Francia
¡Mil gracias Bru-Zane!
Francisco Leonarte
Acostumbrados al «sota, caballo y rey» de las
temporadas concertísticas (Mahler, Brahms, Schuman, Beethoven, Bruckner, Mozart
y poco más), cuando un concierto propone obras y autores poco programados, uno
se siente jubilar. Máxime cuando el nivel de interpretación está entre alto y
muy alto.
Tal suele ser el caso en los conciertos
organizados por el Palazzetto Bru-Zane, dedicado a la promoción y recuperación
de la música francesa del siglo XIX, grosso modo entre 1780 y 1930 (¡ojalá las
músicas hispánicas tuvieran una fundación equivalente!).
En el programa, dos obras bastante conocidas
(pero no por ello frecuentes en las salas de concierto) de Debussy, tres obras
muy infrecuentes de dos autores relativamente conocidos (Massenet y
Saint-Saëns), y tres obras infrecuentísimas (servidor no ha encontrado
grabación comercial en las redes) de tres autores muy poco frecuentes (Fernand
de La Tombelle, Mel Bonis y Théodore Dubois). ¡Ahí queda eso !
Aunque sólo fuera por curiosidad, valía la
pena estar en el Théâtre des Champs-Élysées ese miércoles 26 de junio de 2024. Pero
es que la cosa no queda ahí, porque además teníamos...
Intérpretes de quitarse el sombrero
Desde que fuera revelada al público
internacional con una soberbia interpretación del papel protagónico del Orlando
Furioso de Vivaldi, Marie-Nicole Lemieux no ha cesado de mostrar su valía
como intérprete. Timbre hermoso de contralto, facilidad en todo el registro,
buena capacidad de coloratura, musicalidad a prueba de balas, volumen, y sobre
todo inteligencia musico-teatral y carisma. Hemos podido aplaudirla como
Carmen, como Italiana en Argel, como Dalila, como Geneviève del Pelléas,
como Misstress Quickly...
Y el pasado miércoles pudimos aplaudirla en
dos joyas (cuatro con los bises): Un emocionante y emocionado fragmento de
Mahler (en homenaje a la difunta Jodie Devos, enorme pérdida); la Vilanelle de Las
noches de verano de Berlioz (a modo de bis al final del concierto -y qué
frescura, como si fuera la primera vez que es cantada, como si nos lo contara a
nosotros, sus enamorados, con una sonrisa en la voz y en la cara-); una amplia
selección de Las noches persas, precioso ciclo de Saint-Saëns (¿Por qué
no se programan más a menudo estas Noches persas, tan bonitas, tan
accesibles y tan sugestivas?); y una amplia selección también (casi el ciclo
completo) de Expresiones líricas de Massenet (y qué bonito ciclo, a la
vez teatral e íntimo, con las maravillosas melodías típicas de Massenet.
¡Aviso a los programadores! por favor, dennos ustedes la oportunidad de reescuchar estas maravillosas Expressions lyriques, último ciclo compuesto por Massenet. Es una pura joya. Les aseguro que el público saldrá encantado.
Por poner un pero -ya saben ustedes que a
menudo soy algo tiquis miquis- hubiera sido deseable una mayor
inteligibilidad de Lemieux. Pero bueno.
Otra intérprete de muchísima altura, la joven
arpista Mélanie Laurent (que pudimos aplaudir hace poco tras su interpretación
del Concertstück de Pierné: otra joya infrecuente), tocó una de las
obras más conocidas del programa (conocida pero por desgracia poco presente en
las programaciones), la Danza sacra y danza profana de Debussy.
Sorprende la autoridad de Laurent a la arpa. Y su pasmosa facilidad en las
agilidades, su capacidad de dar volumen y brío, su delicadeza. El diálogo con
la orquesta fluyó de manera impecable, dando todo el sentido a la obra de
Debussy. Gracias pues a ella y a la Orquesta de Cámara de París dirigida por
Fabien Gabel.
Gabel, joven director que ya hemos escuchado y
apreciado en Carmen en Bastille, dirigió con brío pero sin prisas a la
Orquesta de Cámara de París, bien preparada, con buenas intervenciones solistas
(notabilísimo trompa, por ejemplo), con buen sentido de la melodía
(indispensable en el repertorio francés), buen sentido del diálogo orquestal,
cuidando de no tapar a la mezzo ni a la arpista ... Brilló particularmente en
esa muy atípica y sabrosa Fantasietta de Dubois, de la última etapa del
autor y ya anunciadora del espíritu juguetón de la música de entreguerras del
Grupo de los Seis, una obra que esperamos poder volver a escuchar pronto.
El público, que llenaba el teatro a tres cuartos, entusiasta. Y servidor de ustedes... pues me voy a permitir hacerles a ustedes una confidencia personal. Cuando era joven tenía un sueño recurrente: llegaba a una tienda de discos y me encontraba con óperas y músicas que no conocía de autores que tampoco conocía. Aquel sueño me fascinaba... De mayor no me hace falta soñar: tengo a Bru-Zane.
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