España - Castilla y León

Bruckner 200

Dramatismos ponderados

Samuel González Casado
miércoles, 23 de octubre de 2024
Juan Floristán © 2024 by Juan Pérez Floristán Juan Floristán © 2024 by Juan Pérez Floristán
Valladolid, viernes, 18 de octubre de 2024. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Juan Floristán (piano). Vasily Petrenko, director. Mozart: Concierto para piano n.º 20 en re menor, K. 466. Bruckner: Sinfonía n.º 4 en mi bemol mayor, “Romántica”. Ocupación: 95 %.
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La complicidad y mutuo entendimiento que demuestran Vasily Petrenko y la OSCyL en cada uno de sus conciertos es un fenómeno que esta orquesta no ha repetido, ni por asomo, con ningún otro director, aunque haya habido casos de recurrentes (Eliahu Inbal) donde el público sabía que no iba a salir decepcionado. En este caso, además, la Sinfonía n.º 4 de Anton Bruckner se había interpretado recientemente en varias ocasiones (Festival de Granada, por ejemplo), y después de tanta práctica el resultado fue poco menos que perfecto.

Petrenko se salió bastante de ese Bruckner contemplativo, monumental y bello que tanto se ha escuchado (y escucha), y se acercó más al urgente y dramático de los maestros rusos (esta Cuarta parece tener afinidades estilísticas con la registrada por Rozhdéstvenski en 1981, una de mis grabaciones favoritas del director de Moscú), o también a algunos aspectos levemente radicales de Furtwängler, por supuesto con addenda et corrigenda para que hoy luzca como una versión actual, e incluso vanguardista.

Técnicamente, todo funcionó a las mil maravillas: la cuerda jamás había sonado en Bruckner tan transparente y, sobre todo, tan delicada. Las maderas, con gran presencia en todo el concierto, disfrutaron de grandes momentos de lucimiento, con especial mención al flautista Ignacio de Nicolás, muy inspirado. Sin tacha los metales, un bloque homogéneo en el que por supuesto en trompa José Miguel Asensi se llevó toda la atención en el primer movimiento, donde solventó su difícil papel notablemente.

Todo ello apuntaló lo más importante: que Petrenko ofreciera un trabajo en el que todo parece haberse meditado para que cada pasaje muestre una personalidad diferenciadora que jamás contradiga la visión general. El fraseo sonó variado, pero también milimétrico, y el conjunto puede considerarse una grata sorpresa, sobre todo porque a la sinfonía más interpretada de Bruckner siempre le viene bien un poco de renovación. Solo hubo un detalle que puede mejorarse: la gradación en los fortes, sobre todo en el primer movimiento, que sonaron monocordes (con un equilibrio a prueba de bombas, eso sí).

Pieza enlazada

La primera parte estuvo a la altura en cuanto a dramatismo bien entendido gracias a la excelente labor de todos en el Concierto n.º 20 de Mozart. En un principio pareció que la delicadeza y plasticidad de Juan Floristán, en su último concierto en Valladolid después de una aprovechadísima semana de actuaciones y ensayos, no iba a combinarse demasiado bien con el montuoso estilo del director; pero Petrenko logró acercar su calculada explosividad a la parte solista en los momentos necesarios, y se contuvo en ciertos momentos para que el equilibrio no se resintiera. La orquesta sonó estupendamente, muy armada y teatral, pero también respetuosa.

Floristán exhibió un fraseo que parecía evolucionar perpetuamente, y mostró especial atención a los finales de frase, donde consiguió unos efectos muy delicados, sin llegar a ese punto liminal de movimiento hamacado y perpetuo que caracteriza a otros colegas y que me sobrecarga. En el Allegro assai, además, dio la réplica sin ambages a Petrenko en los puntos más dramáticos. El pianista terminaría por demostrar su versatilidad en su propina, el preludio La niña de los cabellos de lino de Debussy, donde se la jugó con algún pianísimo que cortó el aliento (y por lo tanto las toses) al público. Inolvidable.

En cuanto a otros aspectos del concierto de Mozart, la cadencia “Don Giovanni”, de András Schiff, teóricamente pertinente, no funcionó muy bien en la práctica, y rompió en buena medida el ambiente y la progresión. No me convenció tampoco la excesiva presencia de las maderas especialmente en el segundo movimiento (protagonistas en toda la velada, como se ha apuntado respecto a la sinfonía), quizá por las nuevas posiciones que se están adoptando en la caja escénica, aunque reconozco que todo lo demás sonó con admirable equilibrio. En cualquier caso, creo que este n.º 2 es ya uno de los grandes conciertos de la temporada: el público, en lo que yo vi, salió entusiasmado, e incluso algún descreído de Bruckner reconoció que de esta manera es otra cosa.

Tanto Petrenko como Floristán están anunciados para nuevos conciertos esta temporada (Floristán en el ciclo de Cámara y recitales), lo que resulta un acicate. Ojalá se sigan prodigando tanto como hasta ahora, aunque, después de la sustitución in extremis del domingo 13, espero que Juan pueda visitar el auditorio en circunstancias menos agitadas.

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