La columna de Ángel Mayo

El tábano Cristóbal

Angel-Fernando Mayo (1939-2003)
viernes, 18 de junio de 2004
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En el seto de la vida musical madrileña mora hace ya bastantes años una criatura singular, el tábano Cristóbal. Este díptero tiene motivos sobrados para vivir contento consigo mismo y con todos sus congéneres. Es de noble alcurnia, consorte, sí, pero noble. La prole le medra gracias a su prestigio e influencias en el seto. Sus zumbidos, clasificados por los más conspicuos entomólogos de la solfa y alabados por tratadistas profundísimos, le producen un buen pasar generosamente subvencionado. Ciertamente, sus vibraciones, sobre todo cuando pueden ser asimiladas a lo que los humanos llaman la nota Re, los potentes estruendos que forma cuando emplea a la vez las alas, los balancines y la trompetilla, produciendo así lo que los entendidos llaman 'cluster', y la mañosa capacidad para apropiarse, zumba que te zumba, de las batallas, los tientos y los fandangos de otros vertebrados hace tiempo extintos, no maravillan a los pobres seres que viven a ras de tierra en el seto, los cuales no suelen acudir en masa allí donde el tábano Cristóbal anuncia una de sus exhibiciones; pero a él le permiten mirar desde lo alto con conmiseración a tan ignorante plebe.

Queda dicho con esto que el tábano Cristóbal guarda altísimo concepto de sí mismo; y aquí es donde empiezan de verdad los problemas con él, pues, como aquel Rey Sol que se abrasaba en sus propios rayos, nuestro dilecto braquícero afirma tajante: "¡la Cultura soy yo!", y además ejerce de gendarme. Así, que el ya venerable académico de la lengua, autor e incluso director lírico ocasional, se lamenta de la incomunicación de casi todos los dípteros del seto musical global con los pobres seres inferiores conocidos despectivamente como el público, aquí llega volando el tábano Cristóbal y le atiza un picotazo que le hace ver de nuevo las viejas estrellas del Folies Bergéres. Que el escritor en plena madurez y melómano tocayo de Mendelssohn-Bartholdy osa poner en duda las excelencias de la presunta ópera posmoderna, allí se lanza en picado nuestro 'stuka' y le pone al "infeliz" no una, sino dos banderillas de castigo. Que se edita como Santa Cecilia manda cierto vuelo menor de un lepidóptero gaditano al que, aunque era de hábitos sedentarios, le quedaban chicos los setos, el tábano Cristóbal acude al acto de presentación y les amarga a todos --investigador, editor, comentarista y heredera-- la modesta fiesta al sancionar a picotazos que aquello es malgastar el dinero y perder el tiempo. Y así una y otra vez con el aguijón siempre presto.

Ahora, hace todavía poco, el tábano Cristóbal ha logrado organizar con el conjunto de sus vibraciones una de esas indigestas empanadas que seguimos llamando por mera inercia óperas, y ha conseguido también que se la estrene, tirando la casa por la ventana, el Teatro Mayor del seto previa la consabida preparación artillera de los medios; se suponía, además, que el retoño soltaría la ubre ahíto y feliz, pues, dicen, tenía hechas ya las maletas para viajar a otros setos asimismo subvencionados. Pero mira por donde y sin que haya trascendido el quid de la cosa, el gendarme arremete de pronto contra la retransmisión televisiva que se le hizo en marzo pasado y declara que el vídeo no podrá ser visto de nuevo ni comercializado, porque a él no le gusta la realización, ya que ésta "no logra transmitir la esencia (sic) de la obra". Y continúa en las páginas de su tribuna acostumbrada, de la que recojo frases y citas: la iluminación "es muy oscura, propia (sic) para la ópera, pero no para una grabación"; "los micrófonos están situados a la altura de los pies de los cantantes, porque elevarlos quedaba poco estético (sic), por lo que se oyen más las pisadas que las voces"; asimismo, en lo relativo a los subtítulos "consideraron que al ser cantada en español no era necesario, y a mí me parece una equivocación". Respecto a su opinión sobre las retransmisiones operísticas por televisión, el tábano manifiesta olímpicamente "que no las seguía", por lo que no podía compararlas con las de su obra, "que es la que a mí (sic) me importa". En conclusión, el tábano Cristóbal no sólo no está agradecido, sino que se la tenía guardada al Teatro Mayor del seto y al Ente absoluto porque no previeron ni financiaron una grabación especial a sala vacía y foco luciente, donde el díptero chinchorrero, pese a reconocer que no conoce las condiciones que impone el medio, habría realizado su gesamtkunstwerk televisual.

Sin entrar ahora en el fondo de la cuestión, esta nueva andanada del tábano Cristóbal, genio y figura por lo que se ve, produce no poca perplejidad y vergüenza ajena a quienes no libamos los jugos del seto. Ciertamente, algunos merecen tener que tragarse ahora el sapo por aquello del cría cuervos, pero parafraseado: "Cría tábanos y te picarán las manos". Pero hay que sentirlo por los realizadores materiales de la retransmisión, los cuales sudaron
sin duda la gota gorda durante los preparativos y la grabación, pues en estos casos no faltan nunca --léase el editorialillo en el medio denunciante-- quienes proponen matar al mensajero. Mas al tábano Cristóbal ya es hora de decirle abiertamente algunas de las verdades que corren sotto voce entre los moradores del parterre y de rogarle encarecidamente que se refrene, que disfrute de sus privilegios sin zumbar en demasía, que incluso siga considerando que "la Cultura soy yo", pero que dé descanso al aguijón y deje vivir en paz a quienes carecen de alas para ser, como él lo es, el príncipe de los estros del seto.

Notas

'El tábano Cristóbal' fue publicado por vez primera en Mundoclasico.com el 9 de mayo de 2000

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