Alemania
Surrogate Cities
Juan Carlos Tellechea
Con furtivas lágrimas en los ojos, el genial director del Ballett am Rhein, Demis Volpi, se despidió muy emocionado de su público en Düsseldorf a través de la grandiosa coreografía abstracta y metafísica Surrogate cities (Ciudades sustitutas) de su autoría, basada en la composición musical homónima de Heiner Goebbels, que retrata la estresante y ajetreada vida en las grandes urbes.
La orquesta Düsseldorfer Symphoniker, ubicada sobre el escenario y bajo la égida de Vitali Alekseenok, nuevo director musical principal de la Deutsche Oper am Rhein, entregó en la oportunidad una magnífica visión musical de esa angustiosa sensación de encierro, de cautiverio, de anonimidad e infernal presión a la que se someten quienes habitan en esas megalópolis. Solistas de la velada de dos horas de duración fueron la soprano Tamara Lukasheva y el trombonista Matthias Muche.
A partir de la próxima temporada 2024/2025, Ballet de Hamburgo, sucediendo al maestro John Neumeier. Volpi a su vez será sucedido en Düsseldorf desde septiembre de este año por los modernos coreógrafos, Bridget Breiner y Raphaël Coumes-Marquet.
Luces de la ciudad
Prácticamente todo el elenco de la compañía * La platea se puso espontáneamente de pie al final de la función para ovacionar y aclamar al unísono a Demis Volpi, así como a sus bailarinas y bailarines, que han mostrado una vez más su excelente estado físico y anímico.
Cuando se abre el telón el elenco se pasea sobre el escenario con elegantes trajes oscuros, discurren, ríen, se sientan sobre el piso. Un trombonista comienza a tocar y extrae un sonido ronco del instrumento, parecido primero a la sirena de un transatlántico que entra a puerto o zarpa de él; después simulando el ruido de un motor en plena marcha, antes de convertirse en una misteriosa música que todo lo puede.
Uno de los bailarines gesticula agitadamente al ritmo impuesto por el trombón; sostiene diminutas granadas de humo en sus manos, parece haber perdido la cabeza en medio del traqueteante tráfico de la ciudad. Demis Volpi logra desde el primer instante en Surrogate cities la furiosa radiografía de una urbe que, como la de su Buenos Aires natal (y no solo ella), busca infructuosamente terapiar su alma y encontrarse consigo misma.
Absorbente
Metrópolis de Fritz Lang, pero ambientada un siglo más tarde.
La orquesta desplegada sobre el fondo del escenario contribuye a prestar ese clima de anonimidad, de abstracción, de soledad en la muchedumbre, no solo con la música de Heiner Goebbels, sino también con la débil iluminación de los atriles de sus músicos. A ambos lados del proscenio, oscuros andamios sugieren los habitáculos de la inmensa mayoría de los pobladores de un gran núcleo urbano. Dos de ellos, un hombre y una mujer, alcanzan a flirtear y seducirse eróticamente a la distancia entre sus dos edificios.
Aire irrespirable
Telones transparentes delante del colectivo musical borronean la imagen, tubos de neón marcan la vertical de los anuncios publicitarios, la humareda se extiende por doquier, no hay aire puro ni espacio amplio para la vida. Un grupo mixto del elenco se acerca al público de la primera fila y lo mira enigmáticamente, como si fueran seres extraños, de otro planeta.
Bailarinas y bailarines corren, se arrastran como zombies, parecen movidos por el temor y la ansiedad por alcanzar algo. Algunos triunfan, otros sufren bajo la presión social y no pueden ocultar sus frustraciones. De pronto un estridente grito paraliza a la platea. Una mujer (la destacada acróbata Susanne Kahl) se lanza al vacío desde lo alto del escenario, en lo que pudiera interpretarse como un intento de suicidio.
Una bailarina lleva consigo una caja de cartón, como muchos de los sin techo que pululan por esas calles. Un bailarín evoca en voz alta un texto de Paul Auster, fallecido hace pocos días, sobre el colapso de la humanidad y la fugacidad de la vida. Nada permanece, todo se transforma, no hay seguridad de nada y sin embargo hay un fuerte sentido vital. Las casas y las vías de tránsito pueden desaparecer. La naturaleza misma se encargará de sustituir todo lo antropocéntrico en el planeta y borrar sus huellas.
Perturbación
Otra bailarina, con gafas oscuras de sol, recorre incansable de un extremo a otro el espacio escénico; parece buscar como loca algo que no logra ni logrará jamás encontrar en la ciudad, porque lo que busca no está entre esas ciclópeas masas de concreto, donde no hay tiempo para nada, donde la enajenación es asunto diario, donde el escapismo se busca con el uso (y abuso) de las drogas.
La soprano Tamara Lukasheva canta, habla, grita con ira, muestra dinamismo, atracción y agresividad. Su mente puede estar en estos precisos momentos en su patria, agredida salvajemente por un monstruo de nombre Vladimir Putin, capaz de atacar con una bomba atómica y sin previo aviso a quien se le ponga en las narices. Lukasheva relata una antigua historia de guerra de la época del Imperio Romano. Dos soldados elegidos por sorteo librarán la batalla entre las ciudades de Roma y Alba, pese a que uno de ellos está prometido a la hermana del otro. Correrá la sangre de todos los involucrados.
Bailarines interpretan varios pas de deux; dos de ellos se retuercen en una pelea. Una afligida mujer es asesinada. La gente del pueblo sigue impasible la escena. Al final, cuatro bailarines rodean a una bailarina con una larga cabellera rubia y la sacan de escena llevándola de los pelos.
Cabezudo
Al combate le siguen los excesos. Una gigantilla (cabezudo), vestida con un largo abrigo negro, domina la escena; un galán muestra sus músculos, posan uno frente al otro y se quitan la ropa. Hombres y mujeres (en leotardos color piel) caen unos sobre otros, formando en ese orgiástico entrevero una masa ondulante con los brazos sobresaliendo a fuerza de impulsos y convulsiones.
En la segunda parte de la velada una pareja baila un pas de deux clásico bajo una nube de material industrial de desecho. En su Suite para sampler y orquesta, el compositor Heiner Goebbels deja rugir los sonidos conservados de varias ciudades, mezclándolos con música en directo y un coral de estilo barroco para crear un dulce lamento, de llanto y dolor, intenso y dramático a la vez.
Ininteligible
Un solista baila la soledad, se retuerce, tiembla hasta que se hace el silencio y solo se oye su respiración. Las luces de la sala se encienden; la compañía se acerca al público, lanza besos al aire; avioncitos de papel, arrojados como flechitas infantiles, flotan en el aire. Todo el mundo sonríe, la sensación de ciudad aparenta engañosamente ser tan ligera e inofensiva.
Mas la tensión va de nuevo en aumento. Uno de los bailarines acelera sus pasos y salta sobre el escenario al ritmo trepidante de la percusión, para clamar repetidamente acerca de la psicótica de las gafas oscuras : "Está huyendo. ¿Para qué? ¿Por qué corre?” No obtiene respuesta. En la vorágine de la ciudad nunca la hallará. La réplica está en su propia interioridad, pero no lo sabe ni tampoco se da tiempo para entenderlo.
Notas
«Surrogate Cities». Asistencia de coreografía Natasha Lagunas, Damiano Pettenella, Arman Zazyan. Asistencia de escenografía Anna Wunderskirchner. Asistencia de vestuario Idan Yoav. Acróbata Susanne Kahl. Elenco: Camilla Agraso, Paula Alves, Joaquin Angelucci, Orazio Di Bella, Danielle Bonelli, Yoav Bosidan, Jack Bruce, Gustavo Carvalho, Maria Luisa Castillo Yoshida. Lara Delfino, Sara Giovanelli, Philip Hanschin, Evan L'Hirondelle, Futaba Ishizaki, Charlotte Kragh, Nelson López Garlo, Samuel López Legaspi, Norma Magalhães, Pedro Maricato, Miquel Martínez Pedro, Neshama Nashman, Clara Nougué-Cazenave, Rose Nougué-Cazenave, Marco Nestola, Emilia Peredo Aguirre, Ako Sago, Dukin Seo, Courtney Skalnik, Kauan Soares, Edvin Somai, Damián Torío, Andrea Tozza, Vinicius Vieira, Elisabeth Vincenti, Imogen Walters, Long Zou.
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