Francia
Una fragilidad conmovedora
Francisco Leonarte

Parece que el Teatro de los Campos Eliseos
parisino quiera completar el extenso catálogo de las óperas de Haendel (la
temporada próxima Haendel copa prácticamente todo el cupo de ópera barroca).
Tolomeo es a menudo maltratada por los especialistas. No será servidor de ustedes quien les enmende la plana a los especialistas (o al menos no en esta ocasión), si bien es cierto que, al lado de arias cuyo desarrollo melódico pueda parecer algo tosco, véase aburrido, otras son bastante hermosas y dignas, creo, de figurar en buen lugar en el ranking haendeliano. Pero ya se sabe, «para gustos, los colores», o sea que no entraremos en polémicas.
Esta producción en concierto, que está
viajando entre otras ciudades por Madrid y Barcelona, ha causado también cierto
revuelo por la cancelación del protagonista, Franco Fagioli, en Barcelona, y la
consiguiente decepción de sus seguidores. Esas son las pegas de seguir el
star-system.
No es secreto para nadie que a mediados del
2023 Fagioli sufrió un bache vocal, lo cual le obliga a estar atento a su voz y
cancelar si lo siente necesario, como sin duda fue el caso para Barcelona esta
vez. Lo cierto es que en París Fagioli no canceló pero se notó en él cierta
fragilidad que arrastra prácticamente desde hace varios meses. Se le nota mucho
mejor que por ejemplo en su recital Mozart de diciembre pasado, pero todavía
queda algún que otro signo de fatiga.
Sin embargo, aun con esa ligera fragilidad que
por momentos no lo hace sino más conmovedor, Fagioli volvió a demostrar su
total dominio de las agilidades, sus graves carnosos, su muy buen fraseo y su
muy alta capacidad de emoción. Se le esperaba en «Stille amare» y no defraudó,
recibiendo una sonora ovación. Fagioli sigue siendo mucho Fagioli.
Haciendo de su enamorada Seleuce, Giulia
Semenzato, voz de bonito timbre, muy equilibrada, que dio relieve y sentimiento
a un papel que, en honor a la verdad, es en principio bastante soso y
convencional.
Desde ese punto de vista, más fácil lo tenía
Giuseppina Bridelli cuyo papel de «mala» es siempre más sustancioso. Y Bridelli
intentó dar a oír el cinismo de su Elisa. En algún momento hubiésemos deseado
más fantasía en los da capo -creo que hasta la propia cantante llegó a
despistarse de aburrimiento en algún pasaje de agilidad- pero bueno.
El malvado malvadísimo -ese que busca
beneficiarse a la chica y que muera su enamorado- le tocaba a Riccardo Novaro,
voz bien impostada notable en las agilidades, aunque relativamente ligero en
los graves (las tesituras de los bajos en la ópera barroca son tremendas).
Christophe Dumaux, en un papel de menos
extensión y lucimiento, dio muestras de buen hacer, cómodo con su particela.
Pero tal vez la gran triunfadora fuera la
orquesta, compuesta por la Orquesta de Cámara de Basilea e Il Giardino
Armonico. Notables la precisión, el manejo del volumen, la intensidad. Su
director, Antonini, la dirigió con maestría, nunca cubriendo a los cantantes
(mimó en particular a Fagioli en su aria de bravura, de forma que pudiera
mostrar sus perfectas coloraturas sin ser jamás cubierto por la orquesta,
sintiéndose cómodo), soltándola sola en los ritornelli, dando tensión
interna, y mostrando una gran diversidad en la expresión. Un lujo.
El público, entusiasta, premió con aplausos cada aria, y estalló en ovaciones al final del concierto.
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