España - Madrid
Falla flamenco
Germán García Tomás
En el día festivo en el que en la ciudad de Madrid se celebraba la Virgen de la Paloma, unos kilómetros al oeste de la Villa y Corte, en San Lorenzo de El Escorial, tenía lugar este concierto en el que al público le esperaba una cita monográfica con la música de Manuel de Falla en lo que supuso un más que merecido homenaje a la escritora María
en la doble conmemoración de los 150 años de su natalicio y el medio siglo transcurrido desde su fallecimiento.El ánimo del evento era reivindicar su papel como creadora literaria con voz propia y su repercusión en la música española de principios de siglo XX, en este caso asociada a la producción de corte folclórico del compositor gaditano, desligándola de la sombra de su marido, Gregorio
Como maestros de ceremonias de este concierto dentro del Festival de San Lorenzo, la popular cantaora
Pero siendo justos, lo que lastró el trabajo y lucimiento de los efectivos del conjunto de cámara escurialense fue la amplificación, un aspecto comprensible para el cante de Diana Navarro pero no para los instrumentos, percibiéndose en ocasiones pequeños y molestos golpes provenientes de los atriles durante la ejecución. Pese a todo, la labor de acompañamiento fue adecuada por parte de Alonso en las Siete canciones populares españolas, que como era de esperar sonaron muy flamencas y nada líricas –era imposible no reparar en las referenciales
También hubo oportunidad para escuchar el sustrato del que parte el ballet El sombrero de tres picos con una selección de cuatro números de la pantomima El corregidor y la molinera, de 1917 -el proyecto inicial de Diaghilev y Falla basado en el título novelístico de Pedro Antonio de Alarcón-, que fueron ejecutados con agilidad y brillantez descriptiva pese a los medios técnicos que el Teatro Auditorio había dispuesto, que entorpecieron en vez de ayudar.
El concierto tuvo su colofón con una muy digna interpretación de la versión primigenia de El amor brujo, con la destacada y excelente aportación del oboísta Ignacio Urbina, y donde Diana Navarro dando vida a Candela en voz y movimientos en escena se sintió muy cómoda ataviada en su mantón, alternando el canto flamenco de raza y hondura en la Canción del amor dolido y la Canción del fuego fatuo con una narración del texto cargada de intención y teatralidad, alcanzando grandes momentos declamatorios, como el nivel de poesía con que recitó el Romance del pescador o la vehemencia que le dio al Conjuro para reconquistar el amor perdido.
En el escenario estuvo secundada por la episódica y estelar actuación de un anónimo bailaor de garra en el taconeo durante la Canción de la bruja fingida antes de Las campanas del amanecer, cuya nota final alargó hasta el final en un mar de adornos. Como propina, y en un cambio de registro, la cantaora regaló al público de El Escorial su canción más emblemática que la ha acompañado durante toda su carrera y que ha cumplido ya 20 años, Sola, que revistió nuevo swing flamenco en el colorista acompañamiento de la Orquesta Carlos III.
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