su técnica arrolladora en la
ejecución de los rápidos pasajes y el director, que se mantuvo siempre
pendiente de tener todo bajo control, no escatimó en gestos ni en energía desde
el podio.
La persistencia de los aplausos
forzó una propina que el propio McDonald introdujo a la audiencia como una
pieza compuesta para él por un colega de Ciudad de México y que interpretó con
partitura. Se trata de una pequeña obra en tres partes, con una sección central
de carácter improvisatorio flanqueada por sendas secciones de tempo rápido y
extremada dificultad técnica.
Tras el descanso, Marturet se
dirigió al público para agradecer el apoyo recibido de los sponsors, algunos de ellos presentes en la sala, e inmediatamente después
ya se escuchó el delicado redoble de timbales con el que se inicia la Sinfonía nº 7 de Sibelius. Concebida en
un único movimiento, la obra es la última contribución al género del maestro
finlandés. Marturet se mostró de nuevo muy pendiente de sus músicos y dirigió
con convicción e intensidad gestual. La sección de cuerda sonó bien empastada,
si bien quizá faltó un poco más de plenitud sonora en determinados momentos,
donde desde el podio parecía requerírseles aún más. Eso mismo ocurrió en
determinados pasajes de los metales. El balance global fue, por lo demás, el de
una versión muy destacada, sólida y bien articulada.
El concierto concluyó con la
interpretación de Finlandia, poema
sinfónico también de Sibelius. La obra sirvió como pretexto para llevar a cabo
un sorteo entre el público, consistente en un par de noches en el hotel
Ritz-Carlton de South Beach, por gentileza de uno de los patrocinadores.
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