Alemania
Una Tosca innecesaria
Esteban Hernández

Una nueva puesta en escena de Tosca (y con esta van tres en
relativamente poco tiempo) es siempre un acontecimiento, crea expectativas,
hace que la ilusión coja altura y con ello, vistos los anteriores paños,
permite incluso presagiar una aparatosa caída.
Es relativamente sencillo trazar vínculos entre Tosca y el
fascismo italiano del “dopo guerra”, e inspirarse en la vida y destino del
regidor Pier Paolo Pasolini -en los paños de Cavaradossi para la ocasión-, tal
y como hace Kornél Mundruczó, puede sonar también a tópico, sobre todo
si en el argumentario aparece Salò o le 120 giornate di Sodoma (1975),
donde el director italiano sacó a relucir lo peor del estado y la iglesia
italiana en aquellos duros años. Un blanco y en botella en toda regla que por
otra parte, casi contemporáneamente, se daba tal cual en la Tosca de Massimo
Popolizio del Maggio Musicale Fiorentino, con el protagonismo de la soprano
vasca Vanessa Goikoetxea.
Aunque en un principio parece que la trama se desarrollaría
en torno a los años 30, pronto nos damos cuenta de que el director de escena
húngaro, con ayuda de la escenógrafa Monika Pomale, nos sitúa en una
problemática posterior, coincidente con la fecha de estreno de la mencionada
película -en cuyo set de grabación discurre el primer acto-, cuando actuaron
las denominadas Brigadas Rojas, a las que precisamente pertenecerá nuestro Cavaradossi,
en otro rol de asignación casi descontada.
A mí, sinceramente, toda esta mezcla me provocó una sensación
de desorden que de inquietante se convirtió en desesperante, al menos en el
primer acto, viendo además como la coherencia del libreto original se desvanecía
desde los primeros compases. Por otra parte, que para rozar la comprensión, que
no el deleite, se le exija al espectador unos notorios conocimientos de cinematografía,
me parece un ejercicio de cierta arrogancia.
Me molestó también particularmente la violencia y los
desnudos gratuitos, aquellos que además de no aportar disgustan, y que nos llevó
hasta tal punto que Protección de Menores tuvo que actuar impidiendo que el
coro infantil interviniese en partes del espectáculo. Al público tampoco le
agradó, y los abucheos se hicieron patentes en determinadas escenas.
Segundo y tercer acto discurren por derroteros más cómodos
para el espectador, y amén de los dos planos creados con los aposentos de
Scarpia y un subterráneo, donde se produce la tortura y el fusilamiento de
Cavaradossi, todo lo que acontece se desarrolla en espacios que nos permiten
trazar líneas más coherentes con el libreto sin tener que tomarse analgésico
alguno.
Del entero reparto es sin duda Ludovic Tézier quien se lleva
todo el protagonismo, tanto por la calidad de su registro como por sus
prestaciones dramáticas. A Charles Castronovo (a quien reemplazará Kaufmann en
el festival de julio) le faltó cierta linealidad en su dramatismo, con altibajos
de tensión y prestaciones escénicas, pero me sorprendió con un registro más corposo
y spinto del que recordaba, ejerciendo como un tenor verista de garantías.
Eleonora Buratto (Anja Harteros es quien estaba prevista en el arranque de la
temporada) carece de la atracción fatal que se supone debería desprender Floria,
si bien gestiona bien la presión y la tensión emocional a la que se ve expuesta
su robusta voz, sobre todo en el segundo acto.
Recordar en este punto que Harteros canceló a principios de
año, por causas desconocidas, todos sus compromisos con la ópera estatal de
Baviera, mientras sigue manteniendo otros, como su Maddalena di Coigny (Andrea
Chénier) en julio en la ópera de Zúrich.
La dirección de Andrea Battistoni fue
simplemente correcta, respetuosa con el verismo, aunque hubiese agradecido el
que puliese cierta tosquedad del sonido de la orquesta.
El aniversario de la muerte de Puccini
pasa así con más pena que gloria por Múnich, con una producción innecesaria que
pasa además por delante a la necesaria intervención en torno a la Butterfly de
Wolf Busse, sobre quien pesa ya la losa del medio siglo, sin que a ningún
intendente le tiemblen las piernas a la hora de programarla.
Comentarios