Estados Unidos
NWS, MTT & Thibaudet
Roberto San Juan

La ovación
del público puesto en pie acompañó a Michael Tilson Thomas -conocido en el
panorama musical por sus iniciales MTT- durante su lenta salida a escena hasta
alcanzar el podio, donde, batuta en mano, realizó un saludo militar, como de un
viejo soldado, para agradecer la calurosa acogida. El veterano director y
compositor de 79 años es ya una leyenda viva de la música clásica y se mantiene en activo con una energía envidiable que
parece aumentar con los primeros sonidos de la orquesta.
Y es que la New
World Symphony -conocida, igualmente, por sus iniciales NWS- es, en gran
medida, no sólo su orquesta sino también su obra. Él, junto con Lin y Ted
Arison, la fundó en 1987 y ha sido su director artístico durante 35 temporadas,
siendo actualmente su director emérito. Sin duda que todo este trabajo en favor
de la música clásica en la ciudad de
Miami estaba presente en la mente del público durante esos prolongados aplausos
iniciales en una sala que lleva su nombre, dentro de un moderno edificio -New
World Center- que, además, es el primer proyecto realizado en Florida por el
afamado arquitecto Frank Gehry.
La Obertura-Fantasía de Romeo y Julieta de
Chaikovski, en su versión de 1880, abrió la velada. La obra ofrece muchas
oportunidades de lucimiento para los jóvenes músicos de una agrupación cuyo
propósito principal es servir de transición entre el final de la formación
académica y el comienzo de la vida profesional en orquestas de todo el mundo.
En esta ocasión, a los miembros de la NWS se unieron músicos de Iberacademy -Academia
Filarmónica de Medellín, Colombia- dentro de un enriquecedor programa de
intercambio que se viene realizando durante varias temporadas. La sección de
madera, muy bien concertada, interpretó la melodía introductoria para dar paso
a las trompas, siempre de difícil afinación en el ataque inicial. La cuerda
sonó bien empastada, con pasajes en pizzicato
perfectamente sincronizados y la sección de percusión realizó un buen trabajo.
MTT, desde el podio, cuidó con especial mimo la sonoridad en las secciones de
transición y sus amplios gestos en el pasaje donde el bello tema melódico suena
legato en la cuerda, acompañado por el
tutti orquestal, llevaron a una
explosión de energía muy bien controlada.
Como dos
viejos amigos, y presumiendo del mismo modelo de zapatos azules -probablemente
diseño de Vivienne Westwood, ya fallecida, que se ocupaba del vestuario de
concierto del pianista francés- MTT y Jean-Yves Thibaudet salieron a escena.
Thibaudet interpretó el Concierto de
Ravel desde la libertad de quien no sólo domina ese repertorio, sino que
también se siente identificado con él. Esto, unido a su innata elegancia al
piano, hizo que la escucha de esta obra fuera una experiencia lujosa, además de
placentera. Thibaudet interpretó el primer movimiento -‘Allegramente’- con
cierto desenfado e irreverente elegancia, con un toque superficial de poco
calado en el teclado y con intenso color jazzístico. El segundo movimiento -Adagio
assai’- fue un delicado paseo, primero con el piano solo y después acompañado
por distintas combinaciones de instrumentos de madera en pasajes de sonoridades
exquisitas. El toque percusivo, casi agresivo, en el teclado imperó durante el ‘Presto’
final.
MTT
reconoció en la ronda de aplausos el trabajo de instrumentistas individuales y,
ante la insistente ovación, un ayudante trajo una segunda banqueta para el
piano y, mano a mano -MTT en el agudo y Thibaudet en el grave-, director y
solista ofrecieron como propina la Sonata
para piano a 4 manos FP 8 de Francis Poulenc, con sus tres movimientos -‘Prélude’,
‘Rustique’ y ‘Final’- en una versión de gran complicidad entre ambos
intérpretes.
La segunda
parte del concierto, tras el descanso, estuvo dedicada a la última Sinfonía de Shostakovich, la nº 15.
La obra requiere de una amplia plantilla instrumental, con una riquísima
sección de percusión, y ofrece, al igual que la pieza de Chaikovski comentada
más arriba, numerosas oportunidades de lucimiento de los músicos en los
abundantes pasajes a solo o con textura orquestal adelgazada. Las citas de la ‘Obertura’
de Guillermo Tell de Rossini sonaron
poderosas en los metales en el ‘Allegretto’ inicial, donde también hubo, al
igual que en el ‘Adagio’ siguiente, destacadas intervenciones del concertino
Dominique Bégin. La entrada de los metales al comienzo de ese segundo
movimiento estuvo algo desajustada, pero más tarde el solo de cello
interpretando su melodía con intenso vibrato
y portamento hacia el agudo, resultó
sumamente expresivo. Los numerosos pasajes con pequeñas combinaciones
instrumentales fueron muy cuidados por parte de la dirección y resultaron muy
bien ejecutados, por ejemplo, tuba y trombón con contrabajos en pizzicato o trompeta con sordina y pizzicato de violas. Vibráfono y celesta
enriquecieron el crisol tímbrico.
Tras el
breve ‘Allegretto’, el cuarto y último movimiento profundizó en los rasgos que
caracterizaron esta versión: sonido muy cuidado desde el podio, extraordinaria
riqueza tímbrica, calidez interpretativa y tutti
orquestales de sonoridad rotunda.
Los
prolongados aplausos y la ovación que la orquesta recibió parecían asegurar la
propina, pero, después de consultar con los músicos de cuerda de la primera
fila y tras más de 2 horas de música, MTT dio por concluida la velada.
Comentarios