Artes visuales y exposiciones
Wo alles begann
Juan Carlos Tellechea
El 250º aniversario del nacimiento de Caspar David
Friedrich se celebra este año en Dresde con una magna exposición de
sus obras maestras. Wo alles begann (Donde empezó todo) se titula la
muestra que se extiende desde el 24 de agosto en dos museos de las Staatliche
Kunstsammlungen, SKD (Colecciones de arte estatales) de esa ciudad atravesada
por el río Elba: en el Kupferstich-Kabinett (Gabinete de grabados) la
exhibición va hasta el 17 de noviembre próximo; en el Albertinum hasta el 5 de
enero de 2025.
Durante más de 40 años, Dresde fue el centro de
la vida de Caspar David
Más de 200 piezas, entre cuadros y dibujos,
permiten conocer la obra y la técnica pictórica de Friedrich, así como su mundo
emocional y su entorno vital y artístico. Se exponen sus 47 cuadros famosos,
todos ellos realizados en Dresde, así como estudios y bocetos del artista
nacido en Greifswald,
a orillas del Mar Báltico.
Debates
Caspar David Friedrich también participó en
debates sobre arte en Dresde, viajó por la ciudad para inspirarse en la
naturaleza, fundó una familia y creó una gran red de contactos. Murió en mayo
de 1840 y fue enterrado en el entonces Cementerio Nuevo de la ciudad.
Es esta la tercera gran exposición del año con
motivo de este aniversario, después de las de Hamburgo (en la Kunsthalle)
y Berlin (Alte
Nationalgalerie).
Publicación
El voluminoso catálogo,
publicado por la editorial Sandstein
de Dresde, reune ensayos y artículos del equipo de historiadores del arte y
especialistas que comisaría la exposición: Stephanie Buck (directora del
Gabinete de grabados) y Hilke Wagner (directora del Albertinum), así como Petra
Kuhlmann-Hodick, Liliane Wiblishauser, Holger Birkholz, Katja Paul y Sylvia
Karges (del Münzkabinett, Gabinete numismático).*
Otros destacados expertos analizan
exegéticamente asimismo la obra de Caspar David Friedrich y su recepción con
diversas e importantes contribuciones acerca de sus muy variados aspectos. Es
justo mencionarlos a todos. Se trata de los historiadores del arte y académicos
Hans Dickel, Johanna Ziegler, Werner Busch, Anna Marie Pfäffin, Christoph Ort,
Christiane Lukatis, Yuko Nakama, Anke Fröhlich-Schauseil, Carolin Quermann,
Florian Illies, Frank Richter, Dirk Gedlich, Roland Enke, Johannes Grave, Christian
Scholl, Nina Amstutz, Maria Körber, Kathleen Hohenstein, Juliane Busch, Katrin
Bielmeier, Mareike Hennig, Linda Alpermann, Johannes Rößler, Marina Schulz,
Claudia Maria Müller y Klara von Lindern que han hecho importantes aportes a la
exhaustiva publicación.
Quienquiera que hasta ahora haya visto con
entusiasmo las obras de Friedrich como meros paradigmas de una evasión
romántica del mundo, quedará desengañado al estudiar este libro. Romanticismo y
realismo no se excluyen mutuamente en la obra de Friedrich. Ésta se clasifica
como parte de la vida social y artística general de su época. En sus paisajes
siempre hay una tensión entre los panoramas idealizados y la verdad de la
naturaleza. Son símbolos e imágenes al mismo tiempo; esa dialéctica recorre la
historia del arte hasta nuestros días.
Paisajes
La exposición del Albertinum presenta a Caspar
David Friedrich como pintor. Sus cuadros pueden verse allí junto a paisajes de
sus modelos, los pintores Jacob van Ruisdael,
Salvatore Rosa y Claudio de Lorena, así
como de sus contemporáneos. La exposición del Gabinete de grabados se centra en
el proceso artístico. Se exponen dibujos (estudios, bocetos) que Friedrich
realizó en sus paseos por Dresde y en sus viajes a Greifswald, Rügen y las Montañas de
los Gigantes.
Quizá El caminante
sobre el mar de niebla sea el cuadro más conocido de Caspar
David Friedrich en la actualidad, pese a que se le atribuyó tardíamente. La
tela no apareció en el mercado del arte hasta mediados del siglo XX y se la
asocia a Friedrich sobre todo porque incorpora algunos de sus estudios de la
naturaleza. En este lienzo se ve a un hombre de espaldas y de pie sobre un pico
rocoso con las montañas envueltas en niebla frente a él. Se dice que lo pntó
hacia 1817 o 1818.
Obra atípica
En general, El caminante sobre el mar de
niebla es una obra atípica en muchos aspectos, según el historiador del
arte Dr Johannes
Grave, profesor de la Universidad Friedrich Schiller de Jena y uno
de los importantes autores del catálogo :
Probablemente no haya ningún otro cuadro de Friedrich en el que una figura humana aparezca de forma tan grande y central.
Aunque se sabe por los escritos conservados de
Caspar David Friedrich que concebía al Hombre en su dependencia de Dios, El
caminante sobre el mar de niebla parece buscar una experiencia de lo
sublime.
Al mismo tiempo, el cuadro invita al espectador
comprometerse con la visión, explica el profesor Dr Grave:
Nos encontramos con alguien que ve, pero no podemos ver lo que él ve. Por tanto, tenemos buenas razones para suponer que esta imagen también pretende hacernos reflexionar sobre la visión.
Preindustrial
Claro, eran otros tiempos. Sus imágenes vienen
de otro mundo, si bien muestran lugares conocidos: la isla de Rügen (la mayor de
Alemania), Greifswald, las playas del mar Báltico, los macizos montañosos del
centro de Europa. Friedrich los pintó antes de 1840. Es decir, en la época que
ahora se califica de “preindustrial” en los mapas climáticos. Con sólo 280 ppm
de CO2 en el aire, la proporción de gases de efecto invernadero procedentes de
la combustión de petróleo, carbón y gas era aún prácticamente nula. Hoy se
está, en el mejor de los casos, en 420 ppm, y mucho más arriba (1500 ppm en
algunos sitios más contaminados por la industria).
Las ciudades de Friedrich no tienen chimeneas
ni fábricas, el campo no tiene carreteras ni polígonos industriales, no hay
refinerías ni parques eólicos. Tal vez hizo un poco de trampa o los edificios
más altos eran en realidad iglesias. La naturaleza es extrema y sobrecogedora,
las pocas personas son enanas y se contentan con permanecer de pie al borde del
cuadro de una pieza. O se asoman al mar de niebla como excursionistas sin
chaquetas de textiles especiales de tipo “membrana”, ampliamente utilizados hoy
en día en la confección de ropa deportiva para actividades al aire libre.
Destrucción
Solos y solitarios y llenos de humildad ante el
violento entorno que aún no necesitaba de protectores como los chicos del Friday
for future o Greenpeace. El éxito posterior de Caspar David
Friedrich tiene sin duda algo que ver con esto: recuerda al espectador lo que
se ha perdido y lo que se sigue destruyendo cada día. Cuanto más se convierten
los campos en monocultivos, los bosques en lugares de producción forestal y los
mares en zonas vacías de muerte pesquera o de explotación mineral en sus
profundidades, más se necesita el consuelo de una romántica puesta de sol en el
bosque primigenio, justo detrás del monasterio en ruinas. Y cuando se haya
talado, desecado, arado y asfaltado la encantadora naturaleza de Friedrich a la
vuelta de la esquina, entonces sus admiradores volarán a Nueva Zelanda para
disfrutar de quince días de baños en un bosque.
Ciegos
Los cuadros de Caspar David Friedrich fueron
como puntos ciegos en su época. Las Colecciones Estatales de Arte de Dresde
poseen un pequeño cuadro de Caspar David Friedrich que muestra un arbusto en la
nieve. El pequeño cuadro está pintado casi gris sobre gris. Tiene un primer
plano blanco cubierto de nieve, detrás del cual las ramas oscuras y húmedas se
entretejen formando una densa alfombra.
Si se expusiera en el contexto habitual de la
pintura del siglo XIX, podría pasar desapercibida. Sin embargo, ahora que el
maestro alemán de Dresde está en el punto de mira, realmente destaca porque la
obra es insólita, la importancia de esta joya pictórica reside precisamente en
su insignificancia. Cuando el cuadro se presentó por primera vez en la
Exposición de la Academia de Dresde en 1828, aún se titulaba Del brezal de
Dresde.
Friedrich subrayaba así el carácter incidental
del motivo, que parece representar una impresión momentánea. Tales
instantáneas, como hoy se denominan en la era de la fotografía, las plasmaba
Friedrich sobre todo en dibujos. El cuadro está ejecutado con precisión. Sin
embargo, si se observa con atención, se aprecia la calidad abocetada, la
pincelada rápida sobre el dibujo subyacente, con la que Friedrich plasmaba
principalmente las ramas directamente sobre el fondo del cuadro, que ahora se
titula Arbustos en la nieve.
Abstracción
Friedrich pintó directamente sobre el color del
cielo superpuesto utilizando la técnica húmedo sobre húmedo en la pintura que
aún no se había secado. Esto le permitió pintar los arbustos con rapidez y
seguridad. De ahí la espontaneidad de esta pequeña impresión paisajística.
Pareciera como si Friedrich la hubiera plasmado en el lienzo directamente
delante del motivo. Pero como todos sus cuadros, el pintor no creó esta obra in
situ, como un cuadro al aire libre, sino en su estudio.
La obra está demasiado bien pensada y
estructurada. La configuración de celosía de las ramas cierra todo el espacio
pictórico, que desaparece en una bruma gris. Para el espectador actual, la obra
parece casi abstracta. Recuerda incluso a los cuadros de árboles de Piet Mondrian, antes de
que llegara a la abstracción geométrica de sus famosos campos de color. En
estas primeras obras, el holandés también estructuraba el espacio pictórico con
ramas grises y lo descomponía de forma casi cubista.
Para Friedrich es igualmente importante hoy una
actitud de recepción que va más allá de la mera percepción del objeto e incluye
su interpretación. El catálogo de la editorial Sandstein describe, por ejemplo,
la fisonomía que Friedrich da a los árboles, las ruinas y los cementerios
representados. Entre otras cosas, documenta el claro rechazo de Friedrich a la “manera
ingenua” de retomar la pintura del pasado y trata en detalle su aproximación a
la pintura de los maestros antiguos.
Efectos
Mención especial merecen los vínculos entre los
textos del catálogo y la literatura histórico-artística de Friedrich. Se
analizan los efectos de la obra de Friedrich en sus contemporáneos. En
ocasiones fue un crítico feroz de sus compañeros artistas. Se examina el color
como portador de emociones, así como su técnica pictórica. La variedad de
aspectos y los diferentes enfoques de las cuestiones de detalle son
impresionantes. También se analizan sus relaciones con los príncipes mecenas
rusos.
El sublime paisajismo de Friedrich solo se
aprecia realmente en comparación directa con paisajes de Jacob van Ruisdael,
Salvatore Rosa o Claudio de Lorena, cuadros que ya en vida de Friedrich
figuraban entre las obras mayores más apreciadas de la pinacoteca de Dresde.
Friedrich las había visto y estudiado. Y con la luz misteriosa de sus cuadros,
la representación de la distancia infinita, el resplandor de su transparencia
aérea en la aplicación del color, a menudo iba mucho más allá de estos modelos.
Pero hay algo más que hace a Friedrich tan
fascinante para el público de hoy. En esta época de avalancha de imágenes, el
espectador disfruta cuando la reducción y la abstracción calman la mente y la
armonizan con lo esencial. Friedrich ya tenía un ojo especial para esto. Esto
queda claro en la confrontación de su cuadro Salida de la luna junto al mar
con el Paisaje forestal con tres filósofos de Salvatore Rosa, del siglo
XVII.
Diferente
Los tres hombres de Rosa pueden estar
discutiendo animadamente sobre la naturaleza y dando cuenta de sus propias
impresiones sensoriales. Sus gestos así lo atestiguan. En la obra de Friedrich,
sin embargo, vemos tres figuras completamente inmóviles. Dando la espalda al
espectador, están sentadas en una roca de la orilla y contemplan embelesadas la
luna que se eleva en el horizonte. El hombre y las dos mujeres están
completamente inmersos en los sentimientos que les provoca el espectáculo
natural.
Esta concentración en el motivo central, en
este caso la luna, es uno de los puntos fuertes de Friedrich. Y logra este
efecto de concentración con un truco que le es característico: la figura de
espaldas. En los paisajes siempre han aparecido personas. Pueden ser
agricultores, pastores o viajeros. Se dedican a sus quehaceres y aprovechan la
naturaleza de alguna manera. El maestro francés del siglo XVII Claudio de
Lorena prefería situar las figuras en primer plano para dar profundidad al
cuadro y grandeza a la naturaleza. Friedrich hace lo mismo. Sin embargo, de
forma diferente a todos los pintores que le precedieron.
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