Suecia
Ejercicios espirituales
Xoán M. Carreira
Para los viajeros del sur de Europa los conciertos corales se cuentan entre los grandes atractivos del Baltic Sea Festival, tanto por la extraordinaria calidad de los grandes coros bálticos como por la inteligente selección de los programas, en los que siempre está presente la música del siglo XXI, inherente al sistema productivo de estas agrupaciones que compiten entre sí por hacer los mejores encargos y reservarse la exclusiva de la interpretación de estas nuevas obras durante algunas temporadas. A su vez, para los compositores, disponer de instrumentos tan sofisticados como estos coros es un estímulo extraordinario, pues escuchándolos da la impresión de que sus recursos interpretativos son tan ilimitados como los de un sintetizador de última generación.
Y, dado que directores, coristas y compositores ponen toda la carne en el asador, y entre el público abundan los gourmets, estos conciertos corales son una auténtica fiesta para el espíritu que justifican sobradamente el esfuerzo de salir apresuradamente de los conciertos sinfónicos para llegar a estos de horario nocturno (para Suecia, muy nocturno), en preciosas iglesias elegidas cuidadosamente por sus condiciones acústicas. De hecho, tengo la sospecha de que los directores seleccionan parte del programa en función de las peculiaridades acústicas del templo, en este caso el de San Óscar, a juzgar por la adecuación de algunas de las obras que aquí escuchamos, presentadas en el programa de mano como músicas "para calmar los espíritus tanto de los corazones rotos como de aquellos que han perdido a sus amados en el mar."
Radiokören dirigido por Peter Dijkstra
Fotografía © 2006 by Mia Carlsson/SR
Aunque uno siempre tiene la imagen de los nórdicos como unos pueblos fríos, la realidad es muy distinta. Al igual que sus vecinos rusos y polacos, los suecos no son amigos de disimular sus intensas emociones y son un público extraordinariamente cálido y agradecido.
La Vigilia de Rautavaara es un deslumbrante fogonazo cromático, mientras el Agnus Dei de Samuel Barber -la excepcional transcripción coral de su famoso Adagio- es una auténtica bomba emocional. Dos obras así en un programa sobrarían para agotar las emociones de cualquier público, que agradecería el equilibrio aportado por la finura y precisión de las obras de Brahms y Frank Martin. Por eso me sorprendió que Peter Dijkstra reservara a Barber y Rautavaara para el final del concierto, en vez de distribuirlos al final de cada parte.
Al salir de la iglesia, mientras me reponía de la sauna emocional (e intentaba averiguar cómo volver caminando al hotel), comprendí que la función de Barber y Rautavaara había sido precisamente distender la extraordinaria violencia afectiva de las dos obras estrellas del programa. Las cuales comparten la rara virtud de que en ellas la contemporaneidad no es una etiqueta estética sino cronológica: son música de nuestros días escrita para nosotros, para nuestras emociones y nuestros sentimientos, propios de nuestro tiempo, que por serlo se nos antoja más difícil de lo que lo fueron los nada fáciles tiempos que les tocó vivir a Brahms o a Martin. Quienes, por cierto, además de grandes artistas fueron seres humanos muy decentes.
El Canticum Calamitatis Maritimae fue compuesto por el finés Jaako Mäntyjärvi (1963) en memoria de las 137 víctimas del naufragio de un ferry estonio el 28 de septiembre de 1994. La obra recibió el tercer premio en la categoría de coros mixtos en la segunda European Composition Competition for Cathedral Choirs convocada por el Consejo Reginal de Picardía en 1997 y fue estrenada en mayo de 1998 por el conjunto Pohjolan ääni (Voces nórdicas) dirigido por Pasi Hyökki. Tras su publicación por la editorial Sulasol ha sido interpretada con gran éxito por muchos coros de primer nivel. El propio compositor explica que "a pesar de que cito fragmentos del Requiem, la obra no está pensada para un uso litúrgico, sino para la meditación". Para ello mezcla libre y certeramente tres elementos tan diversos como una versiòn corrompida de Nearer, my God, to thee -la tonada que, según la leyenda, tocaba la orquestina del Titanic mientras se hundía el barco-, en forma de "elemento individual" que la soprano solista canta al principio y al final de la obra, como metáfora del lamento de las viudas de los marineros; que se confronta con el "elemento colectivo" representado por el Salmo 27, Qui descendunt mare in navibus, la plegaria por los muertos en el mar. Ambos son articulados gracias a un tercer "elemento objetivo", proporcionado por las técnicas contrapuntísticas y armónicas deliberadamente arcaizantes. Mäntyjärvi menciona entre sus fuentes de inspiración obras tan distintas como la Incantatio maris aestuosi (Veljo Tormis), el Solstice of Light (Peter Maxwell Davies), A Sea Symphony (Ralph Vaughan Williams), Benedictio (Urmas Sisask), Die erste Elegie (Einojuhani Rautavaara), y fragmentos de la Vigilia Nocturna Ortodoxa (tanto en la versión de Serguei Rachmaninov como en la de Einojuhani Rautavaara).
Estas fuentes son utilizadas -al igual que los tres elementos antes citados- como objetos del 'museo de la música' que alimentan la poderosa imaginación musical de Mäntyjärvi y que, gracias a su preconocimiento por parte del público, se convierten en dardos afectivos que disparan directamente al corazón, y a las emociones colectivas. En sólo diez minutos, Mäntyjärvi acierta a construir una tragedia clásica cuyo único objetivo es conmover a los oyentes. En mi caso lo logró plenamente pero no tanto como conmovió a la persona sentada junto a mi en el banco de la Oscarskrykan, una joven peterburguesa que a duras penas contenía las lágrimas.
Radiokören dirigido por Peter Dijkstra
Fotografía © 2006 by Mia Carlsson/SR
Andliga övningar [Ejercicios espirituales] es el título de la obra principal de Ignacio de Loyola, convertida en breviario ideológico de los jesuitas. Es también el título de un libro publicado en 1932 por Hjalmar Gullberg (1898-1961), un cultísimo poeta fascinado por la difícil conciliación entre la muerte y Dios, que conocía muy bien los Ejercicios espirituales ignacianos, pues Gullberg dominaba el español y fue un exquisito traductor al sueco de San Juan de la Cruz, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez y otros maestros de la lírica española.. Mi desconocimiento del sueco me impide profundizar en la finura de las referencias literarias y litúrgicas de esta versión coral de Andliga övningar (2005) de Carl Unander-Scarin (1964), un compositor y tenor lírico sueco que ha alcanzado gran relevancia por sus obras destinadas al Eric Ericsons kammarkör y el Radiokören como el recienet oratorio Apostlagärning (2004), sobre textos de San Juan Evangelista.
Andliga övningar, estrenado por el conjunto Lamentabile consort es un brillantísimo ejercicio de virtuosismo vocal soportado por una impecable construcción retórica que nos pasea por el 'museo de la música', al igual que sucede en Canticum Calamitatis Maritimae pero, a diferencia de éste, Andliga övningar está dirigida a la excitación sensorial antes que a las emociones. Tanto que, como antes señalé, la pura e intensa sensibilidad del Agnus Dei de Barber -sensacionalmente bien cantado- tuvo un efecto relajador sobre nuestros espíritus y nos dejó listos para disfrutar de las delicadas pirotecnias de la Vigilia de Rautavaara que pusieron en pie al enfervorecido público.
En octubre de 2003 Peter Dijkstra (b. 1978) ganó el concurso Eric Ericson en Estocolmo y desde entonces no ha cesado de incrementar un prestigio que le ha hecho merecer ser nombrado director titular del Coro de la radio sueca en enero de 2005 y, sólo ocho meses después, el contrato de director artístico del Coro de la Bayerischen Rundfunks de Munich, con el que desarrolla una espléndida labor que ha sido elogiada epor diversos colaboradores de Mundoclasico.com. Es esta la primera vez que se comenta en nuestro diario un concierto coral de Dijkstra y sólo puedo escribir que no se me ocurre mejor sucesor del mítico Eric Ericson al frente del Radiokören. Tuve la fortuna de estar sentado en una posición que me permitía observar perfectamente su clarísima y precisa gestualidad -que no se limita a los brazos y manos, su mirada y su cara fueron tan importantes como ellos a la hora de dirigir el Canticum Calamitatis Maritimae-, además de comprobar que el milagro sonoro que escuchábamos no era otra cosa que el resultado de un intenso y extenso trabajo de concertación, precedido de muchas horas de estudio de las partituras.
En cuanto al Radiokören es archisabido que sus treinta y dos cantantes componen una de las grandes glorias musicales de Suecia. Y eso es mucho y a la vez no tanto, porque a las orillas del Báltico los coros de asombrosa calidad abundan. En el sur de Europa, Radiokören sería considerado "el mejor coro del mundo" (en España, sin ir más lejos, hay dos o tres así autodenominados que ni en sueños se le acercan), pero en el norte de Europa la competencia es tan dura, que uno tiene la sensación de que el mejor coro que ha escuchado es el que acaba de oír. Mi tremenda admiración por el Radiokören -esta crítica lo demuestra- quedó ya muy deslucida cuando al día siguiente fui a la iglesia de Gustav Vasa a escuchar al Coro de la Radio de Letonia.
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