España - Castilla y León
Bruckner 200Dramatismos ponderados
Samuel González Casado

La complicidad y mutuo
entendimiento que demuestran Vasily
Petrenko se salió bastante de ese
Bruckner contemplativo, monumental y bello que tanto se ha escuchado (y
escucha), y se acercó más al urgente y dramático de los maestros rusos (esta Cuarta
parece tener afinidades estilísticas con la registrada por
Técnicamente, todo funcionó a las
mil maravillas: la cuerda jamás había sonado en Bruckner tan transparente y,
sobre todo, tan delicada. Las maderas, con gran presencia en todo el concierto,
disfrutaron de grandes momentos de lucimiento, con especial mención al
flautista Ignacio de Nicolás, muy inspirado. Sin tacha los metales, un bloque
homogéneo en el que por supuesto en trompa José Miguel Asensi se llevó toda la
atención en el primer movimiento, donde solventó su difícil papel notablemente.
Todo ello apuntaló lo más
importante: que Petrenko ofreciera un trabajo en el que todo parece haberse
meditado para que cada pasaje muestre una personalidad diferenciadora que jamás
contradiga la visión general. El fraseo sonó variado, pero también milimétrico,
y el conjunto puede considerarse una grata sorpresa, sobre todo porque a la
sinfonía más interpretada de Bruckner siempre le viene bien un poco de
renovación. Solo hubo un detalle que puede mejorarse: la gradación en los
fortes, sobre todo en el primer movimiento, que sonaron monocordes (con un
equilibrio a prueba de bombas, eso sí).
La primera parte estuvo a la
altura en cuanto a dramatismo bien entendido gracias a la excelente labor de
todos en el Concierto n.º 20 de Mozart. En un principio pareció que la
delicadeza y plasticidad de Juan
Floristán exhibió un fraseo que
parecía evolucionar perpetuamente, y mostró especial atención a los finales de
frase, donde consiguió unos efectos muy delicados, sin llegar a ese punto
liminal de movimiento hamacado y perpetuo que caracteriza a otros colegas y que
me sobrecarga. En el Allegro assai, además, dio la réplica sin ambages a
Petrenko en los puntos más dramáticos. El pianista terminaría por demostrar su
versatilidad en su propina, el preludio La niña de los cabellos de lino
de Debussy, donde se la jugó con algún pianísimo que cortó el aliento (y por lo
tanto las toses) al público. Inolvidable.
En cuanto a otros aspectos del
concierto de Mozart, la cadencia “Don Giovanni”, de András
Tanto Petrenko como Floristán
están anunciados para nuevos conciertos esta temporada (Floristán en el ciclo
de Cámara y recitales), lo que resulta un acicate. Ojalá se sigan prodigando
tanto como hasta ahora, aunque, después de la sustitución in extremis
del domingo 13, espero que Juan pueda visitar el auditorio en circunstancias
menos agitadas.
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