Geopolítica y Relaciones internacionales

El regreso de Donald Trump y sus efectos sobre todo el mundo

Juan Carlos Tellechea
viernes, 8 de noviembre de 2024
Donald Trump © 2021 by AFP Donald Trump © 2021 by AFP
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Donald Trump será el 47º presidente de los Estados Unidos, cuando preste juramento a su cargo el próximo 20 de enero de 2025, protagonizando un regreso histórico a la Casa Blanca, bajo el credo de America First. El decisivo triunfo electoral del candidato republicano el pasado martes 5 de noviembre comienza ya mismo a tener un impacto masivo en la geopolítica y la seguridad de todo el mundo, incluida Europa.

Por lo pronto el debilitado gobierno de coalición socialdemócrata-verde-liberal de Alemania que encabeza el canciller Olaf Scholz ha experimentado un resquebrajamiento, tras varios meses de crisis internas, 12 horas después de conocido el resultado de las elecciones estadounidenses. Scholz cesó a su ministro de Finanzas por desavenencias sobre la necesidad de aumentar urgentemente las partidas presupuestarias para la promoción de la industria, la protección del medio ambiente, los gastos sociales, de seguridad y de defensa. Mientras tanto (y en tanto pueda aún), funcionará como un gobierno de minoría (tolerado por la oposición), introduciendo una reorganización de sus ministerios con algún nombre nuevo como titular de la cartera de Finanzas.

Guerra

Hay temores en Alemania, por los anuncios hechos por Trump durante la campaña electoral, entre otras cosas, sobre la introducción de aranceles punitivos a las importaciones. Según cálculos del Instituto de Investigación Económica de Colonia (IW), una guerra comercial podría costar a la economía alemana unos 180.000 millones de euros en los próximos cuatro años. De aquí a 2028 podrían perderse 150.000 puestos de trabajo.

Preocupa asimismo la notoria intención de Trump de poner fin a la guerra en Ucrania tras su toma de posesión. Con toda probabilidad, no continuará con las anteriores entregas de armas estadounidenses en la misma medida que bajo la presidencia de Joe Biden. Esto tendría un impacto considerable en la seguridad alemana. Trump también podría retirar el despliegue ya acordado de misiles estadounidenses de medio alcance y misiles de crucero en suelo alemán.  

Corea del Norte

El hecho de que un nuevo presidente estadounidense asuma el cargo no significa que Pyongyang vaya a dar marcha atrás en una serie de esfuerzos que desafían los intereses de Estados Unidos: el envío de tropas y municiones para apoyar la guerra de Rusia contra Ucrania; el alineamiento con Pekín, Moscú y Teherán contra Estados Unidos, al tiempo que aumenta el riesgo de conflictos simultáneos; el seguir amenazando a Corea del Sur; y mejorar sus fuerzas nucleares y de misiles.

Corea del Norte, sin embargo, no se dejará llevar por la euforia. Sus dirigentes son expertos en mantener sus acciones justo en el nivel en el que pueden provocar titulares, pero no respuestas realmente contundentes, como demuestran los recientes lanzamientos de misiles de corto alcance y de un misil balístico intercontinental, junto con una escalada en el envío de proyectiles de artillería, luego misiles y después tropas a Rusia.

Escalada

Hay razones para esperar que Corea del Norte pueda incluso escalar aún más hasta una agresión limitada contra Corea del Sur. Tampoco se puede descartar que Corea del Norte se embarque en una nueva ofensiva táctica de seducción dirigida principalmente a Washington para impedir una respuesta unificada y enérgica de Estados Unidos y de la comunidad internacional, aunque Kim siga comprometido con estas líneas generales de actuación.

La cuestión es si las acciones de Corea del Norte el próximo año serán lo suficientemente dramáticas como para provocar una respuesta centrada de la Casa Blanca; tal vez en forma de una confrontación militar seguida de negociaciones, si el pasado es prólogo, o si estas acciones se mantendrán por debajo del umbral de desencadenar una gran respuesta de la nueva administración, permitiendo así a Corea del Norte establecer una “nueva normalidad” en un nivel más alto de comportamiento peligroso.

En cualquier caso, la historia y la lógica sugieren que Kim Jong-un tendrá la iniciativa, y la nueva administración estadounidense reaccionará ante él en lugar de trazar su propio rumbo en la política hacia Corea del Norte.

Cercano Oriente

Los Acuerdos de Abraham entre Israel y los países árabes serán probablemente un pilar clave de la política estadounidense en Oriente Próximo para la administración Trump. Sabiendo que los Acuerdos fueron uno de los principales éxitos políticos durante el primer mandato de Trump, la administración dará prioridad a mejorar y ampliar los Acuerdos, con un enfoque particular en asegurar acuerdos con actores clave como Arabia Saudita.

Aunque la administración Trump buscará oportunidades para implicar a los líderes palestinos y poner fin a la guerra entre Israel y Hamás, no considerará que un acuerdo de paz sea un precursor necesario para ampliar los Acuerdos. En su lugar, Trump se centrará en crear una alianza regional contra la influencia iraní, aprovechando las recientes acciones iraníes y de sus representantes en toda la región para atraer a nuevos miembros con acuerdos sobre armas.

Además, es probable que la nueva administración explore iniciativas que fomenten el comercio y la inversión entre las naciones signatarias para reforzar los acuerdos nuevos y existentes.

Conocido

El nuevo ascenso de Trump al poder era un trastorno predecible y previsto desde hacía tiempo, pero así y todo siempre sigue siendo impactante cuando se traduce en hechos reales. Pese a que las encuestas pronosticaban un empate con la candidata demócrata Kamala Harris, la victoria de Trump esta vez no llegó a ser tan sorprendente como en 2016, porque en aquel entonces el debate posterior giró en torno a cómo gobernaría y cómo alteraría el papel de Estados Unidos en el mundo.

Debido a su inestabilidad e imprevisibilidad, su estilo errático y su pensamiento poco coherente, algunas de esas mismas cuestiones siguen abiertas hoy en día. Mas ahora la opinión pública posee más información de este cretino, mentiroso patológico, fanfarrón y delincuente convicto después de haberlo visto gobernar, de conocer como analizó su tiempo en el cargo durante los últimos años y de cómo actuó en su tercera campaña política.

Incógnita

Con estos datos es posible, tal vez, intentar una predicción (con inmenso margen de error, por supuesto) sobre lo que Trump intentará hacer en su segundo mandato. La incógnita es cómo reaccionará el resto del planeta y cuál será el resultado final. No todos saludaron rápidamente su victoria; el presidente ruso Vladimir Putin lo hizo con retraso, pero indicó que el Kremlin estaba abierto a mantener contactos con la Casa Blanca. El portavoz del gobierno de Moscú especulaba ya con una inminente capitulación de Ucrania.

Al parecer Donald Trump tiene planes radicales para esta segunda administración. El ex presidente y ahora presidente electo a menudo se salta los detalles, pero a través de más de un año de pronunciamientos políticos y declaraciones escritas esbozó una agenda de amplio alcance que combina los enfoques conservadores tradicionales a los impuestos, la regulación y las cuestiones culturales con una inclinación más populista en el comercio y un cambio en el papel internacional de Estados Unidos.

Sur

En esta segunda administración Trump, se puede esperar un cambio hacia un modelo más restringido y transaccional de promoción de la democracia, con un enfoque principal en los intereses estratégicos sobre los esfuerzos de democratización global. El mandato anterior demostró una tendencia a priorizar la seguridad nacional y la influencia económica; se puede aguardar más de lo mismo en su segundo mandato. Es probable que la promoción de la democracia global por parte de Estados Unidos siga siendo incoherente, lo que pondrá aún más en peligro los avances en el compromiso de Estados Unidos con el Sur Global.

Inmigración ilegal

Reina la incertidumbre sobre cómo y cuándo se concretarán las medidas de Trump en materia de lucha contra la inmigración ilegal en los Estados Unidos. Aunque Trump y sus asesores han ofrecido esbozos, quedan abiertas muchas cuestiones sobre cómo deportarían a los 11 millones de personas que se calcula que están en el país ilegalmente.

A saber, cómo se puede identificar a los inmigrantes ilegales, dónde se los detendría, qué pasaría si sus países de origen se niegan a recibirlos de vuelta, de dónde sacaría Trump el dinero y los agentes con la formación idónea para llevar a cabo su deportación.

Donald Trump ha dicho que invocaría la ley contra enemigos extranjeros, de 1798, una norma poco utilizada, que permite al presidente deportar a cualquier extranjero de un país con el que Estados Unidos esté en guerra.

Ha hablado asimismo de desplegar la Guardia Nacional, que puede activarse por orden de un gobernador. Stephen Miller, uno de los principales asesores de Trump, ha dicho que las tropas bajo gobernadores republicanos simpatizantes enviarían tropas a los estados cercanos que se nieguen a participar.

Clima

Durante la campaña electoral, Trump prometió derogar la normativa federal sobre emisiones de gases de efecto invernadero, arremetió contra el Green New Deal como la “mayor estafa de la historia” y se comprometió a impulsar la producción de combustibles fósiles. Sin embargo, su administración deberá tener en cuenta el peligro de estas acciones. El cambio climático es global. Independientemente de la procedencia de los gases de efecto invernadero, la inacción climática afectará a todo el planeta, incluido Estados Unidos.

El cambio climático afecta a los medios de vida y a las finanzas cotidianas, daña las infraestructuras, supone un coste para los contribuyentes y reduce la seguridad nacional. Cada tres semanas, los desastres climáticos provocan daños por valor de mil millones de dólares. Anualmente, cuestan a Estados Unidos 150.000 millones de dólares. Y lo que es más grave, es probable que se trate de una subestimación. La administración Trump se dará cuenta de que no puede pasar por alto estas preocupaciones.

Personal

A esta altura, dos cosas principales parecen estár claras. En primer lugar, como en el primer mandato de Trump (y como en todas las administraciones presidenciales), el personal determinará la política, y varias facciones competirán por la influencia, algunas con ideas radicales sobre la transformación del Estado administrativo y la política exterior estadounidense, otras con puntos de vista más convencionales. El Congreso estará además bajo su entero poder, en la cámara de diputados es muy probable que los republicanos sigan siendo mayoría (se sabrá en los próximos días) y en el senado que la recuperen.

Esta vez, las facciones más extremistas tendrán la sartén por el mango, y aprovecharán su ventaja para expulsar a las voces más moderadas, vaciar las filas de los profesionales civiles y militares que consideran “el Estado profundo”, y tal vez utilizar los resortes del gobierno para perseguir a los opositores y críticos de Trump.

Exteriores

La esencia del enfoque de la política exterior de Trump, lo que se puede denominar como transaccionalismo desnudo, no ha cambiado. Pero el contexto en el que intentará llevar a cabo su idiosincrática forma de negociar ha cambiado drásticamente: el mundo actual es un lugar mucho más peligroso que durante su primer mandato. La retórica de la campaña de Trump pintó el mundo en términos apocalípticos, presentándose a sí mismo y a su equipo como realistas duros que comprendían el peligro.

Pero lo que ofrecieron fue menos realismo que realismo mágico: un conjunto de fanfarronadas fantasiosas y nostrums superficiales que no reflejaban ninguna comprensión genuina de las amenazas a las que se enfrenta Estados Unidos.

El politólogo Dr Peter Douglas Feaver, profesor de la Universidad Duke, en Durham, Carolina del Norte, subraya este concepto en un amplio artículo de fondo publicado en la revista Foreign Affairs:

Que Trump pueda proteger los intereses estadounidenses en este complejo entorno puede depender de la rapidez con la que él y su equipo se deshagan de la caricatura de campaña que persuadió a poco más de la mitad del electorado y, en su lugar, se enfrenten al mundo tal y como es en realidad.

Transición

La primera tarea a la que se enfrenta Trump será la transición formal. Incluso en las mejores circunstancias, se trata de una maniobra burocrática difícil de ejecutar, y es dudoso que esta vez vaya sobre ruedas. Trump ya ha dejado constancia de su desdén por el proceso y, para evitar verse sometido a estrictas restricciones éticas, se ha negado hasta ahora a cooperar con la Administración de Servicios Generales, que proporciona la infraestructura que permite a un gobierno en espera recabar la información que necesita para estar preparado el primer día.

Sin embargo, la ausencia de una transición tradicional puede no ralentizar tanto a la administración entrante, puesto que ya ha subcontratado la mayor parte del trabajo al infame Proyecto 2025 de la Heritage Foundation y al menos conocido proyecto de transición del America First Institute.

Cadáveres en el armario

El trabajo realizado por los verdaderos creyentes de MAGA (Make America Great Again) en esos proyectos es mucho más consecuente y más indicativo de lo que hará una administración Trump entrante que cualquier cosa desarrollada por el esfuerzo de transición nominal copresidido por la ex congresista Tulsi Gabbard y Robert F. Kennedy, Jr (posible candidato a ocupar una cartera ministerial al igual que el multimillonario Elon Musk).

La transición será aún menos importante si el equipo de Trump sigue adelante con sus planes de renunciar a las comprobaciones de antecedentes del FBI y en su lugar hacer que el presidente conceda autorizaciones de seguridad únicamente sobre la base de la investigación interna de la campaña, lo que permitiría a Trump evitar que sus opciones de personal preferidas se vean bloqueadas por cualquier esqueleto en sus armarios.

Una medida tan radical sería probablemente legal, pero solo después de la investidura de Trump. Mientras tanto, la administración saliente de Biden vería limitada su capacidad para coordinarse con el equipo entrante de Trump de la forma tradicional, ya que el personal de Trump no dispondría de autorizaciones. Los votantes estadounidenses hicieron su elección, y la maquinaria del gobierno en Washington se acomodará ahora a Trump de una forma u otra.

El mundo

En el resto del mundo la mayoría de los aliados de Estados Unidos veían con pavor una victoria de Trump, creyendo que sería un clavo decisivo en el ataúd del tradicional liderazgo mundial de Estados Unidos. Hay mucho que criticar de la política exterior estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial, y los aliados de Estados Unidos nunca se cansaron de airear sus quejas. Pero también comprendieron que la era de la posguerra era mucho mejor para ellos que la era que la precedió, durante la cual Washington eludió sus responsabilidades y millones pagaron el precio final como resultado.

Cuando el electorado estadounidense eligió a Trump la primera vez, los aliados de Estados Unidos reaccionaron con diversas estrategias de cobertura. Esta vez, se encuentran en una posición mucho más débil debido a sus propios desafíos internos y a las amenazas que plantean el presidente ruso Vladimir Putin y el líder chino Xi Jinping.

Los aliados de Estados Unidos intentarán halagar y apaciguar a Trump y, en la medida en que sus leyes se lo permitan, ofrecerle los halagos y emolumentos que demostraron ser la mejor manera de conseguir condiciones favorables durante su primera administración. El enfoque transaccional y a corto plazo de Trump probablemente producirá una imagen especular entre los aliados, que tratarán de obtener lo que puedan y evitarán dar nada a cambio, una forma de diplomacia que, en el mejor de los casos, produce una cooperación falsa y, en el peor, deja que los problemas se enconen.

Adversarios

En cambio, entre los adversarios de Estados Unidos, el regreso de Trump presentará abundantes oportunidades. Trump ha prometido intentar obligar a Ucrania a ceder territorio a Rusia, consolidando así los logros de Putin tras la invasión. A diferencia de muchas promesas de campaña, ésta es creíble, porque Trump se ha rodeado de asesores anti-ucranianos y pro-Putin.

También es probable que su plan para Ucrania se lleve a cabo, ya que entra de lleno en el ámbito de las prerrogativas presidenciales. La única cuestión es si Putin aceptará una rendición parcial con el entendimiento de que siempre puede apoderarse del resto del territorio de Ucrania una vez que Trump haya impuesto con éxito la “neutralidad” a Kiev o si Putin llamará y exigirá la capitulación total de inmediato.

Los beneficios para China son menos obvios, ya que varios de los principales asesores de Trump se entregan al realismo mágico de pensar que Estados Unidos puede sacrificar sus intereses en Europa y, al mismo tiempo, apuntalar de algún modo la disuasión contra las depredaciones chinas en Asia Oriental. Las primeras medidas que tome la nueva administración Trump en Asia podrían parecer belicistas a primera vista.

Comercio con China

Verbigracia, si Trump consigue imponer los aranceles masivos que ha propuesto imponer a los productos chinos, la economía de China podría experimentar cierta aflicción, aunque el dolor para los consumidores estadounidenses sería mayor y más inmediato. Es probable que Trump busque una forma de mostrar el poderío militar de Estados Unidos en Asia para señalar una ruptura con lo que ha descrito como la debilidad de Biden.

Entre los adversarios de Estados Unidos, el regreso de Trump presentará abundantes oportunidades. Pero es dudoso que los aranceles cambien de forma significativa las políticas de China o que el belicismo performativo se traduzca en un refuerzo militar sostenido en Asia. Por un lado, Trump ha impuesto ciertas condiciones para defender a Taiwán, exigiendo que Taipei cuadruplique su gasto en defensa para tener derecho a un mayor apoyo estadounidense.

Contradicciones

Esta rocambolesca estrategia bien podría derrumbarse por sus propias contradicciones, y es posible que la alianza chino-rusa se encuentre con la perspectiva de un repliegue estadounidense en los dos grandes teatros. Durante la campaña, Donald Trump y James David Vance se presentaron como hombres de paz mientras ridiculizaban a su oponente, la vicepresidenta Kamala Harris, y a sus aliados como belicistas.

El retrato implícito de Trump como una paloma cautelosa debería ser chocante para cualquiera que recuerde sus amenazas durante su primer mandato de desatar “fuego y furia” contra Corea del Norte o su arriesgado asesinato de un alto general iraní. El aislacionismo sin diluir de su mensaje de campaña podría resultar ser una camisa de fuerza que paralice la política exterior de la administración Trump en un momento crítico. Pero Trump es famoso por liberarse de esas cadenas y resistirse a que lo encierren.

Inestabilidad

Los ayudantes más astutos de Trump utilizarían esto en su beneficio, presentando lo que quisieran que hiciera como lo que sus enemigos decían que no podía hacer. Esa táctica funcionaría de forma limitada durante un tiempo, pero en algún momento, Trump inevitablemente se movería en una dirección completamente diferente.

Esta vez, esa impulsividad podría acabar frustrando, en lugar de potenciando, a las facciones más extremistas de su equipo. Trump ha ganado la oportunidad de determinar la política de seguridad nacional de Estados Unidos y ejercerá el impresionante poder que encarnan los hombres y mujeres que ahora esperan impacientes trabajar para él. El equipo de Trump tiene confianza más que suficiente. El mundo pronto se enterará, si es que tiene la sabiduría necesaria (¡ojalá!) para comprender cabalmente lo que ocurre en estos movedizos terrenos.

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