España - Madrid
Teatro RealLa estética del aburrimiento
Xoán M. Carreira
tuvo lugar en la temporada de abono 23/24 del Teatro Real.
escribió el libreto y la música de Tenorio entre 2008 y 2009 por encargo del Estío Musical Burgalés de 2010 -un festival ya desaparecido- que no pudo asumir el estreno, el cual finalmente tuvo lugar el 28 de julio de 2017 en el Auditorio de San Lorenzo del Escorial. Posteriormente la Fundación BBVA asumió la grabación fonográfica de Tenorio bajo la dirección musical de Santiago , quien había ganado una Beca Leonardo para el proyecto de dirección y grabación de esta ópera. Finalmente el estreno escénico absoluto de TenorioConcretamente yo asistí a la cuarta y última función de este estreno, con reiteradas deserciones del público -como ya había pasado en los días anteriores por lo que me contaron y leí-, que recibió severos juicios por parte de la crítica especializada.
Las bien conocidas limitaciones técnicas de Tomás Marco, así como su propensión a la monotonía y lo naíf, alcanzan en Tenorio su máximo esplendor: ni la música ni el libreto son capaces de sustentar un discurso narrativo. La torpe escritura vocal se limita a una constante salmodia que, probablemente, intenta remedar infructuosamente la vocalidad de El retablo de Maese Pedro de Falla. Las melodías son inexistentes, al igual que cualquier textura armónica consistente; la instrumentación es una asombrosa exhibición de desconocimiento técnico; y, de principio a fin, el discurso dramático carece de orden y concierto.
Poner en escena un producto tan endeble es una tarea de titanes y la competente Agrupación
, que firma la dirección escénica, dista mucho de serlo. Limitaron su tarea a elaborar una especie de patchwork con evidentes zurcidos, mezclando vídeos pregrabados y tomados en directo, sazonados con humor de sal gorda, que intentaban dar vida a una narración que no la tenía.La dirección actoral estaba bien trabajada y contaba con la complicidad de unos cantantes, especialmente
, que se tomaron muy en serio su deber de salvar la función. El atrezzo, escenografía e iluminación mostraron la pericia y buen hacer de sus responsables. Nada de esto bastó para levantar la función, sólo ayudó a soportar el creciente aburrimiento.Santiago Serrate mostró una implicación ejemplar en su tarea, consiguiendo que la Orquesta del Teatro Real sonase espléndidamente, con atención a los menores detalles, lo que consiguió el indeseado resultado de dejar al desnudo las numerosas inconsistencias y nimiedades de la partitura. El coro del programa Crescendo del Teatro Real -preparado por Basso- respondió por su parte con una enorme entrega que no desmerece de la de cualquier coro profesional, y actuaron espléndidamente, manteniendo el decoro incluso en los momentos más ridículos.
Los cantantes hicieron lo que pudieron con el absurdo material musical proporcionado por Marco. No tenían ocasión de lucimiento y en consecuencia no se lucieron. Era imposible una entonación precisa con este tipo de escritura y en consecuencia no la lograron. Su decoro me ha dejado con ganas de escucharlos en mejor ocasión.
Tomás Marco es un excelente paradigma de artista institucional que -como ya he escrito en ocasiones anteriores- ha servido con ejemplar fidelidad a la dictadura franquista, a la transición democrática, y a las más diversas administraciones estatales, autonómicas y municipales de las últimas décadas.
Medio siglo después del estreno de Escorial, repuesta por la Orquesta Nacional de España simultáneamente al estreno de este Tenorio, resulta muy difícil comprender la perpetua fascinación institucional por un creador tan mediocre y aburrido. España ha tenido a lo largo de estos cincuenta años un buen puñado de compositores dignos de una atención que se les ha negado en castigo a su independencia ética y estética.
La carrera de Tomás Marco como compositor teatral -glosada por él mismo en el programa de sala- parece colmar de satisfacción al autor. Pero en realidad es una larga sucesión de fracasos hasta llegar a esta vergonzosa derrota final.
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