Argentina

Un Don Carlo razonable para los tiempos que corren

Gustavo Gabriel Otero
viernes, 14 de mayo de 2004
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Buenos Aires, martes, 11 de mayo de 2004. Teatro Colón. Giuseppe Verdi: Don Carlo. Ópera en cuatro actos. Libreto de Joseph Mérry y Camille Du Locle, versión italiana de Achille de Lauzières. Roberto Oswald, dirección escénica, escenografía e iluminación. Aníbal Lápiz, vestuario. Askar Abdrazakov (Felipe II), Darío Volonté (Don Carlos), María Pía Piscitelli (Isabel de Valois), María Luján Mirabelli (Princesa de Eboli), Luis Gaeta (Rodrigo, Marqués de Posa), Mijail Svetlov (Gran Inquisidor), Eleonora Sancho (Tebaldo), Gabriel Renaud (Conde de Lerma), Juan Barrile (Un Monje), José González Cuevas (Heraldo Real), Mónica Philibert (Voz Celestial). Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón (director del coro: Alberto Balzanelli). Dirección Musical: Milen Nachev. Se repite los días 16, 18 y 22 de mayo.
0,000152 El primer dilema al que debe enfrentarse cualquier teatro que quiera poner en escena el ’Don Carlo’, es si utiliza la versión en cuatro o cinco actos a la que se le puede adicionar si con la de cinco actos debe usarse el francés original o la posterior traducción italiana. No hay duda que desde el punto de vista dramático, lógico y musical es más coherente la que incluye el acto de Fontainebleau y mucho más si se incluye el dúo, de la versión francesa, entre Eboli e Isabel donde intercambian sus velos, lo que crea luego la confusión del príncipe, en el inicio del segundo o tercer acto, según corresponda.Nuevamente el Teatro Colón optó por la reducida a cuatro actos en italiano y otra vez se privó al público de Buenos Aires de conocer la obra completa que nunca ofreció en su escenario, y que no se representa en Argentina desde el siglo XIX. Aún espera su estreno argentino la versión francesa en cinco actos.El segundo dilema que presenta la obra es la grandiosidad de su puesta escénica y el nivel del elenco de cantantes que hacen a la misma temible para los teatros de menor envergadura. El Colón, cuya disminución de calidad y rumbo artístico es cada vez más notable, salió airoso de este dilema demostrando que aún es un león herido y que tomando las decisiones correctas lo antes posible todavía se puede rectificar el rumbo y lograr ser nuevamente un Teatro Lírico de importancia mundial y no un simple multi-centro cultural que le presta la misma atención a una función de títeres para niños que a su objetivo principal que es la ópera.El tercer dilema es el enfrentamiento a la tradición y a los grandes intérpretes mundiales de la obra o al mismo historial del teatro. El errático inicio con las cuatro trompas desafinando groseramente y la débil versión de Volonte de ’Io la vidi’ hicieron prever lo peor. Por fortuna las cosas se encauzaron y se logró una versión digna aunque no memorable de la obra.La Versión:El maestro Milen Nachev efectuó una lectura correcta de la partitura, con poco vuelo lírico, que comenzó en forma errática y se fue asentando a medida que transcurría la representación.Los aspectos visuales, a cargo de la reconocida y solvente dupla Roberto Oswald - Aníbal Lápiz, ofrecieron una versión plástica de indudable belleza.Con unos practicables presentes en toda la obra y con algunos elementos cambiantes (la tumba de Carlos V, el follaje del jardín, las imponentes puertas del Templo, un enorme Cristo similar al de Dalí, un cuadro con el descendimiento de Cristo de la Cruz, un rosetón, las rejas de la prisión y algunos más) apoyados en una buena iluminación, un excelente manejo de las masas y un vestuario en perfecto estilo y notable presencia se logró una visión de gran impacto.El rol de ‘Don Carlo’ es extenso y difícil, Verdi le dedica pocas páginas de lucimiento pero a la vez le solicita la capacidad de sostener notas en la zona más alta del registro con regularidad, por lo que no genera un momento de espectacularidad y hay que juzgar el rendimiento en la totalidad de la obra. Darío Volonté tuvo un comienzo irregular con evidentes problemas de fraseo y agudos destemplados en el aria ’Io la vidi’ pero se fue afianzando en el curso de la representación, cantó con convicción, muy buena expresividad y buenos recursos, luciéndose especialmente en los dos dúos con ‘Elisabetta’.La soprano italiana María Pía Piscitelli compuso una muy buena ‘Elisabetta’, tiene una inobjetable línea de canto, buen estilo y fraseo. Logró insuflarle alcurnia y nobleza a su parte, especialmente en sus dúos con ‘Don Carlo’ y en la escena con ‘Felipe II’ del tercero. Muy buen desempeño logró en el aria ’Tu che la vanità’ del último acto, aunque su versión no sea memorable.María Luján Mirabelli tuvo una noche consagratoria como ‘Eboli’. Su actuación estaba prevista para la última representación pero una indisposición de último momento de Alejandra Malvino prevista como titular del rol, determinó su debut la noche del estreno. La mezzosoprano puso su arrolladora personalidad y su decir vehemente al servicio de su personaje, sorteó las agilidades de ’La Canción del Velo’, alcanzó momentos de gran intensidad en el dúo y posterior trío del segundo acto y electrizó a la sala en su gran escena del tercero.Notablemente mejorado luego de irregulares actuaciones en la temporada 2003 encontramos al barítono Luis Gaeta. Cantó con adecuado volumen, excelente línea lírica y estilo su ‘Marqués de Posa’, en lo que fue volver a su acostumbrado rendimiento.El bajo Askar Abdrazakov puso en evidencia buenas dotes vocales por lo que podrá esperarse un buen crecimiento, es aún muy joven para encarnar el despótico ‘Filippo’, con la conjunción de autoridad y nobleza en el modo de expresarse que el personaje requiere. Interpretó con voz homogénea su escena del inicio del acto tercero.Mijail Svetlov logró insuflar a su personaje del ‘Gran Inquisidor’ toda la intensidad dramática que la parte requiere.El Coro Estable evidenció, nuevamente, en su labor la imperiosa necesidad de inyectar integrantes jóvenes y de revisar la pertinencia de la inclusión de algunos componentes en dicho organismo que ya han pasado sobradamente la edad jubilatoria. Correcto en resto del elenco.En suma: Una versión razonable para los tiempos que corren en la lírica argentina y en la gestión del Colón.
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