España - Cantabria
Festival de SantanderBarenboim con su Divan
Roberto Blanco
La visita de Daniel Barenboim y su West-Eastern Divan Orchestra al Festival Internacional de Santander ha servido para comprobar la seguridad con que el maestro hispano-argentino-israelí transita por los territorios de la música germana y lo cómodo que se encuentra en ese repertorio.
La orquesta-taller que conduce, formada jóvenes palestinos, israelíes y españoles cumple la función de lugar de encuentro de culturas agriamente enfrentadas para, mediante la música, proponerse como faro y ejemplo de concordia y convivencia para la humanidad. Los jóvenes integrantes de este feliz proyecto orquestal pudieron así interpretarnos inicialmente la Obertura Leonora III de Beethoven dicha con ímpetu, buena intención, arrolladores crescendos y un jubiloso remate final. La Fantasía sobre temas de Rossini de Giovanni Bottesini sirvió para el lucimiento de contrabajista y violonchelista, que asumieron el protagonismo de una obra sólo apta para virtuosos de los instrumentos solistas citados.
El rigor del trabajo preparatorio del taller quedó después expuesto en la segunda parte del concierto, dedicada a la Primera Sinfonía de Brahms. Barenboim dio en ella una buena lección de lectura sinfónica, y se preocupó por mostrar las habilidades de sus músicos. En lugar de quedarse contemplando la construcción del edificio sonoro brahmsiano, se introdujo y se implicó de lleno en esta sinfonía que tanta sutileza y cromatismo sonoro encierra. Tras mostrar la belleza y el orden de los movimientos centrales, Barenboim reservó para el movimiento final más nervio y dramatismo, al que el público respondió con largos e intensos aplausos que cuajaron en un inesperado bis: el ‘Preludio y muerte de amor’ del Tristán e Isolda de Richard Wagner, que sonó con ingravidez y naturalidad. El sonido fue ganando enteros desde un inicio tenso, vibrante, con la visible entrega y afán del director y los músicos, que consiguieron un sonido pleno y envolvente.
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