Ópera y Teatro musical

Nuevos escenarios para la ópera

José Luis Méndez Romeu
martes, 11 de junio de 2024
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Ahora que la UNESCO ha declarado la ópera como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad podemos recordar que en Europa se hace ópera en muchos teatros, entre ellos ochenta de Alemania y más de cuarenta de Italia junto a una decena de España. La organización Opera Europa agrupa a 243 teatros líricos de 43 países, incluyendo algunos de otros continentes. Son cifras que muestran la gran vitalidad de un espectáculo que tras proclamarse su muerte el siglo pasado ha resurgido revitalizado y renovado.

Si durante el siglo XIX el espectáculo se subordinaba a los deseos de las divas y de sus homólogos masculinos y durante el siglo XX fueron los directores musicales quienes impusieron su liderazgo, actualmente los directores de escena ejercen una gran influencia sobre la crítica, quizás no tanto sobre el público. Su incorporación al gran espectáculo lírico ha sido beneficiosa al introducir técnicas de representación y escenografía procedentes del teatro o del cine. Ya sea en producciones respetuosas con el contexto original de las obras, ya sea en versiones más libres e incluso iconoclastas, las nuevas lecturas de obras consagradas por el canon vigente, han acercado a nuevos espectadores y han abierto un debate enriquecedor. Al mismo tiempo se están escribiendo nuevas óperas: Aribert Reimann, Kaija Saariaho, Philip Glass, George Benjamin, John Adams o Thomas Adès entre otros han estrenado nuevos títulos aceptados por el público. No obstante, debe subrayarse que la estructura actual del sistema de teatros no favorece a los nuevos compositores.

Ha cambiado el espectáculo y han cambiado los teatros. Producciones más complejas, audiovisuales y tecnología han obligado a renovar los viejos teatros o a construir nuevos recintos adecuados para ópera, pero también para danza, musicales y otros formatos artísticos. Los templos escénicos construidos por la burguesía decimonónica para su propia exhibición, paralela al espectáculo escénico, han dado paso a espacios más funcionales. Ya no se precisan palcos que aíslen y jerarquicen, sino buena visibilidad y acústica, junto a dotaciones generosas de espacios de trabajo para ensayos y organización interna.

En ocasiones, las ciudades han pretendido crear un edificio simbólico además de escénico como por ejemplo en Sidney, en Oslo o más recientemente en el nuevo auditorio de Hamburgo. En otras ocasiones se han diseñado edificios que además de las representaciones de ópera, danza o conciertos, pueden albergar otras estructuras artísticas conexas, relacionadas con la música o la danza. En España además de la reconstrucción del Teatro Real y del Gran Teatre del Liceu, se ha construido el Palau de les Arts en Valencia, el Teatro de la Maestranza en Sevilla y el Palacio Euskalduna en Bilbao, entre otros. 

Ahora se anuncia una gran actuación urbanística sobre el antiguo puerto coruñés que incluirá nuevos equipamientos. La multinacional Inditex ya ha definido una primera intervención, en su caso vinculada a la fotografía. Los aficionados a la ópera, que llevan 72 años utilizando tres teatros locales que no fueron diseñados para albergar espectáculos complejos desean una solución a la altura de la arraigada cultura musical de la ciudad, que alberga una de las principales orquestas españolas, la Sinfónica de Galicia y que padece igualmente los inconvenientes de una infraestructura inadecuada.

No estamos en los mejores tiempos para la cultura. Las Administraciones Públicas han perdido el impulso de otras épocas y atienden con recelo las nuevas demandas. La escasa cultura colaborativa entre los diferentes niveles de gobierno no facilita los acuerdos. Sin embargo, estamos viviendo una verdadera edad de oro en la cultura, prácticamente en todas las artes, algo que los poderes públicos parecen desconocer. Es más, escuchando a los principales dirigentes de la política cultural, sean del nivel estatal, autonómico o local, las artes no forman parte de sus preocupaciones. Por ignorancia, menosprecio o abandono, no hacen lo que deben.

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