Francia

Media birria

Francisco Leonarte
jueves, 4 de julio de 2024
Daumas, L'olimpiade © 2024 by Vincent Pontet / TCE Daumas, L'olimpiade © 2024 by Vincent Pontet / TCE
París, jueves, 20 de junio de 2024. Théâtre des Champs-Élysées. L'olimpiade, opera en tres actos RV725. Música de Antonio Vivaldi. Libreto de Pietro Metastasio. Dirección de escena, Emmanuel Daumas. Coreografía, Raphaëlle Delaunay. Escenografía, Alban Ho Van. Trajes, Marie La Rocca. Luces, Bruno Marsol. Con Jakub Josef Orlinski (Licida), Marina Viotti (Megacle), Caterina Piva (Aristea), Delphine Galou (Argene), Ana Maria Labin (Aminta), Luigi de Donato (Clistene), Christan Senn (Alcandro), Quentin Signori (acróbata), Bryan Doisy, Kerem Gelebek, Giacomo Luci, Allister Madin, Paul Vezin (bailarines). Choeur de l'Académie Haendel Hendrix. Ensemble Matheus. Dirección musical, Jean-Christophe Spinosi.
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Ay qué pena, pero qué pena, ver el dinero y el talento así malgastados. ¿En aras de qué? Supongo que en aras de alimentar un star-system operístico que para mí no lleva a ningún sitio...

Pero vayamos por partes. Hay que empezar por reconocer que la sala estaba casi llena, y que el público parecía regocijado.

Creí distinguir varias categorías entre el público. Buena parte del público eran fans de Orlinsky. Y estaban encantados de ver a «su estrella» casi en paños menores. Quienes hubiesen venido a ver chicos guapos, encantados también, porque el ballet esencialmente masculino estaba vestido con el mismo traje de gimnasia que dejaba ver o entrever las formas.

Quienes vinieron a pasar un rato y poco les importan música o teatro porque lo que buscan es un momento de distracción, véase un momento de fiesta, al parecer contentos. Aquello se movía mucho, y si no se es muy exigente (o más bien muy poco) con la calidad de los gags, había gags a mansalva... Insisto, es preciso no ser exigente con el sentido del humor.

Quienes al asistir buscaban escuchar música hermosa, no pudieron menos que quedar fastidiados porque durante las arias se escuchaban los chirridos de las zapatillas de los bailarines, porque los cantantes estaban más pendientes de hacer acrobacias gimnásticas que de cantar y así la calidad del canto se resiente, porque para el auditor es imposible concentrarse en la música cuando hay diez acciones paralelas sobre el escenario.

‘L'olimpiade’ de Vivaldi. Dirección musical, Jean-Christophe Spinosi. Dirección de escena, Emmanuel Daumas. París, Théâtre des Champs-Élysées, junio de 2024. © 2024 by Vincent Pontet / TCE.‘L'olimpiade’ de Vivaldi. Dirección musical, Jean-Christophe Spinosi. Dirección de escena, Emmanuel Daumas. París, Théâtre des Champs-Élysées, junio de 2024. © 2024 by Vincent Pontet / TCE.

Por último, a quienes creemos que la ópera es la conjunción entre teatro y música, aquello se nos hizo un suplicio. Un suplicio porque allí no se entendía nada de lo que pasaba, todo el mundo gesticulaba y nadie articulaba, todos se enfrentaban los unos a los otros pero no se sabía quién era quién ni cuáles era sus respectivas motivaciones, con lo cual era imposible una mínima identificación con los personajes; porque no sé sabía por qué ni qué cantaba cada uno cuando cantaba; porque no había un arco de acción que tendiese la totalidad de la obra (o más bien dicho arco desaparece en esta funesta puesta en escena); porque nadie podía entender las supuestas reacciones de unos u otros (como cuando los bailarines empezaron a sollozar -bastante mal, dicho sea de paso-); porque cuando el espectador no entiende, acaba por desentenderse de todo, y entonces aquello se convierte en algo aburridísimo.

Personalmente hacía bastante tiempo que no me aburría tantísimo. Fueron innumerables los gags que no cuajaban ni hacían gracia a nadie.

‘L'olimpiade’ de Vivaldi. Dirección musical, Jean-Christophe Spinosi. Dirección de escena, Emmanuel Daumas. París, Théâtre des Champs-Élysées, junio de 2024. © 2024 by Vincent Pontet / TCE.‘L'olimpiade’ de Vivaldi. Dirección musical, Jean-Christophe Spinosi. Dirección de escena, Emmanuel Daumas. París, Théâtre des Champs-Élysées, junio de 2024. © 2024 by Vincent Pontet / TCE.

Si a esto añadimos que a Ana María Labin no se le oía bien (no me pregunten qué hace su personaje ni cuál es su función en la trama porque seré incapaz de contestar), que a Delphine Galou se le oía todavía menos (es una voz pequeña y allí nadie cuidaba nada, y mucho menos las voces), que a Caterina Piva no se le escuchaba cuando de graves se trata porque al parecer no tiene los mentados graves o al menos no se encontraron ese día, que Orlinsky exhibió una voz netamente destemplada y desabrida (nuncá le había escuchado en tal mal estado), pues...

En tal maremagnum, apenas Marina Viotti, excelente profesional, y Luigi de Donato , buen cantante también, consiguieron apañárselas. Cuando podían haber brillado (sobre todo Viotti) como soles. Lástima.

Eso sí, la orquesta del Ensemble Matheus, dirigida por Spinosi, suntuosa. Qué nervio, qué tensión interna (una de las marcas de la casa), qué «suspense» en la música. La obertura fue sin duda lo mejor que escuchamos, lástima que estuviese lastrada por unas danzas a telón abierto que no aportaban ab-so-lu-ta-men-te na-da (¿¿Cuándo, pero cuándo, estos directorcillos de escena nos dejarán escuchar una obertura tranquilos, a telón cerrado??). En fin.

Les hablo sólo de «media birria» porque servidor de ustedes se marchó en el entreacto, así que sólo puedo hablar de la primera mitad de la memez. Sé que el deber del crítico es aguantar hasta el final, llueve o truene. Pero hay sacrificios que van más allá de lo exigible. Y uno se puede sacrificar por amor al Arte, pero no por odio a la Insensatez

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