Portugal

Potencial y capacidad

Juan Gil
lunes, 17 de octubre de 2005
Porto, sábado, 24 de septiembre de 2005. Casa da Música. Remix Ensemble. Roberto Erculiani, fagot. Dominique My, dirección. Philippe Hurel, Leçon de Choses (1993) ; Miguel Azguime, Águas marinhas (2005) ; Olga Neuwirth, Torsión: transparent variations (2001) ; Gérard Grisey, Partiels (1975).
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El concierto ofrecido por el Remix Ensemble incluyó obras de cuatro autores, que en mayor o menor medida, podrían considerarse espectralistas. Lejos de tratarse de una escuela, el espectralismo -así bautizado por Hugues Dufourt- es una actitud que, si bien se suele ubicar a principios de los años setenta del siglo XX en Francia (Tristan Murail y Gérard Grisey), hereda una sensibilidad acústica que fluye desde finales del XIX (Helmholtz, Busoni, Russolo, Cowell, Cage, Messiaen, Varese, Hindenmith, Scelsi, Stockhausen, Risset, Xenakis, Ligeti, Lucier...). Una música a menudo auto-referencial y deudora del espíritu de la modernidad que propone un meticuloso cálculo del resultado sonoro recurriendo para ello a la psicoacústica y a las matemáticas, pero con una finalidad no tanto organizativa y ‘abstracta’ como sensitiva, claramente deudora de los resultados de la experimentación electroacústica (síntesis FM, síntesis aditiva, Transformada de Fourier…) pero aplicada ahora a la composición sinfónica.

Fue Partials de Gérard Grisey, una de las obras fundacionales del espectralismo, la que -con diferencia- mejor representó este carácter ‘metamusical’. Compuesta en 1975, forma parte de un ciclo de seis composiciones, Espaces Acoustiques, y utiliza el análisis del espectro acústico/temporal de la nota ‘mi’ de un trombón para establecer una textura reconstruida reasignando cada uno de los parciales resultantes a los distintos instrumentos.

También Torsión: transparent variation resultó muy interesante, alcanzando una cautivadora brillantez orquestal en el ensamblado de las partes. La obra de Olga Neuwirth logra una irremediable sensación de desasosiego al utilizar samplers extraídos del universo sonoro judío -música Klezmer- y grabaciones realizadas en el espacio del Museo Judío de Berlín de Libeskind, en yuxtaposición a las partes instrumentales. Incluye además una exigente parte solista de fagot, con extensos pasajes de notas sostenidas que requieren el dominio de la respiración circular, y que Roberto Erculiani interpretó con completa entrega.

Si bien Águas Marinhas de Miguel Azguime encontró momentos muy intensos con un constante juego de glissandi y ricos cromatismos, Leçón de Choses de Philippe Hurel no consiguió convencerme, a pesar de que la presencia del propio compositor en la mesa de sonido confería autoridad a la interpretación. Esta obra mixta -orquesta y programación en entorno max/msp para formato octofónico- resultaba un tanto desconcertante en los juegos de especialización del sonido, no llegando a conseguir una satisfactoria combinación y fusión de las distintas partes.

A pesar de esto el Remix Ensemble demostró su potencial y su capacidad para hacerse con un repertorio complejo, avalada ya por una sólida trayectoria que cuenta con numerosos estrenos mundiales de compositores, tanto portugueses como internacionales.

Algunas reflexiones al hilo del concierto

Si bien la Casa da Música de Porto que el arquitecto Rem Koolhaas erigió en una de las zonas más significativas de la ciudad portuguesa, Boavista, parece haber sufrido el mal endémico de todas las grandes obras públicas -la poca previsión de plazos y de presupuesto- finalmente se ha convertido en una inevitable referencia peninsular y no sólo en base a su valor arquitectónico, sino también a su interesante programación. Mientras tanto en Santiago de Compostela, vemos crecer una pretenciosa ‘Cidade da Cultura de Galicia’ que amenaza con convertirse, no sólo en un inmenso saco sin fondo, sino en un espacio tristemente vacío y absurdo.

Ante la perspectiva de que sólo un muy ajustado remanente presupuestario pueda dotar de contenidos a semejante edificio, la palabra ‘virtual’ parece ser el clavo ardiente al que se agarran los defensores del proyecto de Eisenman (como arquitecto) y Fraga Iribarne (como presidente cuando la obra fue diseñada y presupuestada). Este adjetivo se aplica especialmente a la biblioteca y hemeroteca (19.000m2) y al edificio de ‘nuevas tecnologías’ (12.600m2 aprox.) destinados, en gran parte, a almacenar y facilitar el acceso al material previamente digitalizado. Una “respuesta de vanguardia” que no acaba de encajar en un contexto en el que la principal baza de la tecnología, tal y como yo lo veo, es la descentralización del conocimiento en un flujo constante; , es decir, internet.

Este balance cobra sentido si tenemos en cuenta que el Remix ensemble –agrupación residente de la Casa da Música- cumplirá en breve su quinto aniversario y esto cuando han transcurrido poco más de cinco meses desde la inauguración del edificio. He aquí un síntoma de cómo ambas administraciones se han enfrentado a sus respectivos proyectos -por supuesto incomparables en pretensiones y superficie, pero que ponen de relieve el desatino que ha caracterizado a nuestra gestión cultural-.

Mientras en Porto los contenidos se anticiparon al espacio físico, clara evidencia de cual es la prioridad, en Santiago de Compostela aun no sabemos qué suerte correrán tantos metros cuadrados, abocados, si no se remedia a tiempo -y ahora es el momento-, a la inercia de las apariencias, de los espacios vacíos y las no-programaciones-culturales de grandes eventos a expensas de la estratégica celebración Xacobea.

Y es que el principal problema no es que necesitemos más espacio destinado a cultura, o al menos no tanto, sino que se aproveche y optimice el existente configurando estrategias constantes y coherentes.

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