España - Castilla-La Mancha
Soledad callada
Xoán M. Carreira
Las Jornadas fueron complementadas con tres conciertos matinales, dos de ellos a cargo del Trío Arbós y el tercero de su pianista Juan Carlos Garvayo, que luego comentaré. El Trío Arbós interpretó Pulsión (2008) de César Camarero (1962), The seven last words (1995) de Ian Wilson (1964), Piano Trío (1971) de Jonathan Harvey (1939) y el estreno absoluto de la Obra Encargo de la Semana de Música Religiosa, el Piano Trío nº 1 sobre textos del Apocalipsis (2008-09) de Miguel Gálvez-Taroncher (1974).
Pepe Rey inició su espléndida conferencia matinal del día 8 de abril, La música callada y el maravilloso silencio, partiendo de su profundo conocimiento de las fuentes literarias y emblemáticas grecolatinas y renacentistas. Analizó los significados de música callada, silencio y ruido, y soledad callada, especialmente en lo que atañe al Quijote y a la obra de Fray Luis de León y San Juan de la Cruz. Además de ser un gozoso testimonio de que el español es una lengua viva y demostrar que el silencio como consideración artística es secularmente anterior a John Cage, la conferencia de Pepe Rey enlazó sin solución de continuidad con el espectáculo propuesto por Pedro María Sánchez, El sonido y la palabra/Silencio, en el cual una serie de piezas para piano preparado de John Cage se alternaron con el recitado de poemas o fragmentos de poemas de San Juan de la Cruz y un texto del propio Cage.
Cuestiones como la utilización de dos Steinway del modelo exacto recomendado por Cage se convierten en una simple anécdota -relevante, eso sí- cuando hablamos de un intérprete de las características éticas y estéticas de Juan Carlos Garvayo, para el cual no existen diferencias cualitativas entre interpretar una sonata de Haydn o una de Cage, en tanto en cuanto está haciendo música desde y para el piano, que ama y siente profundamente como si fuese una prolongación de su propio cuerpo experimentándolo de modo similar al que lo puede experimentar un instrumentista de cuerda frotada. Esta sensitividad sonora primordial es esencial para poder interpretar las obras de piano preparado de Cage, sin duda, la parte más viva de su catálogo y la que con mayor fortaleza se ha asentado tanto en el repertorio de concierto como en la didáctica del instrumento.
La palabra es un elemento de enorme relevancia en la obra de Cage, sea en el sentido denotativo o connotativo. La poesía de San Juan de la Cruz, con su enorme poder evocativo, puede ser perfectamente el haz de una hoja cuyo envés sea la música de John Cage y Pedro María Sánchez acertó plenamente tanto en la concepción como en la realización del espectáculo El sonido y la palabra/Silencio. En otros momentos de esta 48 Semana de Música Religiosa hemos escuchado recitadores que alteraban los textos dotándolos de un exceso de dramatismo o directamente ampulosidad. Sánchez mantuvo ese difícil equilibrio entre el recitado poético y la naturalidad del lenguaje y la entonación.
No hubo ningún 4.33, pero sí un homenaje al silencio de Cage y a la soledad callada de San Juan de la Cruz en los dos momentos de puro silencio de uno y dos minutos respectivamente -mantenidos con todo respeto por el público- que Sánchez había incluido en su espectáculo con una reflexión de John Cage intercalada:
No existe
El silencio. Siempre está
Ocurriendo algo que produce un sonido.
Nadie puede hacerse idea
Una vez que empieza a escuchar de verdad
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