Alicante, domingo, 28 de septiembre de 2003.
Auditorio de la CAM. Ramón Barce: Dos aforismos de Juan de
Mairena. Sandro Gorli: Requiem. J.M. Sánchez Verdú: Deploration sur la mort de J. Ockeghem. Hugo
Diestler: Totentanz. Rafael Taibo, narrador. Coro de la Comunidad de Madrid. Jordi Casas, director.
9,09E-05
El Coro de la Comunidad de Madrid, sin ser una conjunto de excesiva calidad (tampoco Madrid tiene una gran tradición coral) supo sacar adelante, en condiciones mejores o peores, un programa de dificultadconsiderable sin ofrecer una versión realmente buena de ninguna de las cuatro obras. Cierto es que vivo en un pueblo (Tolosa) con uno de los certámenes corales más importantes de Europa y que he tenido la oportunidad de ver muchos coros magníficos de todos los lugares del mundo, pero por eso mismo estimo que el Coro de la Comunidad de Madrid tiene excesivos problemas técnicos (de afinación, empaste, conjunción) para tratarse de una formación profesional. No obstante, la capacidad individual de sus componentes le permitió enfrentarse a obras de una dificultad no accesible para coros amateur, por lo tanto debemos ser flexibles con su actuación en el Festival de Alicante, que al fin y al cabo fue meritoria.Porque mérito tiene cantar los Dos aforismos de Juan de Mairena de Ramón Barce, cuya escritura vocal un poco absurda (con constantes intervalos enormes saltando entre los distintos registros) era tan complicada como feo era el resultado. Por lo demás, estos Dos aforismos se sitúan en la línea habitual de la musicalidad barciana, cuyo sentido siempre se me ha escapado. Lo seguiré intentando.En cuanto al Requiem de Sandro Gorli, ni es una de sus mejores obras ni gozó de una buena interpretación. El sutil juego polifónico entre notas contiguas recibió un tratamiento demasiado basto que hizo parecer una colección de cacofonías lo que deberían ser difuminaciones en torno a una nota, con su característico efecto cuando se aplica a las voces. Me intriga saber como sonará esta obra en mejores condiciones.Lo más refrescante del concierto fue la Deploration sur la mort de J. Ockeghem, de una belleza armónica notable, intensa espiritualidad y clarísimas referencias (con campana incluida) a uno de esos compositores contemporáneos malditos que tanto venden. Las dos partes, magníficamente estructuradas, dotan a la obra de una construcción sólida, con climax realmente logrados, pero ante todo, lo importante es señalar que la obra es muy bonita. También el coro debió de darse cuenta de ello porque la cantó bastante mejor que lo anterior.La segunda parte estuvo dedicada en su totalidad al Totentanz de Hugo Diestler (1908-1942), inspirada en las vidrieras de cómo la muerte iguala a humildes y poderosos en la iglesia de Santa María de Lübeck. Rafael Taibo encarnó a una muerte (¡vaya paradoja!) de marcados tintes irónicos y gran teatralidad, el coro se mostró mucho más cómodo en esta estética (muy romanticona y sencilla) y cantó mejor que nunca, pero si en un festival de música barroca no se toca a Beethoven... ¿por qué en uno de contemporánea se programa música que no lo es?
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