España - Andalucía

Encuentros musicales en la tercera fase

Paco Bocanegra
miércoles, 30 de junio de 2004
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Málaga, viernes, 25 de junio de 2004. Teatro Miguel de Cervantes. Mara Zampieri (soprano). Orquesta Filarmónica de Málaga, director Alexander Rahbari. Giuseppe Verdi, La Forza del destino: Obertura y ‘Pace, pace mio Dio’; Nabucco: Obertura; Don Carlo: ‘Tu che la vanità’ y ‘O don Fatale’; I vespri siciliani: Obertura. Richard Wagner: Idilio de Sigfrido; Wesendok Lieder: ‘Der Engel’ y ‘Träume’; Tristan und Isolde: Preludio y ‘Liebestod’. Aforo: 1150 localidades. Ocupación: 80 %
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Algunas personas afirman recordar con emoción el mejor concierto o representación operística de su vida; personalmente, quien esto suscribe nunca los ha sabido mencionar, quizá porque aún no los ha conocido -a pesar de haber tenido la oportunidad de presenciar algunos memorables- o más bien por su escepticismo ante esos términos absolutos. Escepticismo puesto a dura prueba, sin embargo, por el lamentable espectáculo que cerró la temporada del Teatro Cervantes, que ha sido sin duda de lo peor que haya podido escuchar jamás.

La ocasión ha supuesto la despedida de Alexander Rahbari como director titular de la Filarmónica de Málaga, anunciada desde el comienzo de la misma. No merecía Rahbari una despedida patética, mas tampoco se le puede restar responsabilidad en el balance de una noche sobre la que tal vez fuera mejor correr un discreto velo. Rahbari y la Filarmónica destrozaron puntualmente todas y cada una de las oberturas de Verdi, y ya es difícil, porque, aun del mismo autor, perteneciendo a momentos tan diferentes de la creatividad del mismo, de Nabucco a La forza el destino o I vespri siciliani, ya podrían haber acertado con alguna de ellas, siquiera puntualmente. La dirección de Rahbari, de una rapidez y exageración en los contrastes dinámicos inaudita, casi rabiosa, hacía la música prácticamente irreconocible.

Una situación difícil de describir porque no se respeta parámetro alguno y sólo cabe mostrar un desacuerdo absoluto. Con Wagner nada mejoró, porque la interpretación del Idilio de Sigfrido o el 'Preludio a la muerte de Isolda', como enajenada, no tenía estructura alguna ni la mínima concepción unitaria, una papilla de notas que a cada paso produjo mayor estupefacción. La orquesta, con una indiferencia supina, se plegó dócilmente y sonó por debajo de su calidad habitual; francamente no se entienden los gritos de aliento a la misma, después del bochornoso plante que le hizo un director de la talla de Antonio Florio, quien había de dirigirla en Jerez en L’elisir d’amore, tras escasos ensayos, por falta de idoneidad y problemas de disciplina.

Después de todo esto, el hecho de que Rahbari se dirigiera al público al finalizar el concierto y dijera que en el mismo se encontraban presentes dos críticos de unos medios concretos -al parecer, desconocía la asistencia de alguno más- a los que pedía que no escribieran nada, añadió una nota a un ambiente, definitivamente, no sólo alterado, sino incluso surrealista.

Y a propósito de hechos más allá de la realidad, Mara Zampieri, quien sigue siendo la de siempre veinte años y veinte kilos después, esto es, uno de esos inexplicables fenómenos del loco mundo de la ópera. En sus tiempos era una ligera con temperamento y pretensiones de soprano absoluta. Ahora, cuando ya poco queda de la voz, lo mismo da cantar de soprano lírica, dramática o mezzo, como fue el caso. Resta el agudo, a costa de sonidos fijos, de emplearlos más de la cuenta e ignorarlos si están escritos en una messa di voce o piano, acotaciones fundamentales en páginas verdianas como 'Tu che la vanita' o 'Pace, pace mio Dio'. Del Liebestod mejor no hablar.

Bochornoso. Y buena parte del público, como la señora gritaba y Rahbari dirigía a batutazo batiente, tan contento, con honrosas excepciones que mostraban a la salida una expresión de perplejidad absoluta, evidenciando la sensación de haber sido abducidos a la entrada del teatro por unos seres de otra dimensión para estudiar nuestra reacción ante semejante esperpento. Así, en esta ciudad, nunca se levantará cabeza. Un poco de seriedad, por favor.

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