Suecia
Brillantez y profundidad, pero no juntas
Maruxa Baliñas
Les hablaba en la primera crítica dedicada a Gergiev dentro de este Baltic Sea Festival, del problema de las botellas de agua con foto que disfrutábamos en la sala de prensa. Creo que este es el momento de confesar que las botellas dedicadas a Salonen se acababan siempre antes que las de Gergiev. No me atrevo a decir que la prensa prefiera a Salonen, pero no cabe duda de que la competencia está reñida. Gergiev se prodiga mucho más en Europa, lo que lo convierte en figura muy popular, pero los suecos no olvidan que Salonen los dirigió y ‘es de la casa’ (o a lo mejor es que la gente prefiere el agua natural, las botellas de Salonen, que la aromatizada con limón, las botellas de Gergiev).
Salonen, además, se comporta como un músico más 'báltico' en el sentido de que en sus conciertos en el festival suelen incluir siempre alguna obra de un compositor sueco o finlandés, y a menudo un estreno. Este concierto no fue una excepción, antes al contrario, puesto que Salonen dirigió en primer lugar el estreno mundial de Maro, uruppförande [Le llaman Maro] de Kimmo Hakola, un compositor finés nacido en 1958, si bien no se prodiga mucho y por ello es poco conocido fuera de Finlandia. Se trataba de la obra encargo del Festival, programada para abrir el concierto, y como suele pasar con este tipo de piezas, el compositor está mediatizado por las circunstancias y no siempre consigue su mejor obra. Hakola hizo lo que debía: una pieza no muy larga, con una instrumentación brillante para que la orquesta se luzca, y politically correct. Personalmente me pareció una obra muy bien escrita técnicamente -los compositores nórdicos suelen ser muy fiables en este sentido- pero también algo vacía de contenido y con un final que seguramente pretendía ser desmitificador, casi una broma, pero me pareció simplemente tópico. Hakola le dió gran importancia a la percusión -Maro, uruppförande requiere por lo menos diez percusionistas- y eso es un buen modo de conseguir el interés del público, de modo que al final los aplausos fueron muy abundantes y Hakola fue tanto o más ovacionado que el propio Salonen cuando salió a saludar.
Kimmo Hakola abraza a Esa-Pekka Salonen
Fotografía © 2006 by Mia Carlsson/SR
Para iniciar la segunda parte del concierto un segundo estreno, en este caso sólo europeo. Se trató de Eleven Gates de Anders Hillborg (1954), una pieza encargo de la Filarmónica de Los Ángeles que fue estrenada por Salonen en Los Ángeles el pasado 4 de mayo de 2006 en el nuevo Walt Disney Concert Hall. Desde entonces la obra se ha interpretado ya en otras cinco ocasiones con un gran éxito de crítica (me baso en la página web del compositor) y ha sido grabada por Deutsche Grammophon. Se trata por lo tanto de un compositor de éxito, muy apoyado por Salonen -compositor a su vez- quien aprecia mucho la música de Hillborg y la programa abundantemente.
Todos estos prolegómenos se deben a que a mí la obra de Hillborg me interesó muy escasamente, y bastante menos que la de Hakola. Me pareció la típica obra que aspirando a ser 'posmoderna' se queda en banal, brillante pero vacía. El título alude a que hay once movimientos que son como puertas a once mundos distintos. Técnicamente la obra permite el lucimiento orquestal y la Sveriges Radios Symfoniorkester -junto con Salonen- aprovechó la ocasión. Además Hillborg controla bien los medios necesarios y donde Hakola recurrió a diez percusionistas, él usó sólo la mitad, con resultados sonoros muy similares y un momento muy logrado cuando todos los percusionistas comenzaron a frotar copas de cristal, produciendo ese sonido tan característico y tan misterioso. Personalmente me resultó lo más atractivo de la pieza. El final en cambio me desconcertó, porque Hillborg crea casi en el último momento un pico de tensión que luego deja relajar, de modo que la segunda subida de tensión, la que culmina, fue excesivamente repentina y breve. El público -como había hecho antes con Hakola- aplaudió abundantemente al compositor y lo ovacionó.
Hillborg incluye en Eleven Gates citas musicales o referencias "a Beethoven, Dali, los Beatles, Strauss, Gershwin, y el Pato Donald!", según indican las notas al programa, que resaltan además que "hay algo para todos los gustos musicales". Es manía personal, pero me fastidian este tipo de compositores que no pretenden realmente llegar a públicos diversos y atraer a la música clásica a aquellos ajenos a ella, sino simplemente hacer una música "posmoderna que se aproxima a la tonalidad triádica" (cito una de las críticas norteamericanas de Eleven Gates"), pero sin contenido ni emoción. Al salir de este concierto fui a escuchar al coro de la Radio de Letonia, con un programa que incluia varias obras bálticas del siglo XXI, algunas de las cuales también tenían alusiones y citas, y otras señales de identidad 'posmoderna', pero la diferencia fue abismal: estas piezas sí consiguieron seducirme ... y esa es, en último término, la finalidad de la música.
Anders Hillborg y la Radios Symfoniorkester
Fotografía © 2006 by Mia Carlsson/SR
Por contraste, las otras dos obras del programa me gustaron aún más que de constumbre. La Serenad de Stenhammer es una obra preciosa, como en general toda la música de este compositor, que sin embargo es muy raras veces escuchada en España (por lo menos, a mí nunca me coincidió oir nada suyo en directo). De hecho, es una de las cosas que aprecio de asistir al Baltic Sea Festival, la posibilidad de escuchar obras de compositores que para mí suenan nuevos o casi. Incluso Sibelius, con ser más popular en el sur de Europa, es compositor poco habitual en los programas de concierto y en cualquier caso, oirlo del modo en que lo tocan la Radio Sueca y Salonen es ocasión especial.
Serenad es una obra aparentemente sencilla, sin grandes efectos orquestales, sobre todo en comparación con las dos obras entre las que se situó. Con un estilo impresionista, un poco debussyano, numerosos solos -especialmente de la concertino (creo que Jannica Gustafsson, pero el programa no lo indicaba)- y un carácter claro y optimista, Serenad fue la obra donde se vió al público más a gusto, incluso aplaudiendo un poco intempestivamente al terminar el primer movimiento de la obra. Salonen y la Orquesta de la Radio Sueca hicieron una versión muy variada, con poca sutilidad, excepto en el tercer movimiento -un modelo de delicadeza y gracia-, y mucho brío en el segundo y el cuarto movimientos (propiamente en la obra, no se marcan movimientos separados). O sea, un Stenhammar menos habitual y menos tópico.
Sveriges Radios Symfoniorkester y Esa-Pekka Salonen
Fotografía © 2006 by Mia Carlsson/SR
Para cerra programa la Séptima de Sibelius, el segundo gran momento de la noche. Nuevamente Salonen y la Orquesta se intentaron salir de los tópicos, y así, por ejemplo, el 'Adagio' inicial no sonó en absoluto blando ni romanticón, y el 'Un pochettino meno adagio-Vivacissimo-Adagio' que le siguió fue muy ágil, lo que no quiere decir que objetivamente se tocara rápido, sino simplemente con una gran ligereza y libertad. Salonen cuida mucho los juegos orquestales, los cambios de ritmos y tempi, pero sobre todo me admira el modo en que aprovecha las buenas melodías -que en Sibelius y Stenhammar abundan- pero sin recrearse en ellas, las disfruta mientras duran y luego las deja pasar, y así hay espacio para que lleguen -relajadamente, en su momento, sin apresurarse- las siguientes. En el caso de este Séptima sinfonía, este enfoque es especialmente apropiado, porque se trata de una obra relativamente breve, con los movimientos enlazados, que con una interpretación que pretendiera ser demasiado monumental resultaría o vacía o agobiante.
Cuando escucho a Gergiev siempre pienso que este año va a superar a Salonen, y luego vienen los conciertos dirigidos por Salonen, y vuelvo a pensar que -sencillamente- los dos son maravillosos, y que no hay forma de elegir si "quiero más a mamá o a papá". Por lo visto al público de Berwaldhallen le pasa lo mismo, porque todos los años parece volcarse al 100% con Gergiev, y luego, cuando llega Salonen, al 105% (este año los músicos hasta le tocaron una fanfarria cuando salió por primera vez a saludar).
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