Discos
Dance
Juan Carlos Tellechea

Quienquiera que se pregunte para qué sirve realmente la música, enseguida llegará a la danza como conclusión. Probablemente, en todas las culturas del mundo y desde tiempos ancestrales se bailaba a su ritmo. Según el nivel de desarrollo, podía bastar un tambor como acompañamiento, como en el caso de algunos pueblos aborígenes.
Cuando las circunstancias económicas lo permitían, por ejemplo entre la nobleza, podía emplearse toda una orquesta. Así pues, la danza tiene una historia muy larga, a diferencia de los conciertos, en los que la gente se sienta tranquilamente y en silencio en sus butacas o sillones para disfrutar de una interpretación musical solista, de cámara u orquestal.
Hacía mucho tiempo que el violinista Daniel Hope, presidente de la Beethoven-Haus (casa natal de Ludwig van Beethoven) de Bonn desde 2020 y miembro del Consejo universitario del Conservatorio de Música Carl Maria von Weber de Dresde, y desde este año titular de la cátedra Menahem Pressler de Música de Cámara de Detroit (Estados Unidos), sentía la necesidad de grabar un compacto sobre la danza.
Variaciones
Junto con la Zürcher Kammerorchester (Orquesta de Cámara de Zúrich) y muchos solistas, ha creado por fin un álbum doble (sello Deutsche Grammophon) de piezas muy variadas y diferentes, lo que significa nada menos que un viaje de música alrededor del mundo a través de diversas épocas, culturas y países.
Escuchándolo, el oyente se puede imaginar perfectamente a las parejas levitando en las pistas de baile al son de los maravillosos valses que tocan Hope y su conjunto en un estilo muy ligerito. Al preludio del primero de los dos CDs del álbum, el Valse nº 2 de Dmitri Shostakovich, llevado al cine por Stanley Kubrick y Lars von Trier, le siguen varias piezas de los períodos clásico y romántico.
Son tan ligeras como el Rondó para violín y orquesta en si bemol mayor de Wolfgang Amadé Mozart o tan tiernas como El lago de los cisnes de Piotr Chaikovski o tan sombrías como La danza de los caballeros de Serguei Prokofiev o la Danse macabre de Camille Saint-Saëns.
El Guarneri del Gesú
Cuando Daniel Hope hace sollozar seductoramente a su Guarneri del Gesú (ex Lipinsky, 1742) en el pas de deux de El lago de los cisnes, primero en solitario y luego a dúo con el violonchelista, las ganas de moverse del oyente, hasta entonces contenidas, dan paso al júbilo.
La recopilación, algunos de cuyos títulos los incluye a menudo Daniel Hope en sus conciertos en vivo, reune todos los estados emocionales del ser humano. Hope y la Orquesta de Cámara de Zúrich abordan en bloque algo más amplio con cinco de las Danzas alemanas (1824) de Franz Schubert, también música ligera de Viena que este compositor escribió con fruición: ländler, valses y minués.
Desde la ex capital imperial, Hope mira hacia el este y el sur de Europa, así como hacia ultramar, con la música afroamericana de Omar Massa (Premio Bandoneón 2023 de Krefeld, cuna del “fueye”).
Solistas
Para esta ojeada alrededor del globo se vale de múltiples instrumentos solistas, verbigracia el címbalo húngaro, la guitarra, el piano y el contrabajo, además del referido instrumento de viento, de lengüetas libres. En realidad, este proyecto discográfico de Dance fue uno de los primeros que había acariciado Daniel Hope. Había probado colocarlo en varias compañías grabadoras, pero por lo visto no era el momento adecuado.
Los álbumes conceptuales eran hace 20 años productos para nichos de mercado. No había compañía discográfica que quisiera intentarlo. Hoy en día, sobre todo los hábitos de escucha son diferentes. De ahí que Hope optara por cambiar, acrecentar y madurar su idea original hasta que llegó el instante en que se dijo “ahora o nunca”.
En estos dos compactos se alude asimismo al papel de los violinistas errantes que tocan ya sea en bailes, tabernas, aldeas o en las cortes reales. Desde el klezmer, las danzas folclóricas y el tango hasta las primigenias épocas, con música de Tarquinio , Evaristo Felice , Henry Purcell, Georg Friedrich Händel y Jean-Baptiste .
Repertorio
En cuanto a la selección de obras, Hope se centra en piezas más conocidas, incluidos éxitos populares como el Cancán de Jacques Offenbach y la Farandole de Georges Bizet. Estas obras se complementan con otras poco o nada conocidas, como el Fandango del napolitano Nicola Conforto, quien fuera compositor de la corte del rey Fernando VI de España, una pieza arrebatadoramente ágil con fondo de castañuelas, a la que se une un guitarrista barroco en la orquesta. O el Lamento di Tristan (de autor anónimo, siglo XIV), un arreglo orquestal de uno de los manuscritos de música de danza más antiguos que se conservan (British Library Add MS 29987 nº 91), acompañado por un tambor medieval.
Una vez le preguntaron a Daniel Hope en una entrevista de prensa por su fe religiosa, a lo que el célebre violinista respondió:
¡Soy católico sudafricano-irlandés con una fusión protestante y judía! El primer rabino de Potsdam era de la familia de mi madre.
Favoritas
Con tanta fragancia sonora y lujoso tono violinístico, el batiburrillo estilístico de este cóctel conceptual es muy digerible. A Schubert le siguen la 'Farandole' de Georges Bizet de la música incidental L'Arlésienne, el Cancán 'Galop infernal' de Orfeo en los infiernos de Jacques
Entre las piezas favoritas de
El hecho de que haya verdaderas rarezas por descubrir es otro punto fuerte del álbum doble. Un extenso bloque de música antigua como inicio del CD 2 con la 'Marche pour la céremonie des turcs' de Le Bourgeois gentilhomme de Jean-Baptiste
Orawa
La pieza más larga del álbum con más de nueve minutos de duración es Orawa de Wojciech
Muchos de los arreglos fueron realizados por el músico y compositor Paul Bateman, en especial las piezas orquestales. A Bateman hay que agradecerle la sutilísima combinación de voz de violín y sustancia musical para producir resultados emocionantes, de buen gusto y con estilo.
El Rondó para violín y orquesta en si bemol mayor K. 269 (261a) de Wolfgang Amadé Mozart o las Cinco danzas alemanas, D 89/6-10 (cadenza Daniel Hope), de Franz Schubert no necesitan tales aclamaciones compositivas. Aquí y allá, la atmósfera del álbum, que oscila entre lo inquieto y lo arrollador, es evidente. El programa conjura algo sutil y un fraseado muy natural, lleno de energía danzante y alegría de vivir que pone los pies de inmediato en zafarrancho de sarao.
Versatilidad
Daniel Hope interpreta algunas de las obras orquestales con sus músicos en la instrumentación original. En repetidas ocasiones demuestra ser un violinista versátil con facilidad para muchos géneros y épocas.
Hope ha invitado a solistas fantásticos que dominan virtuosamente sus instrumentos y que también emocionan con su toque, para que todas estas danzas del campo, la calle, el salón de baile, la sala de conciertos, el club de jazz (It Don' Mean an Thing de If It Ain't Got That Swing de Duke Ellington) o de ballet clásico pudieran interpretarse con dedicación, pasión y variedad tonal.
Además del gran bandoneonista argentino Omar
Virtuosismo y emoción
Lo mismo puede decirse de la Orquesta de Cámara de Zúrich, con su larga tradición, que también incluye el hecho de que lleva varios años tocando sin director fijo: Hope suele dirigirla desde el violín. Música y danza, en un espíritu de alegría compartida, es el mensaje de este doble y polifacético álbum que llega muy hondo al alma y al corazón del oyente. La música se evapora como por encanto finalmente con Vocalise-étude en forme de Habanera (M.51) en la que Maurice Ravel incorpora elementos de los ritmos de la danza vasca en su única contribución al género, interpretada por Hope y el conjunto zuriqués con enorme transparencia, diafanidad, equilibrio y dulzura.
La captación de sonido, a cargo del ingeniero profesor René Möller, tanto en la Casa de la Zürcher Kammerorchester como en el estudio Teldex de Berlín en 2023, ofrecen una amplia imagen de los solistas, de las cuerdas ocupando todo el espectro, con las maderas y la percusión, situadas en el centro, bien integradas en el conjunto, sin resultar excesivamente distantes. Todo ello en una atmósfera de inconfundible inmediatez. En resumen, la naturalidad de una interpretación de concierto como las que se experimentan en vivo con el violinista Daniel Hope y la Orquesta de Cámara de Zúrich.
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