España - Castilla y León

Con ánima

Montserrat Font Batallé
jueves, 23 de junio de 2005
Salamanca, sábado, 18 de junio de 2005. Teatro Caja Duero. Violín: Gabriel Croitoru. Piano: Viorica Boerescu. Claude Debussy: Sonata nº 3 para violín y piano en sol menor; G. Enescu: Sonata nº 3 para violín y piano en la menor, op.25; Cesar Franck: Sonata para violín y piano en la mayor. 1º Festival Internacional de las Artes de Castilla y León. Aforo: 250 localidades. Ocupación: 20%.
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La segunda crónica del Festival Internacional salmantino abraza la magistral calidad del dúo invitado Croituru–Boerescu, reconocidos intérpretes internacionales (Croitoru es primer premio Wienawski entre otros galardones y grabaciones internacionales). Del exquisito recital camerístico, sobresalió la esperada Sonata nº 3 op.25 del compositor rumano George Enescu (1881-1955), entre las de Debussy y Franck. Su elección ya prueba la consolidada trayectoria de la pareja artística, capaz no sólo de desafiar los complicados entresijos sonoros del mencionado repertorio, sino de ir más allá del virtuosismo técnico, de la excelencia interpretativa y conquistar la expresión, la magia y el magnetismo musicales, raros de encontrar entre los míticos repertorios contemporáneos.

Por su claridad melódica, la Sonata nº 3 en sol menor de Debussy sonó muy neoclásica. Matizamos que el violín ofreció una lectura exaltada, con ecos románticos, especialmente por los bruscos ´vibratos´ del final, contestados con efectos muy impresionistas por el piano de Boerescu, verdadera maestra en el campo de las agilidades y juegos de muñeca.

El color eslavo impregnó la Tercera sonata de Enescu, subtitulada "en el carácter popular rumano". Escalas exóticas en el violín e impetuosas resonancias polifónicas al piano, dieron a los fraseos largos del primer ´Moderato malinconico´ perspectiva y profundidad. Más sentido fue el segundo ´Andante sostenuto e misterioso´ que avanzó con portamentos vibratos del violín que causaron un efecto de lamento de difícil ejecución, a una cadencia suspensiva de extraordinaria atemporalidad. El último ´Allegro con brio, ma non troppo mosso´, con sus floreos melódicos ornamentados y sus ritmos irregulares en amalgama o aksak, recordaba los colores orientales de las Danzas rumanas de Bartók añadiendo desgarro a los solos ya de por sí complicados del violín.

La conocida Sonata en la mayor de Franck sonó, siguiendo la lectura de Enescu, romántica y apasionada. Croitoru avanzó seguro entre juegos melódicos de tempo atrevido, acelerando progresivamente el dramatismo de la obra. Boerescu estuvo en todo momento a la altura, me atrevería a decir que por encima si cabe, de las dificultades técnicas de la partitura, creciéndose en fuerza y corporalidad conforme avanzaba el recital. Magnífica dialéctica tímbrica, llena de inusual fuerza dramática, de ánima, para una versión de Franck que desafió los ecos más modernistas de la obra. Perfección, que no frialdad, magnetismo y pasión: un dúo con ánima que convenció ´in crescendo´ al escaso público asistente.

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