Suecia
Un sinvivir
Maruxa Baliñas
Siguiendo la reciente moda entre algunos críticos de Mundoclasico.com, de contar en primera persona las circunstancias de asistencia a los conciertos/óperas o realización de las críticas, paso a relatarles que estoy escribiendo con la botella de agua dedicada por el Baltic Sea Festival a Valeri Gergiev apoyada en la mesa. No es un Gergiev guapo el que aquí aparece, sino algo malencarado, como respondiendo a su fama de ‘dictador’, y con un neto parecido con Harnoncourt, aunque Gergiev tiene las orejas puntiagudas. Tampoco es un agua normal la que se ha introducido en la botella, sino aromatizada al limón o algo semejante. Así que tenemos a un director osetio, pero que se ha convertido en garante de la gran tradición rusa imperial-soviética-democrática encarnada en el Mariinski; identificado comercialmente con la sofisticación (les adelanto ya que las botellas dedicadas a Esa-Peka Salonen eran de agua con sabor a agua, o sea, la sencillez y naturalidad finesa). Para la semejanza con Harnoncourt no encuentro explicación y sólo me cabe desear que Gergiev no siga esta vía de transformación y empiece a usar chaquetillas cortas tirolesas.
Aunque supongo que Gergiev podría llevar cualquier cosa puesta, dirigir incluso con bermudas floreadas, y conseguir que ni lo notáramos, por lo menos mientras dirija así. Su Séptima de Shostacovich fue un ‘sinvivir’, una emoción constante que -por lo menos a mí- me agotó totalmente. Gergiev impone su ritmo, no permite que nadie ni nada escape de su férreo control, y uno acaba mental y físicamente atrapado, sintiendo y respirando a un ritmo que no es el propio.
No cabe duda de que gran parte del mérito es de su orquesta, la del Teatro Mariinski (es su director artístico desde 1988), que en estas ocasiones no se comporta como orquesta de foso, sino como gran orquesta sinfónica, amplia y potente. Tiene además un sonido muy propio que la individualiza, con unas maderas excepcionales, unos vientos algo estruendosos y una cuerda que casi abusa del vibrato, pero consigue así un sonido realmente emocionante. La percusión, especialmente en el primer movimiento, fue también de categoría 'Gran Lujo'.
Gergiev sacó un gran partido de estas características de la orquesta, sobre todo en la 'marcha' del primer movimiento, donde el impresionante crescendo fue general, afectando tanto al volumen como a la intensidad, emoción, dureza de la expresión, etc., incluso aunque ello significara un sonido casi demasiado disonante en los metales. El ff final de la 'marcha del terror' fue impresionante, el sonido se mascaba, era algo físico, corpóreo, una sensación para mí extrañísima. Y el pequeño intermedio lírico -muy romántico- no significó nada más que un descanso mínimo antes de volver al agobio del tema principal.
Tras un primer movimiento tan tenso, el segundo significó una caída de tensión, que tampoco duró mucho. A medida que avanza, la música vuelve nuevamente a las agotadoras explosiones de vitalidad y fuerza. La tensión vuelve a crecer en el movimiento final, mientras se suceden los momentos ominosamente tensos seguidos de nuevas explosiones sonoras. Pero esto, que en algunas de las grabaciones de la Sinfonía 'Leningrado' suena como meramente agobiante, con Gergiev y la orquesta del Mariinski es un prodigio de coherencia, de unidad profunda. Sobre el final de la obra poco puedo decir: mis notas sólo indican "impresionante", porque llega un momento en que los adjetivos son inútiles.
En esta ocasión -por lo visto está siendo lo habitual desde hace unos meses- Gergiev no usó batuta, aunque mantuviera la posición de la mano derecha como si la llevara. Ello no fue óbice para que él y su orquesta se pasearan por la Sinfonía con una completa naturalidad, como si los cambios rítmicos, las polirritmias, las hemiolias, etc. no existieran o fueran la expresión natural de un fraseo que parece sencillo, pero no siempre lo es.
Fotografía © 2006 by Johan Ljungström/SR
No hay ni que decir que el público que llenaba Berwaldhallen, una sala moderna donde tanto la visibilidad como la acústica son impecables (y los asientos amplios y cómodos), respondió con todo el entusiasmo que Gergiev despierta en su público. En el mismo momento de terminar la Sinfonía, el público se puso ya de pie para homenajear como se merecían a director e intérpretes. Como de costumbre, Gergiev recibió la cajita cuadrada de cartón que todos los solistas y directores que actúan en Berwaldhallen reciben, sustituyendo al habitual ramo de flores. Por fin en esta edición del Baltic Sea Festival 2006 he conseguido averiguar lo que contiene (o eso creo).
Nota de Redacción.- Este concierto será retransmitido -en diferido- el 1 de septiembre a las 20 horas por Radio Clásica de Radio Nacional de España, entre otras emisoras europeas.
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