España - Galicia
La mejor orquesta del Festival
Maruxa Baliñas

Tras una temporada centrada en el Clasicismo vienés, incluyendo una integral de los Conciertos para piano de Beethoven, la Real Filharmonía volvió tras sus vacaciones con una espléndida versión de la Sinfonía nº 40 de Mozart, que la orquesta había ensayado para el concierto del 11 de marzo, suprimido en señal de luto por los atentados de Madrid. Toda la obra fue un alarde de variedad dinámica, fraseos bien planteados, vivacidad y respeto a la música. En el descanso la satisfacción 'se mascaba', así como un cierto chauvinismo porque la Real Filharmonía de Galicia estaba sonando mejor que cualquiera de las orquestas que se habían escuchado en las tres semanas anteriores.
El Festival de Música de Galicia tendría que revisar sus criterios a la hora de seleccionar las orquestas participantes. Si el Festival se orienta hacia el público gallego, no tiene sentido que se traigan orquestas inferiores a lo que regularmente se suele escuchar, sea la RFG o la Orquesta Sinfónica de Galicia. Si el Festival se orienta hacia los turistas, razón de más para ofrecerles 'Galicia Calidad' y no un festival de segunda fila que desvalorice el nivel musical medio de que se disfruta en Galicia. Si los turistas creen que 'esto' es todo lo que puede ofrecer musicalmente Santiago, que el Festival refleja nuestro punto más alto, vamos a seguir en la situación actual, con un 'turismo culto' que se limita a visitar la catedral, el casco antiguo y algún museo, pero que no se plantea asistir a un concierto en Santiago (lo que además le obligaría a pernoctar en la propia ciudad, un objetivo que no siempre se alcanza).
Igualmente discutible es la obra elegida para la segunda parte del programa, el único estreno auténtico del Festival (fue estreno español también la Contradanza para noneto de Banlaky, pero porque así lo decidió el Noneto de Viena, no porque el Festival lo pretendiera). La Misa en honor al Apostol Santiago de Juan Montes planteó desde el primer momento una serie de incógnitas, ya que la publicidad del Festival la consideraba "estreno de una obra gallega del siglo XVIII" cuando Juan Montes es un compositor claramente decimonónico (vivió entre 1840 y 1899) y su Misa es de suponer que fue tocada en más de una ocasión (y si nunca se había estrenado, el misterio era mayor, ¿por qué si era maestro de capilla de la catedral de Lugo nunca la hizo tocar?).
Finalmente el misterio se quedó en nada. Lo del siglo XVIII era una 'errata', y lo del 'estreno' un error. O no, porque en realidad lo que allí se tocó no fue la Misa de Montes, sino una adaptación realizada por Joám Trillo, quien a juzgar por otras adaptaciones realizadas anteriormente, también de repertorio gallego, suele transformar bastante las piezas, hasta el punto que pueden ser calificadas de arreglos o 're-composiciones' más que de 'orquestaciones'. No puedo juzgar su intervención en este caso, ya que la Misa no se ha tocado en público desde poco después de su estreno (que tuvo lugar el 30 de diciembre de 1897 en la Catedral de Santiago) aunque existe una edición crítica reciente que constituye el tercer volumen de las Obras Completas de Juan Montes (1993) a cargo de José López Calo.
Según las notas al programa que realizó el propio Joám Trillo, aunque no lo explica muy claramente, su intervención ha consistido en reorquestar la Misa que originalmente incluía órgano pero una orquesta pequeña, de tal forma que se adaptara al tamaño y sonoridad de una orquesta actual estándar, y en suprimir las partes solísticas que pasan a ser realizadas por el propio coro. Para justificar esta intervención, Trillo alega que "la música de la Misa y su plenitud armónica bien exigirían una orquesta más rica y nutrida. Esto y la imposibilidad de contar con un órgano obligado, potente como pide el autor, justifican plenamente la presente versión." Trillo argumenta que "las orquestas de las que disponían las catedrales a finales del siglo XIX eran unas orquestas absolutamente decadentes, lejana memoria de las que poseyeron a finales del sigl9o XVIII. Montes, seguramente para compensar, incluye órgano obligado."
Si Trillo hubiera leido con atención la amplia 'Introducción' que antecede a la edición crítica de esta Misa, se hubiera evitado algunos errores graves en su planteamiento. Ciertamente las orquestas de las catedrales a finales del siglo XIX no eran demasiado buenas, pero si amplias, toda vez que para dar mayor lustre a las grandes festividades se contrataban músicos profanos -en Santiago se recurría a los músicos de las sucesivas bandas militares- que las reforzaban [Nota 1]. Sabemos sin embargo que Montes no quería una orquesta así, ya que al igual que Tafall, quien diseñó las bases del concurso para el cual se compuso esta Misa, era un firme seguidor de las nuevas reglamentaciones que se estaban imponiendo en la música religiosa y que culminarían en el Motu Propio de 1903. Esa plantilla que Trillo considera insuficiente era la habitual en todas las catedrales europeas, pero además Montes era partidario de una música religiosa más sencilla, que no abusara de las posibilidades de los instrumentos, sino que por el contrario las limitara. La reglamentación del concurso decía: "El acompañamiento instrumental debe sostener decorosamente el canto y no ahogarlo [...] los instrumentos conservarán siempre el carácter sagrado que corresponde al espíritu de la función", y así concebía Montes toda su música religiosa.
Pero en todo caso el principal problema de la 'orquestación' de Trillo no es que tergiverse el sentido que previsiblemente quería darle Montes a la orquestación, sino que resulta confusa: a veces se nota el origen organístico en ciertos giros o modulaciones, pero más a menudo no es posible adivinar qué se pretendía originalmente y cómo se ha llegado a estas soluciones armónicas. Se suma el hecho de que la música litúrgica de la Belle Époque es muy poco conocida, y la española menos, ya que en España el Motu Propio de Pio X fue aplicado con especial rigidez y las obras anteriores a él simplemente desaparecieron del repertorio por inadecuadas.
Por eso resulta lamentable que se nos hurte la posibilidad de conocer la Misa solemne en honor al Apostol Santiago tal y como fue compuesta, dentro de su tiempo y lugar. Quizá si se hubiera escuchado así, se podría apreciar por fin la calidad musical de Juan Montes, un autor al que siempre se nos sirve 'arreglado', 'armonizado', cuando no recompuesto, como en este caso.
Según Trillo, en su música religiosa Montes "no sólo demuestra su inagotable vena melódica y su romanticismo como en las baladas, sino que nos revela un talento para la música absolutamente fascinante. Su talento es inagotable, su manejo de la armonía es asombroso: una armonía aparentemente sencilla pero que se adapta a la línea melódica de una manera ideal. Su manejo de la modulación es admirable, nos puede llevar a la tonalidad más alejada sin forzar nada, con suvidad y elegancia". Cabe preguntarse entonces por qué una intervención tan radical por parte de Trillo.
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Nota 1. Por las mismas fechas se estrenó en la Catedral de Santiago una obra del maestro de capilla Manuel Soler Palmer: Patrem cui Verbum, cantata religiosa al Patrón de España, dedicada al Emmo. Señor Cardenal D. José Martín de Herrera para una plantilla que además de los instrumentos de la de Montes añadía oboe, dos cornetines, tres trombones, tuba y timbales. Para esta misma plantilla compuso Soler en 1902 su Salve Regina a cuatro voces, en cuya portada indica "pueden suprimirse el segundo oboe, cornetines, trombones, bombardino, tuba y timbales". Queda pues claro y patente cuál era la práctica cotidiana en la catedral.
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