Alemania
Los horrores del Venusberg
José Luis Ruano
Tannhäuser en Dresde, pero no en la versión de Dresde, sino en la de París. Eso sí, con la orquesta y coros que lo representaron por primera vez en 1845. El teatro no es el mismo, pero sí su emplazamiento. Para hacer un poco de historia: en Dresde existieron antes del actual palacio de ópera reconstruido en 1985, un primer teatro real, el Morettische Komödientheater, el teatro en el que fundó Carl Maria von Weber para la ópera alemana en 1817. Este fue demolido para la construcción en el mismo emplazamiento en 1841 del primer teatro de ópera bajo los planos del arquitecto y amigo de R. Wagner, Gottfried Semper. Este sí fue el teatro que vivió los estrenos del Der fliegende Holländer y Tannhäuser. Un incendió en 1869 quemó completamente este primer teatro. En 1878 se terminó de construir el segundo Teatro de Ópera bajo los planos de G. Semper, y bajo la supervisión de su hijo Manfred.
Este es el teatro que pasó a la historia musical entro otros por ser en el que se dieron estreno mundial a nueve óperas de Richard Strauss. Pero no pasaron cien años cuando en los bombardeos aliados de la noche del 13 de febrero de 1945, al final de la contienda, este edificio cayó víctima de las bombas incendiarias. Y ya en la D.D.R. la iniciativa para la re-construcción del teatro no vino del aparato político sino de la iniciativa, en su mayoría privada, de muchos grupos e interesados en la Alemania del Este. Un acto sin igual, la reedificación de tan singular templo operístico en toda su gloria y esplendor, si se piensa en los precarios medios de la Alemania comunista.
Así que Konwitschny escenificando en Dresde. Y anoten como dato curioso que el padre de Konwitschny, Franz Konwitschny, fue aquí, en Dresde, Kapellmeister a partir de 1953. Ante todo mencionar que la puesta en escena tiene ya varios años, pues su première se remonta a junio de 1997. Así que estamos casi ante una pieza de anticuario en el teatro musical Y un poco pasa como con los hijos de buena familia que arremeten contra los ídolos de la generación de sus padres. Probablemente mucho de lo que se vió, lo haría hoy Konwitschny de otra manera. Pero Konwitschny, hijo de una generación crítica y tiempo histórico que todo lo cuestiona, tiene un propósito muy claro, y es el de derrocar al semi-dios dramático Richard Wagner aproximándose sin gran respeto ni pundonor a esa figura colosal del teatro dramático musical. Y para ello se vale de un recurso teatral muy efectivo, la parodia, la caricatura. Y ni mucho menos quiero decir con ello que me den reparo las brillantes parodias wagnerianas de Johann Nestroy. Nada más lejos de mi propósito. Pero querer hacer de Tannhäuser una parodia y teatro de locos es otro tema. Una vez escogido el medio, lo que hace Konwitschny es crear, con la técnica teatral empleada, un segundo plano teatral interponiendo así entre la acción y el espectador un distanciamiento ironizante. Con ello queda claro que de lo que aquí se trata es de una reflexión intelectual distanciada del curso dramático de los acontecimientos. La intención de Konwitschny es representar un teatro Wagner patético y melodramático, digno de un psiquiátrico y no de las tablas de un teatro. Más de ello, más adelante.
Sin duda lo mejor de la velada fue escuchar a la Staatskapelle. Esta orquesta y la Gewandhausorchester Leipzig creo yo son las que mejor nos aproximan por sus cualidades al sonido de las orquestas en el tiempo de Richard Wagner o Carl Maria von Weber. La cuerda se deja oír en la mejor tradición de escuela germánica, el metal-viento es un sonido de oro antiguo, saturado y redondo, los vientos-madera son perfectamente audibles e individualizados, es decir, no se ahogan en el sonido general. El sonido de la orquesta habla con personalidad y carácter propio. A ello hay que sumar la cristalina acústica de la Semperoper, donde simplemente se oye todo, una sala que es una gigantesca caja de resonancia. Es pues la orquesta predestinada a la música germánica decimonónica, eso sí, ha vivido siempre con la fama de ser una orquesta straussiana por haber estrenado muchas de las óperas del compositor bávaro, no olvidar que Strauss dedicó su Alpensinfonie a la Staatskapelle.
Pero qué se puede decir de un cuerpo sinfónico que lleva tocando mas de 450 años ininterrumpidamente, con excepción de los dos últimos años de la Segunda guerra mundial. La lista de Kapellmeisters es de solera y deja recorrer mas de cuatro siglos de música, empezando por Heinrich Schütz, Carl Maria von Weber, Richard Wagner, Ernst von Schuch, y ya en el siglo XX contamos con los grandes nombres de Fritz Reiner, Fritz Busch, Karl Böhm, Joseph Keilberth, Rudolf Kempe, Otmar Suitner. A partir del verano de 2007, Fabio Luisi tomará el puesto de GMD de la orquesta y la Staatsoper.
La versión musical de Christof Prick fue compacta, llena de garra y fondo dramático, le salió muy bien la música de la bacanal, completamente inmersa en el mundo armónico del Tristán. La primera escena del primer acto se alargó en la versión de París, con el diálogo entre 'Venus' y 'Tannhäuser', y se perdió algo de dramatismo por los tempi estirados y algo reposados. Pero en general, se puede decir que la dirección de Prick fue sólida y bien hecha.
El Coro de la Semperoper, otra de las grandes instituciones musicales de Alemania, es el coro que se fundó por real decreto el 8 de Octubre de 1817 a petición de su ilustre Kapellmeister Carl Maria von Weber. Con la creación del coro estableció Weber uno de los pilares de todo teatro de ópera alemán, un principio de organización y trabajo que es válido hasta nuestros días. El coro fue magnífico y como debe ser: cantaron como una sola voz, de manera homogénea, con bellos pianos y legati.
El elenco de voces resultó algo desigual, la voces masculinas en su conjunto resultaron mejores que las femeninas. Empezando por Gould, que estuvo desbordante por la potencia con que acometió los tres actos, sin signo de cansancio alguno despachó el tercer acto, lleno de lirismo, pleno en su registro medio, y su voz alcanzó un cariz dramático en el 'Tannhäusers Erzählung' del tercer acto. El 'Wolfram' del barítono Markus Butter fue realmente de excepción, posee una excelente calidad vocal, la voz firme y bien impostada y su canción a la estrella vespertina fue un verdadero deleite. Y seguimos a la alza, porque el bajo de Hans-Peter König casi nos tira de las butacas. Una bajo potente, de voz cavernosa y bien resonante, que imponía su autoridad cantando el papel . Los papeles secundarios interpretados por Homrich, Zeppenfeld, Martinsen y Eder hicieron buen conjunto.
El punto débil fue la 'Venus' de Cynthia Mákris, que sutituyó a la enferma Irmgard Vilsmaier. Su dicción fue deficiente, con unos vibratos incontenidos que hacían disparar de continuo la voz al registro agudo, un timbre poco adecuado a la parte. Mejor estuvo la 'Elisabeth' de Camila Nylund, no es la voz ideal para el papel pero estuvo a la altura de un Gould, y la verdad es que vocalmente congeniaron muy bien.
Ahora pasaré al otro tema. Como viene a ser costumbre en muchos teatros, la realización teatral está completamente desligada de la labor musical. Y se los contaré con el mismo estilo ironizante de un Konwitschny, no sin antes preguntarme qué le habrá hecho Wagner al bueno del Sr. Konwitschny para mecerse esto.
El Venusberg está lleno de bacantes de piel verde, peinado pelirrojo, -nada en contra de las pelirrojas, por favor- vestidas en traje de gala de púrpuro terciopelo chillón. Una banda de lujosas killer ladies que en el fondo de una olla, ese infierno del placer, se dedican primero a violar y después a despedazar los miembros de los hombre cautivos. Sí, pobrecillos estos hombrecitos que se apartaron del buen camino y se fueron de juerga al Venusberg, no sabían lo que les esperaba. Entre ellos el cantor 'Tannhäuser', que calma con su canto a semejante tropa de vampiresas. Un milagro que al pobre 'Tannhäuser' no lo hayan despedazado, será que es el favorito de la dama de honor. Esta una 'Venus' más verde y más pelirroja que las demás. Está claro por qué 'Heinrich', tan impaciente, se quiere ir de semejante lupanar de sádicas, vamos que esta olla y sus nenas es una verdadera pesadilla de horror para cualquier hombre de gusto medio y casi me atrevería a decir del mismo 'Don Giovanni'. (Así que este es el infierno que te tocó Don Giovanni, ... ma Povereto! Ya ves lo que pasa con los que abusan del placer)
Al apuesto 'Minnesänger' con esas ganas de salir pitando del lío en que se ha metido, no se le ocurre más que mencionar el nombre de nuestra Santa Madre. Y acto seguido se derrumban las diablillas, quedando inmóviles en el suelo como verdura mañanera, pues ahora pasan los peregrinos y se quedan un poco extrañados al ver las nuevas hortalizas que brotan en su aldea, será lago que tiene que ver con la nueva lechuga modificada genéticamente. Quien sabe. Ah, sí, pero antes hay un pastor, bueno, eso decía el libreto de un sajón extravagante llamado Richard Wagner, aquí se ve una mariposa que canta (primeras risas del honorable); pues un milagro de maitines; tiene gracia el tema, yo creía que eso solo pasaba en las películas de Walt Disney.
Ahora que se han ido los peregrinos, se levantan las bacantes y se alejan del escenario. Dónde se había visto semejante error teatral, un fallo de profesionalidad teatral como no se hubiese visto antes. Pero cuidado, puede ser que no estemos presenciando una ópera, sino un pieza de vaudeville. Allí llegan los divertidos caballeros de Turingia y el amigote 'Tannhäuser', uno más de la pandilla. Y todos nos vamos de vuelta al Castillo del Wartburg en alegre cabalgata, entonando nuestra canción y en fila uno detrás de otro al ritmo del caballito (más risas del auditorio y en crescendo). Hasta allí el primer acto del couplet……, perdonen Vdes., quería decir, de la gran ópera romántica.
Me voy a la pausa pensando que quizás en el segundo acto se pongan las cosas mejor, quizás lleguemos a presenciar algo de…. ¡dramatismo, … esa, esa es la palabra que me estaba faltando en mi comentario!. Llegamos al segundo acto: escenario de paredes desnudas y escalera al fondo con 90 grados de elevación vertical, nada mal para un Castillo, no les cuento cuando les toque hacer una pirámide. 'Heinrich' se postra a los pies de su idolatrado amor de juventud, 'Elisabeth'. Y esta, que hace poco nos cantó el 'Hallenarie', mira ahora con sorpresa a 'Wolfram', que se encuentra en el otro extremo de la sala, como diciendo: ”pero qué hace este desgraciado de Heinrich tirado a mis pies como un perro”.
El caso es que no tarda mucho hasta que las cosas están de nuevo perfectamente bien entre 'Tannhäuser' y 'Elisabeth'. Entrada de los invitados cada uno por su lado, las doncellas que van a jugar a las princesitas se ponen el obligado cucurucho de colorines, y los caballeros el sombrero de turno. Al bueno de 'Heinrich', que se le acaba la paciencia de oír tanta estupidez sobre la esencia del amor, lanza su apología del Venusberg -en menudo jaleo nos ha metido el 'Landgraf Hermann', vaya político que esta hecho- que hacen romper en oprobio y consternación general a los honorables invitados reunidos en la sala. A todo esto mucho movimiento del coro al fondo, que tuvo que bajar la dichosa escalera a toda prisa para ponerse en posición. 'Elisabeth' se ha quedado parada en el ala derecha del proscenio y desde allí, sin moverse, canta el resto de su parte hasta el final, ¡qué cosa mas ingeniosa!. !A Roma con este desgraciado!
Llegamos al tercer acto con poco más que contar, esa relación amorosa ambigua entre 'Wolfram' y 'Elisabeth' no es explorada en lo mas mínimo, ni siquiera hay un intento en la regie. Una lástima, porque se puede especular mucho sobre la constelación de ambos. Las cosas alcanzan ahora dimensiones disparatadas, casi de esperpento. La cándida doncella eleva su ultima plegaria a los cielos, entre los peregrinos que regresan (entran a trompicones y se quedan parados) no encuentra a 'Tannhäuser'. Desvanecida su última esperanza, se reposa entre las piernas de 'Wolfram' y se abre con la espada de 'Wolfram' las venas mientras este entona su canto a la estrella. Aquí llega el desdichado de 'Heinrich', que está buscando a la cachonda 'Venus', pero antes nos contará su peregrinación. 'Wolfram' intenta por todos los medios retenerlo, pero hete aquí que aparece la 'Venus' como Lola de los puertos dando tumbos por el escenario con una botella de bourbon en la mano y con una manta en la otra. El peregrino que ve a 'Elisabeth' desangrada decide hacerle compañía, otro que se corta las venas. Cuadro final con gran coro y proyecciones al fondo de las llamas del infierno. Danke Herr Konwitschny! Ahora me ha quedado la curiosidad de saber cómo escenificaría la parodia de Nestroy.
Comentarios