España - Madrid

Tradición, técnica, hermosura ... pero un resultado algo decepcionante

Nuria Balbaneda
viernes, 28 de abril de 2006
Madrid, domingo, 23 de abril de 2006. Teatro Real. El lago de los cisnes Coreografía: Derek Deane, Frederick Ashton Música: Piotr Illich Chaicovsqui. Escenografía: Meter Farmer. Intérpretes: Odile-Odette, Agnes Oaks; Príncipe Siegfiried, Thomas Edur; Rothbar Fabian Reimair. English Nacional Ballet. Orquesta titular del Teatro Real, Orquesta Sinfónica de Madrid. Dirección musical: David Coleman
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Aunque El lago de los cisnes se estrenó por primera vez en 1877 y posteriormente tuvo diferentes versiones, la que ha permanecido, y referente de todas las producciones posteriores, ha sido la de Marius Petipa, de 1895. De origen francés, Petipa llega a Rusia en 1847, para trabajar como coreógrafo en los Teatros Imperiales, y su reinado se extiende a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XIX: sirvió bajo cuatro zares y ocho directores; creó 57 ballets, las danzas de 36 producciones de ópera y realizó 17 reposiciones, aunque sólo seis perviven en escena.

Apunta Lincoln Kirstein que la época romántica aporta al mundo un símbolo universal del ballet: el tutú romántico, las puntas y las alas de la Sylphide; pero otro tanto se puede decir del tutú de plato, los brazos ondulantes y el tocado de plumas de los cisnes, emblema de la danza clásica. En efecto, El lago de los cisnes representa, con La bella Durmiente, Don Quijote o La Bayadera, el gran ballet ruso y el estilo finisecular, y es ejemplo de la fructífera colaboración entre Chaicovsqui y Petipa (recogida en una prolija correspondencia).

Hasta aquel momento, la música había estado supeditada a las necesidades de la danza, con resultados más o menos mediocres, y es precisamente Chaicovsqui el que la eleva a la categoría de género musical, dotándola de una dimensión nueva, tanto en lo dramático como en lo musical. Chaicovsqui estudia las dificultades de relación entre música y danza, realizando un minucioso trabajo y proveyendo a Petipa de las mejores partituras.

La adaptación coreográfica de Dereck Deane se acerca más a la tradicional en el segundo y cuarto acto, los más logrados en esta edición, transformando notablemente los otros dos. El primer acto queda minimizado en cuanto a contenidos, desapareciendo partes emblemáticas de la obra, como el famoso pas de trois. El tercer acto adolece de lo mismo, aunque está algo más logrado. Ni las danzas de carácter convencieron, faltas de fuerza, con unas coreografías más bien anodinas (en las czardas hubo algún despunte, pero faltan elementos esenciales en movimientos de torso y cabeza), ni 'Siegfried' (Thomas Edur) llegó a brillar en su interpretación, ni como partenaire ni en su sólo. Muy correcto técnicamente, pero su interpretación fue fría.

Más afortunada estuvo Agnes Oaks en su doble papel de 'Odile'-'Odette', sin duda prueba de fuego para cualquier bailarina, dada la enorme dificultad técnica e interpretativa del papel. Pero ni su interpretación, ni los bellos y bien disciplinados cisnes, ni la hermosa escenografía consiguieron caldear la abarrotada sala. Una gran compañía, de larga e importante tradición, un envidiable nivel técnico, una hermosa puesta en escena ... pero un resultado algo decepcionante.

 

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