Reportajes

Marchando un Tinto

Eduardo Torrico (1958-2023)
martes, 11 de febrero de 2003
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0,0001302 Pasan los años, corren los tiempos, pero algunas cosas permanecen inalterables. Por ejemplo, el desdén que sienten los españoles por su patrimonio cultural. En especial, por su ingente patrimonio musical. Estamos en el siglo XXI, pero, como sucediera tantas otras veces en el pasado, han de venir de fuera para descubrirnos lo que tenemos lamentablemente olvidado.El siglo XVII es un buen ejemplo. Nunca tanto como en ese periodo lo popular y lo clásico estuvieron tan imbricados: Gaspar Sanz, Santiago de Murcia, Antonio de Santa Cruz, Francisco Guerau, Lucas Ruiz de Ribayaz... Músicos que no pretendieron pasar a la posteridad por la trascendencia de su música, sino que sólo quisieron alegrar la vida a sus coetáneos, lo cual no es poco, ni mucho menos. Salvo honrosas excepciones, como José Miguel Moreno o Juan Carlos Rivera, han tenido que ser intérpretes foráneos los que nos han dado a conocer esta música. Intrascendente, sí; pero bellísima. Me estoy refiriendo a Hopkinson Smith, a Paul O'Dette, a Andrew Lawrence King o a Rolf Lislevand, por poner sólo unos cuantos ejemplos.La tendencia no se invierte. Mientras en España seguimos ignorando esta música, en el extranjero cada vez interesa más. Acaba de grabar su primer disco un nuevo grupo bautizado como Los Otros (así, en castellano). El título de este grabación de presentación, que pronto estará en las tiendas, no puede ser más folclórico: Tinto, como el vino rojo. El disco recoge música de Santiago de Murcia, Antonio Martín y Coll, y Bartolomeo de Selma y Salaverde, así como de autores italianos directamente relacionados con España por la presencia española en aquella tierra durante el siglo XVII: Francesco Corbetta, Girolamo Kapsberger y Angelo Notari.Los Otros es, permítaseme la expresión, una cachondada, que seguramente surge bajo el influjo de la película de Alejandro Amenávar. El grupo está compuesto por una alemana (la violagambista Hille Perl) y dos norteamericanos (el laudista y guitarrista Lee Santana, y el guitarrista Steve Player), todos ellos colaboradores habituales de Andrew Lawrence King. Y la explicación de haber escogido este nombre resulta de lo más curioso: Los Otros es cómo se llaman entre sí cuando están de gira y coinciden con otra gente dedicada a la música clásica (no a la música antigua), mucho más conocida que ellos.En realidad, Los Otros es una definición de cómo está el panorama musical en todo el mundo. Hace no mucho, un amigo mío que había estado de gira en México regresaba a España junto a sus compañeros en mismo avión que el cantante Luis Miguel. Al llegar al aeropuerto de México D.F., comprobó que había una multitud que gritaba como loca y que se abalanzaba sobre ellos porque llevaban instrumentos musicales. Pensaba que eran miembros de la orquesta de Luis Miguel. Al sacarles de su error, los fans de Luis Miguel les dejaban allí plantados y salían corriendo para dar con su ídolo. “Ha sido uno de los golpes más duros que ha recibido mi ego. Gente como Zubin Metha o Seiji Ozawa son famosillos, pero poco al lado de los cantantes modernos. Pero es que nosotros somos menos aún. Nosotros no somos nada”, me decía con una mezcla de sarcasmo y resignación.En realidad, todos los que se dedican a esa locura que es la música antigua son un poco Los Otros. Todos los que se meten en este invento lo hacen más por vocación que por dinero. Tal vez sea esa la razón de que nadie o casi nadie se sumerja en el pretérito patrimonio musical español al que hacía referencia. Si dedicarse a la música antigua es ya de por sí un negocio ruinoso, en España lo es todavía más. Agradezcamos, pues, a Los Otros y a otros como Los Otros que se acuerden de que España fue, musicalmente hablando, algo importante un día, aunque para ello tengamos que pagar el peaje de discos con títulos tan horrososos como éste de Tinto.
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