España - Madrid

Maisky, Rachlin, Bashmet tocando Bach - ¿quién da más?

Juan Krakenberger
viernes, 4 de marzo de 2005
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Madrid, martes, 1 de marzo de 2005. Auditorio Nacional / Sala Sinfónica. Johann Sebastián Bach-Dimitry Sitkovetzky: Variaciones Goldberg BWV 988. Mischa Maisky, ‘cello, Julian Rachlin, violín, Youri Bashmet, viola. oncierto Extraordinario de Juventudes Musicales, Madrid. Asistencia: 95% del aforo
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Hace unos veinte años se supo que Dimitry Sitkovetzky, el violinista ruso radicado en Francia, había hecho una trascripción de las célebres Variaciones Goldberg de J.S.Bach  para trío de cuerdas. Las  conocíamos desde los días de Wanda Landowska y Glenn Gould en su versión para teclado. La trascripción  se grabó luego en CD, y también hay un vídeo, donde Sitkoyetsky, en compañía de Gérard Caussé, viola, y Mischa Maisky, ‘cello, nos las hizo escuchar y quedamos sorprendidos por lo bien que eso sonó. Mientras tanto, esta versión se ha hecho más famosa.

Por fin, la pudimos oir en Madrid, con uno de los que la estrenaron, el ‘cellista Mischa Maisky, en la buena compañía de Julian Rachlin (que las toca por primera vez) y Youri Bashmet, en violín y viola, respectivamente, gracias a Juventudes Musicales, Madrid, quienes se atrevieron a programar esta emblemática obra.

Digo “atrevieron” porque no creo que haya antecedentes en Madrid de que un trío de cuerdas toque durante una hora y cuarto, sin solución de continuidad, para más de dos mil personas – sin descanso, sin pausas (para toser), sin ocasión para el roce social en el intermedio. Quiso el azar que sí hubo una breve pausa – porque a Rachlin se le rompió una cuerda – justamente en la última variación; y hubo dos “respiros” que el público aprovechó para toser, pero bastante menos que de costumbre. Hubo unos brevísimos amagos de aplauso luego de una de las variaciones de corte virtuosístico – pero felizmente no fue a más.

Una hora y cuarto de variaciones, con sus repeticiones, sobre un mismo tema, que suena al principio y al final, ya es decir. Pero la inconmensurable maestría de Bach consigue una tal variedad, tanto rítmica como melódica, que el interés se mantiene –más aún, esta escucha se hace fascinante y el tiempo pasa sin que uno se rinda cuenta. Lo que se puede hacer de una sencilla melodía en un ritmo pausado de ¾ - como eso se convierte en 6/8, 3/8, 12/8, desde tempi muy lentos a velocidades de “no va más” – todo eso y mucho más aún lo demuestra Bach, que no se prodigó en el arte de la variación, pero que aquí dejó su señal – nada menos que 30 veces. Algunos de las variaciones son cánones – que van desde el canon al unísono, al canon “alla seconda”, “alla terza” y así sucesivamente hasta “alla nona”:  tienen armonías tan atrevidas que podrían confundirse con composiciones contemporáneas. Por supuesto, Bach emplea todos los recursos del contrapunto y también juega con inversiones – y sin embargo, en ningún momento esta música suena académica: todo al contrario, la tensión aumenta, y solamente deja respirar a los intérpretes brevemente en dos o tres momentos, entre una y otra  variación.

La versión que escuchamos fue admirable. El programa cita a los tres músicos en un orden poco acostumbrado – Maisky, Rachlin, Bashmet – o sea, ‘cello, violín, viola. ¿Porqué? Pues creo que al ‘cello le tocan ejecutar más notas, a la viola, menos, y al violín le corresponde estar en el medio. También podría argumentarse que notas escritas para un instrumento de teclado son más difíciles de reproducir en el ‘cello que en el violín o la viola. El hecho es que hay pasajes de una extrema dificultad técnica para todos, porque la máxima rapidez sobre un teclado no es nada fácil de reproducir sobre un instrumento de cuerdas frotadas Aún así, las voces salían diáfanas, limpias, a pesar de estos obstáculos. Maisky, con lo extrovertido que es,  actuó un poco como el animador del grupo – como veterano en estas lides al haber estrenado la versión en su día – y lo hizo naturalmente con profundo conocimiento de causa. Su sonido es precioso, y en el rol de base – el bajo jugaba en esa música un rol más importante que en eras posteriores – su actuación fue sencillamente perfecta  A Bashmet, cuyas intervenciones sonaron igualmente brillantes, le tocó además dar vueltas de página a sus compañeros, que no tenían ni manos ni tiempo en varias ocasiones para hacerlo por su cuenta. Y al más joven del grupo, Julian Rachlin, se le apreciaron sus enormes virtudes en su instrumento. Brillante cuando era necesario, infinitamente nostálgico y ensoñado en los pasajes lentos, tocar esto por primera vez en público con semejante perfección demostró que aquí tenemos a un violinista de extraordinarios recursos, con una carrera muy prometedora por delante.

Cuando se llega finalmente a la variación 30 – intitulada “Quodlibet” – llama la atención que Bach utiliza aquí por primera y única vez una anacrusa contundente. Esto da la sensación de una expresión de triunfo sobre la materia, como diciendo: he acabado la obra, y ésta es su merecida coronación. Que luego, para terminar, se reproduzca el  “Aria”  inicial, esta vez sin repeticiones, demuestra una modestia entrañable del creador de esta maravilla. Es así que la obra termina en silencio – eternidad, un horizonte lejano crepuscular....

Los aplausos fueron nutridos, y luego del cuarto saludo del trío, abrazados, quedó evidente que aquí no cabía una propina.  ¡Un acontecimiento musical de esos que no se podrán olvidar!  

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