Argentina
Orfeo en los infiernos: un estreno bienvenido
Gustavo Gabriel Otero

La opereta parece no estar entre los rubros que elige el
Teatro Colón para su programación, si tomamos los últimos 25 años se ofreció
tres veces La Viuda alegre (2001, 2011 y 2023), al parecer el único
título de este género que conocen las autoridades del teatro, acompañado solo
por El conde de Luxemburgo en la temporada de verano de 2005. Años sin
opereta francesa y menos aún de opereta italiana (que también existe).
Por eso es bienvenido este estreno para la casa de ópera
de la calle Libertad de este Orfeo en los infiernos en una versión de
muy buena calidad general. El programa de mano, cada vez más exiguo en la
información y en los comentarios, no brindó este dato tan importante. No
pedimos que rastreen en las nieblas del tiempo el probable estreno local del
año 1866, pero al menos que en los paupérrimos comentarios se mencionen las dos
últimas producciones registradas en los libros publicados por César Dillon: la
del Teatro Marconi en julio-agosto de 1904 en italiano (compañía italiana de
operetas Zucchi-Ottonello) y la versión en su idioma original de 1907 en el
Teatro Coliseo ofrecida por la compañía de ópera francesa que dirigía F.
Charley.
También era esperable alguna coherencia en los nombres de
los personajes que, tal como los transcribimos en la ficha técnica, están en el
programa de mano algunos en francés y otros en español, con dos casos realmente
notables: Aristeo o Aristée se menciona como ‘Ariste’, y John Styx como ‘Jhon’,
desidia, ignorancia, mala coordinación, falta de revisión de los textos, no lo
sabemos.
Si el género es menos que poco frecuentado en Buenos
Aires la consecuencia lógica es la falta de tradición interpretativa por parte
de los artistas locales y esto hace más meritoria la preparación y la versión
en la cual la mayoría del elenco es residente en la Argentina y sólo unos pocos
artistas tienen carrera fuera de nuestras fronteras.
Cantada en francés, los diálogos de ‘Orphée aux
Enfers’ fueron vertidos en español, con traducción, adaptación y versificación de Gonzalo Demaría y
amplificados. La adaptación de diálogos es un clásico de este tipo de obras que
se burlan de la actualidad de cada momento; la solución del doble idioma
parecía a priori poco afortunada, pero resultó razonable y la
amplificación de la voz hablada resultó solvente y sin estridencias. Dentro de
los cambios en el texto se incluyó un guiño a la historia local trocando
algunas palabras de ‘Quand j’étais roi de Béotie’, que canta John Styx.
Del reparto vocal se destacaron sin dudas Carlos Natale como
Orphée y Santiago Martínez en el rol de Pluton que inicialmente está
enmascarado como Aristée. Carlos Natale con residencia actual en Francia, en
este bienvenido regreso, volvió a demostrar su valía no solo en lo actoral sino
también por la belleza de su canto, su perfecta emisión y su excelente francés.
Mientras que Santiago Martínez, por extensión del rol podríamos decir el verdadero protagonista de la obra, brilló en la composición del personaje actuando, cantando y bailando con gran clase. Es uno de los cantantes jóvenes que están dotados de todas las condiciones para hacer una gran carrera tanto en los roles lírico-ligeros como en la ópera francesa por su calidad y condiciones.
La soprano Mercedes Arcuri (Eurydice), también radicada
en Europa, logró dar realce a las cambiantes circunstancias de su personaje a
la vez que exhibió un canto limpio y sin fisuras.
El Jupiter del barítono Ricardo Seguel fue cantado sin
inconvenientes con calidad vocal y adecuada proyección.
A Eugenia Fuente como L’opinion publique le faltó mejorar
su dicción francesa pero su canto fue recio y en estilo. Víctor Torres aportó
calidad a su John Styx, mientras el resto del elenco acompañó con homogéneo
resultado, con especial destaque de la mezzo Daniela Prado (Cupidon) una joven
artista a seguir con mucha atención.
El Coro Estable, dirigido por Miguel Martínez, logró
acoplarse muy bien los desafíos de la puesta y el actor Fabián Minelli fue
solvente como Mercure.
El
maestro Christian Baldini dirigió con pericia a la Orquesta Estable logrando un
adecuado desempeño con fluidez y sutileza.
Pablo
Maritano volvió a sorprender con su visión escénica de excelencia. Como es su
marca y estilo no hubo momentos muertos y siempre hay acción y actuación. La
contextualización en una modernidad vaga en los últimos tres actos y a finales
de los años 60 del siglo pasado del primer acto funcionó a la perfección. La
burla a la política y a las instituciones estuvo
presente, así como la incidencia de la opinión pública por medio de la
televisión y los nuevos recursos de las redes sociales.
Gonzalo Córdoba Estévez diseñó una escenografía bella y
funcional. En el primer acto, en la tierra, se ve un edificio con dos
departamentos, pasillo, escalera, ascensor y una terraza. El segundo, en el
Olimpo, nos encontramos en un gran salón con un escritorio y sillón casi presidenciales,
y en el tercero y cuarto distintos lugares del infierno entre ellos una sala de
juicio solemne y ascética, y un gran salón que remeda a los parlamentos. Los
vídeos de Matías Otálora contribuyen a dar buen marco visual.
María Emilia Tambutti crea un vestuario ecléctico y de
gran belleza que es reforzado por la creativa iluminación de Verónica Alcoba.
Párrafo aparte merece la gran coreografía de Carlos Trunsky que no solo mueve a
los bailarines figurantes sino a los solistas y al coro.
En suma: una velada divertida y de calidad.
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